Hazrat Inayat: La Madurez del Alma
La reciente publicación sobre el simbolismo de Ariadne se refirió al “laberinto” metafísico de la vida, pero el siguiente texto de Hazrat Inayat Khan arroja más luz sobre el tema, particularmente en los dos últimos párrafos.
La madurez del alma se puede representar como cuando una niña pequeña, que comienza a crecer, ya no le da la misma importancia y atención a sus muñecas: sus sentimientos y deseos han cambiado. No significa que ella no haya tenido amor o sentimiento antes, ella los tenía; pero con la madurez se desarrolló su conciencia, y el resultado de tal desarrollo fue que todos los juguetes y muñecas y las diversas cosas a las que solía prestar tanta atención, ya no le importan más.
Esta madurez no depende de una cierta edad, pero sí depende de ciertos entornos, es como una fruta que madura cuando es puesta en un lugar cálido. El ambiente ayuda a la maduración del alma; sin embargo, lo ideal es que la fruta madure en el árbol, porque ese es el lugar para que la fruta madure. Todos los diferentes intentos para hacer que el alma madure pueden ayudar, aunque es como la fruta que ya no está en el árbol sino que es puesta en un lugar cálido.
Hay personas que piensan que al renunciar al mundo, se llegará a la madurez del alma. Hay otros que piensan que se puede lograr infligiendo todo tipo de tormentos y sufrimientos sobre uno mismo. Muchas veces la gente me ha preguntado si algún tipo de sufrimiento, algún tipo de tortura, ayudaría a madurar su alma. Les dije que si querían torturarse a sí mismos, podría decirles mil formas, o podrían ellos mismos pensar en mil cosas, pero que, hasta donde yo sabía, no había necesidad. Si uno quiere torturarse a sí mismo por el bien de la tortura, uno puede hacerlo, pero no por la perfección espiritual.
Así como la fruta madura en el curso de la naturaleza, así mismo, es en el curso de la naturaleza que el alma debe madurar; y no sirve de nada decepcionarnos o desanimarnos con nosotros mismos y con aquellos cercanos y queridos por nosotros, preocupados porque nuestro esposo, esposa, padre, o madre no ve los asuntos espirituales de la misma manera que nosotros. En primer lugar, ninguna persona por sabia o piadosa que sea, tiene derecho a juzgar a otra alma. ¿Quién sabe qué se oculta detrás de cada acción, apariencia, discurso y manera? Nadie. Y cuando una persona comienza a saber lo que está oculto en el alma humana, a pesar de todas las apariencias engañosas, tendrá respeto, un respeto por la humanidad, al darse cuenta de que en la profundidad de cada alma está Aquel a quien uno adora.
Nadie sabe lo que es la religión interior de una persona, su concepción interior. Y uno encontrará muchas almas verdaderas cuyo corazón está encerrado en una especie de cáscara dura, y nadie sabe que la misma esencia de Dios está en su corazón, ya que la cáscara exterior es tan dura que nadie puede comprenderlo. Por eso es que un sufi de Persia dijo: “Fui entre los piadosos y devotos y a menudo fui defraudado; y fui entre aquellos que eran menospreciados por otros y entre ellos encontré almas reales”. Es fácil culpar, es fácil menospreciar a alguien, pero es realmente difícil saber qué tan profunda es el alma de alguien.
No hay duda de que hay signos de madurez, pero ¿quién los conoce y cómo se reconocen? Los signos de madurez son como la sutileza que se ve entre los amantes jóvenes. Para que el alma madure, una pasión debe haberla despertado, una pasión por lo incomprensible, por aquello que es el anhelo de toda alma.
La vida en la tierra es como los viajes de Gulliver, donde todas las personas parecen pertenecer a un mundo diferente, ser de un tamaño diferente. Ante el viajero hay innumerables niños pequeños, y ante él aparecen muchas personas borrachas, almas borrachas. Hay un dicho del profeta Mahoma; que dice que aparecerá en el futuro, en el Día del Juicio, un ser en forma de bruja, y el hombre se asustará al ver a esta bruja y gritará: “Oh Señor ¡Qué horrible visión es esta! ¿Quién es este?” Y él recibirá la respuesta de los ángeles: “Este es el mismo mundo, el mundo que te atrajo a lo largo de tu vida, que has venerado, adorado y estimado como el más valioso, y que era todo lo que deseabas. Este es el mismo mundo que está ante ti”. Los deseos de todas las personas, ya sean de riqueza, rango, posesión, posición, honor o placer, todos ellos se desvanecen con la madurez del alma. Todas las declaraciones de amor, como “Soy tu hermano, o tu hermana, o tu hijo o tu hija”, significan muy poco para el alma madura. Un alma madura no necesita esperar el día del más allá, cuando vea al mundo en forma de bruja; ella lo ve ahora. Tan pronto como el alma ha madurado, ve la irrealidad del mundo que el hombre siempre ha considerado real, y todas las palabras que uno usa en el lenguaje cotidiano pierden su significado.
Todas las distinciones y diferencias, tales como secta, credo y comunidad, significan poco para el alma que ha despertado. La experiencia del alma madura es como la experiencia del hombre que vio una obra representada en el escenario por la noche, y en la mañana vio el mismo escenario al sol y observó que todos los palacios, jardines y trajes de los actores eran irreales.
