Sobre la continuidad
La publicación del sabio consejo de Hazrat Inayat Khan que dice que nuestra práctica debe tocar cada momento de nuestra vida podría hacernos pensar en la historia de los dos monjes, el maestro y su alumno, que un día se bañaban en un lago. El estudiante, afligido por lo que él consideraba su falta de progreso espiritual, dijo: “¿Cuándo alcanzaré la iluminación?”
Sin decir una palabra, el maestro acarró al estudiante, y hundió su cabeza bajo el agua. Al principio, el estudiante se rindió; pero después, al sentir la necesidad de aire, empezó a luchar. Finalmente, se liberó y salió del agua tomando una bocanada de aire.
“Encontrarás la iluminación cuando la quieras tanto como acabas de querer el aire”, dijo el maestro.
Como en las buenas historias, ésta es útil desde un punto de vista, pero ignora otras cosas. El monje luchó, porque había en él una necesidad que lo superaba, en este caso, una necesidad del cuerpo. Este es un ejemplo de instinto: el espíritu de guía trabajando en el nivel físico. Pero para encontrar la realización espiritual, debemos escuchar el llamado de guía de otra manera: debemos escucharlo en nuestros corazones como la “Voz que constantemente viene de nuestro interior”.
Hay una tendencia a compartimentar la vida. ¿Salud física? Una visita al gimnasio cada semana. ¿Cuidado dental? Visitas regulares al dentista. ¿Salud espiritual? Ejercicios de respiración todas las mañanas, y una clase todos los jueves (en lo posible). Pero para llegar a la meta final, necesitamos estar perpetuamente conscientes del espíritu; tiene que convertirse en nuestra constante consciencia.
Esto requiere un cambio en la actitud. Si nuestra práctica no es más que mecánica, entonces es realmente imposible pensar en mantener nuestra concentración en cada palabra, en cada bocado o aliento. Pero si hemos empezado a descubrir que la vida es inherente a la práctica, entonces se vuelve posible amarla, porque amamos lo que está vivo. Y a medida que ese amor aumenta, la práctica ─o la meditación, como dice Hazrat Inayat Khan─ comienza a viajar con nosotros a lo largo del día.
En otras palabras, el anhelo del monje por el aire es una metáfora que representa el anhelo del corazón por lo que ama. Cuando el amor se fortalece de tal manera, entonces el Amado caminará con nosotros a través del día y de la noche, bajo cualquier circunstancia.
Traducido por Prajnabai Mariana Betancur
Que hermoso…
Gracias, es el amor hacia el amado…
El , actuando en nosotros siempre !
Nos da todo, solo quiere nuestra felicidad