Hazrat Inayat: Misticismo, parte IV
Continuamos con la serie de enseñanzas sobre el misticismo. Aquí, Hazrat Inayat Khan habla sobre la forma en que un místico prepara el corazón para recorrer el camino espiritual, y comienza explicando qué es el corazón, desde la comprensión mística.
En primer lugar uno pregunta: “¿Qué es el corazón? ¿Dónde está el corazón? ”. Y el hombre está acostumbrado a decir que el corazón está en el pecho. Sí, eso es verdad. Hay un centro nervioso en el pecho del ser humano que tiene tanto que ver con los sentimientos, que siempre el corazón está representado en el pecho: ese centro que es el más sensible a nuestros sentimientos. Cuando una persona siente una gran alegría, es en ese centro donde se siente que algo se ilumina, y al iluminarse ese centro la persona entera parece luz. La persona siente como si volara, hay una gran alegría en su vida. Y nuevamente, si la depresión o la desesperación han entrado en su vida, esto tiene un efecto en el centro. Ella siente que su garganta se ahoga y su aliento está cargado con una carga pesada; nuevamente significa que es ese centro el que siente.
Pero no es solo eso lo que es el corazón; es como un espejo parado frente al corazón, enfocado hacia el corazón, y todo, cada sentimiento se refleja en este espejo, en el ser físico del ser humano. Un hombre ignora su alma, por lo que no sabe dónde está su corazón, ni dónde está el centro donde se reflejan sus sentimientos. Este es un hecho conocido por los científicos, que el corazón es el comienzo de la formación de un niño, pero si uno llega a la concepción mística, ve que el corazón es el comienzo de la forma y que es también el principio del espíritu; eso hace al ser humano un individuo. La profundidad de ese espíritu es en realidad lo que llamamos el corazón. Por esto entendemos que existe tal cosa como el corazón, que es lo más profundo del ser humano, y si uno sabe algo de él, es en primer lugar por la impresión que recibe en este centro nervioso que está en el pecho del hombre, y así por tanto el hombre llama a eso el corazón.
En estos días las personas le dan menos importancia al sentimiento. Ellas confían más en el intelecto. La razón es que cuando se encuentran con dos tipos de personas, las intelectuales y las sentimentales, encuentran en un hombre intelectual un mayor equilibrio que en el que tiene sentimientos. Esto es cierto sin duda. Pero la falta de equilibrio es por la misma razón que hay un poder mayor que el intelecto, que es el sentimiento. La tierra es fructífera, pero no tan viva y poderosa como el agua. El intelecto es creativo, pero no tan poderoso como el corazón y el sentimiento. En realidad, el hombre intelectual al final resultará también desequilibrado, si no tiene un lado sentimental.
¿No hay mucha gente sobre la que los que están a su alrededor dicen: “Me gusta, lo amo, lo admiro, pero cierra su corazón?” Aquél que cierra su corazón no ama a los demás ni permite que otros lo amen plenamente. Además, la persona que solo es intelectual, con el tiempo se vuelve escéptica, dudosa, incrédula, destructiva, ya que no hay poder del corazón para equilibrarlo. El sufí considera la devoción del corazón como la mejor cosa para cultivar para el entendimiento espiritual. Puede parecer bastante diferente de lo que muchos piensan, pero quien cierra su corazón al hombre, cierra su corazón a Dios. Jesucristo no dijo: “Dios es el intelecto”. Él dijo: “Dios es amor”. Y, si por tanto, hay un pedazo de Dios que se pueda encontrar en cualquier lugar, no es en ninguna iglesia en la tierra, ni arriba en el cielo; está en el corazón del hombre. El mejor lugar donde puedes estar seguro de encontrar a Dios es en el corazón amoroso de un hombre amable. Se puede decir que con la ayuda de la razón el hombre actuará de acuerdo con un cierto estándar de moral, pero eso no hace buena a la gente. Si son buenos o justos, son artificialmente buenos. Todos los prisioneros en la cárcel pueden ser justos.
Pero si una justicia o bondad natural se puede encontrar en cualquier parte, se ha de encontrar en la fuente del corazón de la cual surge la vida, una virtud que brota, y cada gota de esta fuente es una virtud viviente. Eso prueba que la bondad no es hecha por el hombre; es su mismo ser. Y si carece de bondad, no es la falta de entrenamiento, ni el entrenamiento es lo más deseado; es porque todavía no se ha encontrado a sí mismo.
Continuará…
Traducido por Juan Amin Betancur