Tales: Leila and Majnun pt V (Spanish version)

Cuentos: Layla y Majnun. Quinta Parte.

Con esta entrega concluimos la narración de Hazrat Inayat Khan de la historia de los dos amantes, que comenzamos aquí. En la segunda parte vimos que la esperanza de la pareja de unirse en matrimonio fue destrozada por la extrema devoción de Majnun, incluso por el perro de Layla. En la tercera parte, Majnun llega al pueblo donde está Layla y se refugia en una mezquita en ruinas. Con la guía Divina, encuentra sin querer la cura para el agotamiento de cruzar el desierto hasta llegar donde ella estaba: beber de un tanque de agua del que había bebido una serpiente y colgarse de los pies para descansar. En la cuarta parte, Layla descubre al impostor que había estado tomando la comida que ella enviaba a Majnun, pidiéndole que le regale un poco de su sangre; el impostor no quiere cumplir su demanda, pero Majnun ofrece con impaciencia lo que tiene – aunque le queda una sola gota.

Pronto se conoció la llegada de Majnun al pueblo, y cuando los padres de Layla lo supieron, pensaron, “De seguro Layla perderá la cabeza si llega a ver a Majnun”. Por lo tanto, resolvieron dejar el pueblo por un tiempo, pensando que Majnun regresaría a casa cuando supiera que Layla ya no estaba ahí. Antes de irse, Layla envía un mensaje a Majnun diciendo, “Estamos saliendo del pueblo por un tiempo y estoy muy triste porque no he podido verte. El único chance que tenemos de encontrarnos es que tú me encuentres en el camino, si te adelantas y esperas por mí en el Sahara”.

Majnun estuvo muy contento de ir al Sahara, con la gran esperanza de encontrarse una vez más con su Layla. Cuando la caravana entró en el desierto y se detuvo allí por un tiempo, la mente de los padres de Layla se tranquilizó e incluso vieron a Layla un poco más feliz por el cambio, según creían, sin saber la verdadera razón.

Layla fue a dar un paseo por el Sahara con su doncella, y de repente apareció Majnun, cuyos ojos habían permanecido fijos por un largo, largo tiempo en el camino por donde se suponía que ella vendría.

Ella llegó y dijo, “Majnun, estoy aquí”.

Ya no quedaba fuerza en la lengua de Majnun para expresar su júbilo. Tomó las manos de ella y las presionó contra su pecho y dijo, “Layla, ¿ya no me dejarás otra vez?”.

Ella dijo, “Majnun, he podido venir por un momento. Si me quedo más, mi gente me buscará y tu vida no estará a salvo”.

Majnun dijo, “No me importa mi vida. Tú eres mi vida. ¡Quédate! No me dejes nunca más”.

Layla dijo, “Majnun, se sensato y créeme. Seguro volveré”.

Majnun soltó las manos de ella y dijo, “De verdad te creo”.

Así que, Layla dejó a Majnun con el corazón roto, y Majnun, que tanto tiempo había vivido de su propia carne y sangre, ya no podía permanecer erguido, y se arrimó contra el tronco de un árbol que le sirvió de apoyo. Y allí permaneció, viviendo sólo de la esperanza.

Pasaron años y el cuerpo medio muerto de Majnun estuvo expuesto a todo, frío y calor y lluvia, heladas y tormentas. Las manos que estuvieron sosteniendo las ramas, se volvieron ramas, su cuerpo se convirtió en parte del árbol.

Layla estaba tan triste como antes de comenzar su viaje, y sus padres perdieron la esperanza por su vida. Ella vivía sólo de una esperanza, que pudiera cumplir la promesa dada a Majnun al momento de su partida cuando le dijo, “Volveré”. Se preguntaba si él estaría vivo o muerto, o se habría ido o si los animales del Sahara se lo habrían llevado.

Cuando volvieron, su caravana acampó en el mismo lugar, y el corazón de Layla se llenó de dicha y de tristeza, de esperanza y de temor. Mientras buscaba el lugar donde había dejado a Majnun, conoció a un leñador que le dijo: “Oh, no vayas por ese camino. Allí hay un fantasma”.

Leila preguntó, “¿Cómo es?”

Él respondió, “Es un árbol y al mismo tiempo un hombre. Mientras golpeaba una rama de ese árbol con mi hacha, le oí decir con un profundo suspiro, “¡Oh Layla!”.

Oír esto conmovió a Layla más allá de toda explicación. Dijo que iría y al acercarse al árbol, vio que Majnun casi se había convertido en el árbol. Su carne y su sangre ya se habían consumido y la piel y los huesos que quedaban, por contacto con el árbol se habían convertido en sus ramas. Layla le llamó en voz alta, “¡Majnun!”

Él respondió, “¡Layla!”

Ella dijo, “Estoy aquí como lo prometí, Oh Majnun”

Él respondió, “Soy Layla”

Ella dijo, “Majnun, espabila, yo soy Layla, mírame”

Majnun dijo, “¿Tú eres Layla? Entonces yo no” y murió.

Layla, viendo esta perfección de amor, no pudo vivir ni un solo momento más. Al mismo tiempo que clamaba el nombre de Majnun, cayó muerta.

El amado es todo en todo,
el amante sólo lo cubre.
El amado es todo lo que vive,
el amante una cosa muerta.

 

 

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