Cuentos: El Sufí y el Califa
Más de una vez Hazrat Inayat Khan contó la historia de un hombre que viajaba con una caravana, y temiendo un ataque de los ladrones a la caravana, se alejó de allí hasta que se encontró a un hombre sentado en un tapete, a quien le encomendó su oro. Después de que los ladrones efectivamente tomaron todo lo que pudieron de la caravana, regresó donde el extranjero pero para su pesar, se encontró con que le había confiado su dinero al jefe de los ladrones. Estaba a punto de irse con las manos vacías cuando el hombre le dijo que se acercara. “¿Por qué te vas?”, le dijo, “Me pediste que cuidara algo para ti y lo hice tal como me lo pediste. Te lo devuelvo”.
El jefe de los ladrones que demostró tal integridad no siguió siendo ladrón. Su nombre era Fozayl-e Ayaz, (m. 803 EC) y vivió en Korazán, pero en cierto punto de su vida escuchó recitar un verso del Corán: ¿No es hora de que despierte tu dormido corazón?, palabras que lo golpearon tan profundamente que hicieron que abandonara su vida de pillaje y se convirtiera en un asceta sufí.
Aunque prefirió pasar desapercibido, la reputación de Fozayl-e Ayaz creció y se difundió y cierto día sucedió que Haroun al Rashid, el Califa del momento, le pidió a su ministro que lo llevara a visitar al sufí.
Era de noche cuando golpearon a la puerta de Ayaz; desde adentro Ayaz preguntó quién era. El ministro contestó, “El Califa y su ministro desean verte”.
En vez de ir inmediatamente a abrir la puerta, Ayaz replicó, “¿Qué quiere el Califa de mí?”.
“¿Nos vas a invitar a entrar o tendremos que romper la puerta?”.
“No me amenaces ni me exijas”, Ayaz replicó. “Mi puerta está abierta para cualquiera que tenga una pregunta”.
El Califa y el ministro entraron a la casa pero al entrar Haroun al Rashid, Ayaz apagó la luz para no poder ver la cara del Califa. Haroun al Rashid pidió entonces consejo.
“Trata a los ancianos como a tus propios padres y a los jóvenes como a tus hijas e hijos. Teme a Dios pues Él te preguntará acerca de tu justicia y generosidad. Si alguien está en necesidad y no lo ayudas, si un anciano está hambriento y no le das de comer, si hay injusticia e infelicidad en tu tierra y no te importa, entonces tú eres responsable. El Día de la Resurrección se te preguntará acerca de todas estas injusticias”.
En agradecimiento, Haroun al Rashid le ofreció una bolsa de oro a Ayaz, pero Ayaz enfureció. “No aprendiste nada de lo que dije. Te invité a la libertad y me invitaste a la pesada carga del mundo. Te instruí para darle a los necesitados por el bien de Alá, y en vez de eso me diste dinero como si yo estuviera en necesidad de ti. Me serviste en vez de a Dios. ¡Nunca aprenderás!”.
Y Ayaz salió de su propia casa y se rehusó al ver al Califa de nuevo.