Cuando un alma ha llegado a esta etapa, a esta madurez, ¿qué sucede? Es lo mismo que cuando una persona crece: toma el camino correcto o el incorrecto. Su reacción a este entendimiento de la vida tiene tres aspectos. Una reacción es que en respuesta a cada demanda de amor, atención y respeto, ella dice: “¡Oh, no! No te creo, he tenido suficiente. Entiendo cuáles son tus demandas. No te pertenezco ¡No voy a escuchar!” Sobre lo que le atrae, piensa:” Eres una tentación. Vete, déjame. Quiero estar solo. Sé lo que eres “. Y con esto se vuelve cada vez más indiferente al mundo, y aislado en la multitud. Se siente solitario, va a la cueva de la montaña o al bosque; se retira del mundo y vive la vida de un asceta, en guerra con el mundo aunque en paz con Dios.
Hay otro aspecto de esta reacción, y es que un hombre que entiende la realidad de todas las cosas se vuelve más comprensivo con sus semejantes. Es este hombre quien, por simpatía, sacrifica su amor por la soledad, su amor por ser exclusivo, y se adentra en la multitud entre quienes no lo comprenden, tratando de comprenderlos continuamente desde la mañana hasta la noche. Y cuanto más avanza en este camino, más desarrolla el amor. Se lamenta por la irrealidad, por la falsedad de la vida, pero al mismo tiempo está allí, está en medio de ella. Su trabajo es ayudar a aquellos que pueden sentirse decepcionados por los resultados de todas las pequeñas expectativas que tenían de su amor y devoción. Para tales personas, cada decepción, cada angustia es una sorpresa, un impacto, algo que de repente les llega, mientras que para él es normal, es la naturaleza de la vida. Se pone al lado de los desilusionados, los consuela, los fortalece. En el ámbito de la religión, por ejemplo, si se encuentra entre los que tienen cierta creencia o dogma, puede estar por encima de ella, pero estará junto a ellos en esa creencia o dogma en particular; no considera que es diferente o que está por encima de ellos. Si resulta que está en los negocios, en alguna industria, en los asuntos mundanos, aunque no aspira a ningún beneficio, apoya a los demás para mantener la armonía. Incluso sacrificará su vida de esta manera, y disfruta haciendo todas las cosas sin preocuparse por ellas.
Esta es la manera de un actor en el escenario. Si es hecho rey, no está muy orgulloso de su reinado; si se le hace sirviente, eso no lo impresiona, porque sabe y entiende con su túnica de rey o con la librea de sirviente, que no es ni rey ni sirviente; él es él mismo. En realidad son esas almas las que vienen a salvar el mundo. Son como los hermanos mayores de la humanidad que ayudan a los más jóvenes. Para ellos no hay sensación de posición, título o grado espiritual. Son uno con todos y participan en el dolor y la alegría de todos.
Pero luego hay una tercera reacción en un alma, y ese es el pensamiento: “Si todo lo que toco, todo lo que veo y todo lo que percibo es irreal, debo descubrir lo mejor que pueda lo que es real”. Una persona así es un guerrero, porque tiene una batalla por delante para pelear. ¿Y qué es esta batalla? Es la búsqueda de la verdad. Es como una persona nadando, abriéndose paso: a cada brazada que avanza, a cada esfuerzo que hace para avanzar, las olas vienen a empujarlo hacia atrás; y de la misma manera la vida es una lucha continua para el buscador de la verdad.
Incluso en cosas que parecen estar cubriendo la verdad, el buscador puede ser engañado. Porque hay una cosa muy importante que tiene que considerar. Cristo ha dicho: “Yo soy el camino y la verdad …”. Esto muestra que hay dos cosas: el camino y la verdad. El camino puede llevar a una persona a la meta, pero el camino también puede convertirse en un laberinto para él. Esto muestra cuán cuidadoso se tiene que ser, que incluso a través del camino que parece conducir a la verdad, uno puede confundirse. Porque en realidad la vida es un laberinto, un acertijo continuo, y es por amor al acertijo que el hombre entra en él; incluso un buscador de la verdad lo hace, ya que es su naturaleza ir primero al laberinto. Si un conocedor de la verdad llamara a un buscador y le dijera “Aquí está la verdad”, él diría: “¡Esto es algo inaudito! ¡La verdad en el primer paso! ¿Cómo es posible? Deben pasar muchos años antes de que pueda llegar a ella. ¡Una vida no es suficiente, debo vivir mil vidas para darme cuenta de la verdad!” Pero en verdad, para el amante del acertijo?, incluso mil vidas no son suficientes. Además, cada hombre no está listo para aceptar la verdad desnuda; no está acostumbrado a ello. Al escuchar la verdad, dice: “Es demasiado simple, quiero algo que no pueda entender”.
De hecho, la verdad es simple; es el hombre quien la hace difícil. Porque todos los demás aspectos del conocimiento tiene que obtenerlos de afuera, pero la verdad es algo que está dentro del mismo hombre. Es algo que está muy cerca de nosotros, aunque imaginamos que es lo más lejano; es algo que está adentro, aunque imaginemos que está afuera; es el conocimiento mismo lo que queremos adquirir. De este modo, el buscador se involucra en una lucha continua: lucha consigo mismo, lucha con los demás y lucha con la vida. Y al final del viaje, siempre encuentra que ha viajado porque era su destino viajar, y descubre que su punto de partida es el mismo que su objetivo final.
Traducción: Abdel Kabir Mauricio Navarro J.