Hazrat Inayat: El camino del sabio
No es fácil de aprender, y una vez aprendido, practicar cómo llevar la vida en el mundo con armonía y paz. El anhelo de toda persona en el mundo es poseer todo lo que desea, ya sea que le pertenezca o que pertenezca a alguien más. Quiere que todas las cosas duren si son de cualquier utilidad para ella; desea que todos aquellos queridos y cercanos permanezcan cerca. Todo lo que no quiere ver que sea desterrado del pueblo, y al mismo tiempo incluso toda la naturaleza debe trabajar para complacerla: el frío no debe ser más de lo que quiere, el calor no debe exceder su deseo, la lluvia debe obedecerle, el dolor no debe acercársele. No debe haber nada difícil en la vida, y todas las cosas y personas deben ser perfectas en la perfección de Dios. Todos deben actuar en la vida como ella desea que actúen. Solo ella debe ser la ingeniera y todos los demás sus máquinas. Todos deben tener la resistencia que les demande, al mismo tiempo deben ser tan sensibles como ella quiera que sean. Nadie debería moverse en contra de su voluntad, ni siquiera un pájaro debe volar en el cielo, ni una hoja aletear — todos bajo su mando. Ella sola debe vivir, y todos los demás deben vivir, pero bajo ella.
Al describir esta actitud, no he hablado de alguien en el mundo, sino de todo individuo. El mundo es un lugar en donde cada individuo desea ser un rey — tantos reyes y un sólo Reino. Toda la tragedia de la vida se debe a esto.
Los sabios, por su sabiduría, hacen la vida fácil. Pero entre los sabios hay dos categorías; una es la del Maestro, la otra es la del Santo. La actitud de cada uno en la vida es totalmente contraria. La actitud del santo es sentir compasión por los demás, y ver las dificultades de la situación en la vida de los demás como propias, y sacrificar sus deseos por la necesidad de los otros, comprendiendo que la vida es difícil, y que aquellos que carecen de sabiduría tienen más dificultades, pues no saben cómo superar las dificultades en la vida. Por su amor, misericordia y compasión sacrifica su vida para el servicio a sus semejantes haciéndoles la vida fácil.
En primer lugar, ve al peor enemigo de su prójimo en él mismo, sabiendo que la naturaleza de todo ego es hostil, y al resignarse a la voluntad de su prójimo, sacrificando las ventajas de su vida por su hermano, siente que ha dado a su prójimo un poco del consuelo que podía darle de su parte.
Al practicar esta moral a lo largo de su vida, en cada paso que un hombre sabio da, se convierte en una fuente de felicidad para todo el que conoce y con quien entra en contacto en su vida, y su espíritu se profundiza en santidad. El espíritu de un santo resulta estar en sintonía con todo el universo; está en sintonía con los climas, con el estado del tiempo, con la naturaleza, con los animales, con los pájaros, se sintoniza con los árboles y las plantas, con todas las atmósferas, con todos los seres humanos de distintas naturalezas, porque se convierte en la nota clave de todo el universo. Todos están en armonía con él, las almas virtuosas, las almas malvadas, los ángeles y los demonios, todos entran en sintonía. Entra en armonía con todo objeto, con todo elemento, está en sintonía con aquellos que han dejado esta tierra; aquellos en la atmósfera, él está en sintonía con ellos, y en sintonía con aquellos que viven en la tierra. La moral de un santo es muy difícil, pero el espíritu del santo es una bendición para sí mismo y para los demás.
Después está el camino del maestro, que es todo lo contrario. Se conquista a sí mismo, lucha con la vida, está en guerra con el destino, invade todo lo que le parece estar mal, encuentra la clave de los secretos desconocidos para él. En lugar de resignarse a todas las condiciones, a todas las cosas, a todas las personas, les da la forma que él desea, y moldea las personalidades con las que se encuentra. Sintoniza las personalidades al tono que iría bien con su orquesta. Tiene el mando sobre los objetos, produce efectos en los objetos que naturalmente no están ahí. Puede incluso elevarse a un estado en el que puede tener el mando de la naturaleza. La jerarquía espiritual está compuesta de Maestros, pues el mundo está regido, está gobernado. Aunque los gobiernos externos son diferentes, el gobierno interno es la jerarquía espiritual. En Oriente estos son llamados Wali, cuyos pensamientos, sentimientos, mirada, impulso, pueden mover el universo.
Y, sin embargo, ninguno de ellos, ni santo ni maestro, proclama frente al mundo: ‘Miradme, soy un santo,’ ‘soy un maestro,’ ‘puedo hacer esto’ o ‘soy una persona tan virtuosa o una buena persona.’ Se mantienen en un disfraz humilde, uno como el de todos en el mundo. No es una proclamación, es una acción la que prueba al maestro. Y aún así, ¿qué les importa si el mundo los proclama santo o maestro? ¿qué beneficio tiene para ellos? Es sólo un beneficio para el que es falso, porque se alegra de ser visto como algo que no es. Aquel que lo es todo, no desea que todos lo reconozcan como tal. Una persona con sus tesoros se sabe rico; no necesita ponerse cincuenta anillos para decirle a todos cuán rico es, pero aquel que se pone cincuenta anillos rara vez es rico. En India se conoce un hermoso símil, que la vasija vacía es la que hace ruido; cuando está llena de agua, no hace ruido alguno. En síntesis, la sinceridad es lo principal que a alcanzar en la vida. Lo poco que se logre con sinceridad y se mantenga sin pretensiones, vale mucho más que una gran ganancia carente de sinceridad, pues es una montaña de arena; llegará la tormenta y la borrará.
Ciertamente, la verdad es el tesoro que toda alma persigue.
Traducido por Darafshan Daniela Anda