Hazrat Inayat: Gracia Divina parte II
Con esta publicación concluimos las enseñanzas de Hazrat Inayat Khan sobre la gracia Divina. En la primera parte hace una distinción entre la ley y el amor, y señala que, si bien muchas personas afirman tener libre albedrío, niegan la misma libertad a Dios.
Está la gracia de Dios. Muchos conocen la gracia de Dios. ¿Y qué significa? Significa una ola de favor, un aumento de amor, una manifestación de compasión que no ve ninguna razón particular. Uno puede decir: “¿Cierra Dios sus ojos? ¿Por qué debe ser así?” Pero en la naturaleza humana vemos lo mismo. La naturaleza divina puede ser reconocida por la naturaleza humana. Pregúntale a un amante que ama a alguien: ¿Cuál es la belleza de esa persona? ¿Qué hay en esa persona que te hace amarla?” El puede intentar explicar: “Es porque esta persona es amable, o porque esta persona es hermosa, o porque esta persona es buena, o es compasiva, o intelectual, o culta”. Pero esa no es la verdadera causa. Si realmente sabe lo que le hace amar, diría: “Porque mi amado es amado, esa es la razón. No hay otra razón.”
Uno puede dar una razón para todo. Uno puede decir: “Pago a esta persona porque es bueno en su trabajo, pago por esta piedra porque es hermosa, pero no puedo dar una razón por la que amo, no hay razón para ello”
El amor está más allá de la ley, más allá de la razón. El amor de Dios obra más allá de la razón; para ese Amor Divino que se llama gracia de Dios, ninguna piedad, ninguna espiritualidad, ninguna devoción pueden atraerlo. Nadie puede decir: “Yo atraeré la gracia Divina.” Dios aparte, ¿alguien puede decir en este mundo: “Voy a atraer la amistad de alguien”? Nadie puede decir esto. Esto es algo que viene por sí solo. Nadie puede ordenarlo o atraerlo, ni obligar a nadie a ser su amigo, es natural. La Gracia de Dios es la Amistad de Dios, la Gracia de Dios es el Amor de Dios, la Gracia de Dios es la Compasión de Dios. Nadie tiene el poder de traerla, ni atraerlo; ninguna meditación, ninguna espiritualidad, ninguna buena acción puede atraerla. No hay negocios comerciales entre Dios y el hombre; Dios está libre de reglas que la humanidad reconoce. Ese aspecto lo convierte en el Señor de Su propia creación. Así como el viento sopla, así como el viento viene cuando viene, así mismo la Gracia de Dios viene cuando es su momento de venir.
Hay una historia entre los árabes, que cuando Moisés iba al Monte Sinaí, vio a un hombre rezando, y este hombre le preguntó a Moisés: “¿Te vas a comunicar con Dios?” Moisés respondió: “Si”. El hombre dijo: “¿Vas a preguntar por mí? He rezado toda mi vida, y toda mi vida he estado en dificultades. Temía a Dios, siempre fui amable con el hombre y, sin embargo, ¿qué he recibido? Nada. Siempre una vida difícil, ¿nada más?” Moisés dijo: “Sí, preguntaré al respecto”. Cuando Moisés avanzó unos pocos pasos encontró a un hombre que estaba completamente borracho. El hombre llamó: “Ven, ven aquí, Moisés. ¿Llevarás mi mensaje a Dios y le preguntarás qué piensa de mí?” Esto divirtió a Moisés, y llevó los mensajes de estos dos hombres. Naturalmente la respuesta fue: “Moisés, conoces nuestra ley. El hombre que ha rezado toda su vida sería recompensado, y el hombre que ha estado borracho recibirá su castigo”. Entonces Moisés regresó y le dijo al primer hombre: “Sé seguro y sé feliz, Todo lo que has hecho será recompensado”. “No hay duda”, dijo el hombre, “Estoy seguro, siempre he hecho el bien. Dios no olvidará esto”. Cuando Moisés se acercó al otro hombre, le dijo: “Has disfrutado tu vida, para ti está el peor de los lugares”. El hombre dijo: “¿Sí? Estoy tan feliz que no me importa dónde me pone Dios. ¡Pero que Dios piense en mí! No hay nada mejor para mí”. Entonces empezó a bailar, estaba tan feliz.
El resultado fue que estos dos hombres estaban en un lugar bastante contrario al que Moisés había esperado que estuviesen. Y Moisés le preguntó a Dios: “Por qué es así”. La respuesta fue que todas las virtudes del primer hombre fueron borradas por ese pensamiento de engreimiento: “Sí, me lo merecía”. Desde ese momento todas sus virtudes fueron borradas. El otro hombre pensó: “Todo el castigo que existe, me lo he merecido”. Su única felicidad era que fue recordado por el señor. Esto da la imagen. Hay ley y, sin embargo, hay algo más allá de la ley y eso es el Amor.
He escuchado a la gente decir: “Estoy enfermo o estoy sufriendo, o estoy pasando por una dificultad, o las cosas van mal debido a mi karma del pasado”. Yo digo: “Si es así o si no es así, pensar en ello lo hace aún peor; todo lo que uno reconoce ser, empeora porque uno lo reconoce”. Ese karma que podría ser desechado en un día, al reconocerlo permanecerá con una persona toda su vida. Algunas personas piensan que sufren o que pasan dolor de acuerdo con la ley del karma. Pero cuando llega el pensamiento de la gracia de Dios, y cuando uno se da cuenta del verdadero significado de la gracia de Dios, uno empieza a elevarse encima de él, y uno empieza a saber que mis pequeñas acciones, mis buenas obras, todas mis buenas acciones las debo recoger para hacerlas iguales a la misericordia y la compasión de Dios. Su gracia y su Amor, Él los da en cada momento. La compasión de Dios no puede ser devuelta con todas las buenas acciones de la vida. La relación de Dios y el hombre aparte, ¿se puede devolver un verdadero pensamiento de amor, todo lo que un amigo ha hecho por nosotros? Podemos amar a ese amigo, su bondad amorosa y su compasión, pero nunca podremos pagar por ello.
En toda nuestra vida no podemos pagar por ello, y menos aun cuando vemos la bondad y compasión de Dios que siempre está oculta a nuestra vista, porque siempre estamos viendo solo lo que falta, el dolor, el sufrimiento, las dificultades. El hombre está tan absorto en ellas que pierde la visión de todo lo bueno que hay. Nunca podremos estar lo suficientemente agradecidos si lo vemos así, que no es la ley, sino que es la Gracia de Dios la que gobierna nuestra vida. Y es la confianza y la seguridad en esta gracia la que no solo consuela a una persona, sino que la eleva y acerca a la Gracia de Dios.
Traducido por: Yaquín Rodrigo Anda