El Discipulado pt I
Con este post comenzamos una presentación extensa de las enseñanzas de Hazrat Inayat Khan sobre el Discipulado. Como el Maestro indica al comienzo de este texto, es un tema que el mundo “moderno” tiende a descartar, y sin embargo, desde un punto de vista espiritual, es absolutamente esencial no solo para el estudiante en el camino sino para todo el mundo, que sufre de su negligencia.
Uno se pregunta, especialmente en la parte occidental del mundo, cuál puede ser realmente el camino del discípulo. Aunque el camino del discípulo fue el de aquellos que siguieron a Cristo y a todos los demás maestros, la tendencia moderna de pensamiento ha eliminado gran parte del ideal que existía en el pasado. No es solo que el ideal del discipulado parece ser poco conocido, sino que incluso la actitud ideal hacia la maternidad y la paternidad, así como hacia los ancianos, parece ser menos comprendida. Este cambio en el ideal del mundo ha trabajado inconcientemente a tal punto que los conflictos mundiales han sido el resultado en nuestro tiempo. Los problemas entre naciones y clases, en la vida social y doméstica, surgen por una y la misma razón. Si alguien me preguntara cuál es la causa de los disturbios mundiales de hoy, respondería que es la falta de idealismo.
En la antigüedad, el camino del discipulado era una lección para aplicar en todas las direcciones de la vida. El hombre no es solo su cuerpo; es su alma. Cuando un niño nace en la tierra, ese no es el momento en que nace el alma; el alma nace desde el momento en que nace la consideración. Este nacimiento de la consideración es en realidad el nacimiento del alma; el hombre muestra su alma en su consideración. Algunos se vuelven considerados cuando son niños, otros quizás no despierten la consideración en toda su vida. El amor se llama elemento divino, pero la expresión divina del amor no es más que consideración; y no sería muy incorrecto decir que el amor sin consideración no es completamente divino. El amor que no tiene consideración pierde su fragancia. Aún más, la inteligencia no es consideración; es el equilibrio del amor y la inteligencia, es la acción y la reacción del amor y la inteligencia sobre el otro lo que produce consideración. Los niños que son considerados son más preciosos que las joyas para sus padres. El hombre que es considerado, el amigo que tiene consideración, todos aquellos con quienes entramos en contacto y que son considerados, los valoramos más.
La lección de consideración dada por los maestros espirituales es
lo que se puede llamar el camino del discipulado
Por lo tanto, la lección de consideración dada por los maestros espirituales es lo que se puede llamar el camino del discipulado. Esto no significa que los grandes maestros hayan querido el discipulado, la devoción o el respeto de los alumnos para sí mismos. Si algún maestro espera eso, no puede ser un maestro. ¿Cómo podría entonces ser un maestro espiritual, ya que debe estar por encima de todo esto para estar por encima de ellos? Pero el respeto, la devoción y la consideración se enseñan para la propia ventaja del discípulo, como un atributo que debe cultivarse. Hasta ahora ha habido una costumbre en la India, que yo mismo experimenté cuando era joven, de que las primeras cosas que los padres les enseñaban a sus hijos eran respeto por el maestro, consideración y una inclinación amable.
Un niño moderno que va a la escuela no tiene la misma idea. Él piensa que el maestro es designado para realizar un cierto deber; apenas conoce al maestro ni el maestro lo conoce bien. Cuando llega a casa, tiene la misma tendencia hacia sus padres que hacia la escuela. La mayoría de los niños crecen pensando que toda la atención que les dan sus padres es simplemente parte de su deber [parental]; a lo sumo pensarán: “Quizás algún día, si puedo, lo pagaré”. La idea antigua era diferente. Por ejemplo, el Profeta Mahoma enseñó a sus discípulos que la mayor deuda que cada hombre tenía que pagar era con su madre, y que si deseaba que sus pecados fueran perdonados debía actuar de tal manera que al final su madre, antes de dejar esta tierra, dijera “Te he perdonado la deuda”. No había nada que un hombre pudiera dar o hacer, ni dinero ni servicio, que le permitiera decir: “He pagado mi deuda”; no, su madre debe decir: ‘Te he perdonado esa deuda’. ¿Qué enseña esto? Enseña el valor de ese amor desinteresado que está por encima de toda pasión terrenal.
Traducido al español por Arifa Margarita Rosa Jáuregui