Vislumbres : ¿Qué debo preguntar?
Durante la Escuela de Verano de 1926, en el curso de una conferencia sobre misticismo, Pir-o-Murshid Inayat Khan habló sobre las personas que buscaban respuestas a sus preguntas, e ilustró su pensamiento con una descripción bastante humorística de una visita a su propio Murshid.
Personas de diferentes épocas y en diferentes países adoptaron métodos tales como buscar en las Escrituras y encontrar la respuesta a su pregunta, o verla en las cartas o mirar en la taza de té, y supersticiones tales como escuchar la voz de un pájaro, o mirar una tortuga o una serpiente o algo que les sugiera algo, mirar a un gato negro o escuchar el sonido de cierto pájaro que les habla de algo. El místico no lo necesita. Todo, a cada momento, responde a su pregunta. La pregunta es, ¿qué pregunta tiene que hacer el místico? Cuanto más grande es el místico, menos preguntas tiene. Cuanto más se avanza en este camino, menos preguntas se hacen, pues cuantas más preguntas tiene uno, más poco místico parece ser, porque la pregunta es la inquietud de la mente. La mente inquieta quiere encontrar una respuesta en alguna parte, y a medida que llega la paz, las preguntas disminuyen. Cuanto más te acerques, cuanto más cerca esté la paz, menos preguntas tendrás. Al encontrar la paz, al encontrar la luz, al encontrar la armonía y la alegría, las preguntas se reducen a la nada. Y en el momento en que el místico ha llegado a esta etapa en la que no tiene preguntas, se convierte en la respuesta a todas las preguntas.
Un día llevé a un amigo a ver a mi Murshid, un hombre muy material, inquieto, pesimista, dubitativo y escéptico. Y todos los días le decía que viniera conmigo a ver a mi Murshid. Oh, decía, pero ¿qué hará por mí? Le dije, puedes preguntarle algo. Él dijo: Tengo veinte mil preguntas, ¿cuándo podrá responderlas todas? Bueno, dije, puedes hacer una o dos de las veinte mil preguntas, eso es algo. Bueno, dijo un día, veré qué sucede. Y fuimos. Y en el momento en que llegó a la presencia del Murshid se olvidó de todas las preguntas y comenzó a preguntarme: ¿Qué le voy a preguntar? Pensé en mi mente, decía que tenía veinte mil preguntas, y aquí está sin poder encontrar una moneda en su bolso. Estaba sentado, embelesado, respirando la atmósfera de la presencia del maestro. No tenía ningún deseo de hacer una pregunta. Después de la conversación y después de ir allí, después de salir de la casa del Murshid, empezó a sentirse inclinado a hacerme veinte mil preguntas. Le dije ¿por qué lo olvidaste allí? Él dijo, no puedo entender por qué.
Traducido por Darafshan Daniela Anda