Hazrat Inayat: La ley de la acción, parte I
Con esta publicación comenzamos la primera entrega de una serie de tres, en las cuales Hazrat Inayat Khan elabora con claridad un número de estructuras para ayudarnos a entender las consecuencias de todo lo que pensamos, decimos y hacemos.
Decir que los resultados van de acuerdo a las obras suena sencillo, porque casi todos lo saben, pero no todos siempre lo siguen; y la razón es que conocer una ley no necesariamente habilita a la persona para observar esa ley. Además, la naturaleza de la vida es tan embriagante que, absortos en su actividad, la mayoría de las veces olvidamos esta regla. Sin embargo, es natural que esta cosa tan sencilla sea tan difícil de practicar, porque generalmente descuidamos pensar seriamente en ello. Para probar esta teoría, que los resultados de un hecho son similares al hecho, no se necesita ir muy lejos. Se pueden ver innumerables ejemplos en la propia vida y en la vida de los demás, porque es como un eco; lo que hacemos tiene un eco, y en ese eco está el resultado.
Zaratustra dice que las acciones pueden dividirse en tres tipos: obra, palabra y pensamiento. Se puede no obrar incorrectamente, pero se puede hablar incorrectamente. Se puede no hablar incorrectamente pero se puede pensar en forma incorrecta; igual se está haciendo mal. Y cuántas personas se disculpan diciendo: “¡Solo lo dije, pero no lo hice!” Alguien puede incluso excusarse diciendo: “No lo dije, solo lo pensé”.
Según las ideas de los místicos, el mundo en el que hacemos nuestra vida es una akasha, y akasha significa capacidad. Es representada por ellos como un domo; y todo lo que se dice en él tiene su eco; por lo tanto, nadie puede hacer, decir o pensar nada, aunque sea por un momento, que se vuelva inexistente. Está grabado, y ese registro es creativo. No solo lo que uno hace, dice o piensa está en la memoria o en la atmósfera, sino que ese registro también crea a cada momento, de modo que cada línea y letra se vuelve la semilla o el germen que produce un efecto similar.
Una vez escuché a un escultor decir que cada uno es el escultor de su propia imagen. Esto no solo es cierto, sino que cada ser humano es el creador de sus propias condiciones, ya sean favorables o desfavorables. La dificultad es que la persona nunca tiene la paciencia para esperar hasta ver el resultado, pues el resultado tarda un tiempo en manifestarse, y antes de eso puede que se encuentre con efectos contrarios. Por ejemplo, alguien que acaba de robar a otra persona puede que tenga la buena suerte de encontrar en la calle una bolsa llena de monedas de oro. Naturalmente pensará: ‘¡Qué buen resultado después de un buen trabajo! ¡Ahora que se muestra que he hecho un buen trabajo, debo continuarlo! ¡Son los simplones los que dicen cosas contra mi trabajo, pero he visto los buenos resultados en mi propia experiencia!” La vida es tan embriagadora que no te da tiempo para pensar que el resultado de la propia acción tal vez esté esperando; lo que sucede hoy puede ser el resultado de otra cosa tiempo atrás.
Cuando consideramos la ley de la acción, vemos que se puede dividir en cinco aspectos diferentes. Un aspecto es la ley de la comunidad, ya que esta ley está hecha para la comodidad y conveniencia de los miembros de esa comunidad. Otro aspecto puede llamarse la ley del Estado; es la ley por la cual diferentes clases de personas y diferentes comunidades se gobiernan como un todo. Sin duda este aspecto de la ley es tan limitado como la mente del ser humano. Naturalmente, muchas leyes son rechazadas y muchas nuevas leyes se hacen y se ponen en práctica. Y a medida que pasa el tiempo, la gente verá que los miembros de la comunidad o el estado siempre quieren hacer cambios en la ley. Esto siempre ha sido y siempre será.
El tercer aspecto de la ley es la ley de una Iglesia, una ley que tal vez proviene de la tradición, es una ley que la gente acepta, no solo porque es una ley por la cual son gobernados sino porque es una ley concerniente a su fe, a sus creencias, lo cual es sagrado para ellos. Es esta ley la que construye una conciencia, más que cualquier otro aspecto de la ley.
Pero luego hay otro aspecto y es la ley traída por los profetas de cuando en cuando. ¿Y qué es esta ley? Viene como una interpretación de la ley oculta que un profeta ha podido ver; pero una ley dada por un profeta se relaciona también con el período en que vivió, con las personas de ese período en su evolución particular. Así, esta ley se produce por dos acciones. Una acción es la condición de la humanidad en ese momento específico, reflejada en el corazón del profeta, y la otra es la luz de Dios, que brilla desde arriba para dejar esa condición tan clara que para ella se puede encontrar una solución; es esta solución la que se puede llamar la ley divina, dada por el profeta.
Continuará…
Traducido por Juan Amin Betancur