Acerca de besar la tierra
La buena poesía brota del corazón del poeta como una llama y arroja luz sobre nuestra vida, pero a lo largo de los siglos nuestras formas de pensar y de expresión cambian, de modo que la luz de un poema de hace mucho tiempo puede que no nos impacte de la misma manera como cuando fue escrito. Por ejemplo, muy pocas personas leen hoy sonetos de Shakespeare, a pesar de su elegante musicalidad y profundidad de sentimiento. De la misma manera, los versos de los poetas sufís que nos llegan a lo largo de los siglos, pero desarraigados de su idioma original y procedentes de una cultura de la que sabemos poco, pueden parecernos rarezas exóticas, de interés porque son “sufís”, pero sin mucha relevancia en nuestra vida cotidiana. Algunos pueden leer el poema de Fakhruddin Iraqi publicado aquí de esta forma, pero si observamos con cuidado podemos encontrar que hay una profunda comprensión en sus palabras.
El poema puede verse como una comparación de lo horizontal con lo vertical. Iraqi se postra para besar la tierra, en humilde súplica ante su Señor, pero la tierra denuncia su oración como una mentira, incluso sintiéndose manchada por su contacto. Él visita la sala de juego, símbolo de la vida no espiritual, y encuentra gentileza y verdad, pero cuando va a los sitios de culto, encuentra engaño. La implicación es que la vida de los enemigos de Dios – (“Aquellos que no están conmigo, están contra mi*”), o, en otras palabras, los que pasan su tiempo buscando los placeres terrenales, los que viven en el plano horizontal y no ascienden a las alturas – esto es mucho más fácil que la vida del aspirante espiritual que se esfuerza por elevarse a los cielos.
Ese viaje implica una lucha que solo se puede ganar arrojando al ego a un lado. Hasta que éste sea desechado, nuestras oraciones, escuchadas “en la mezquita y en el templo”, son un engaño, porque sin reconocerlo tenemos dos dioses en nuestro corazón, el Creador y nuestro ego. Para elevarse de verdad, debemos rendirnos completamente.
¿Por qué debería ser así? ¿Por qué el amigo de Dios debería estar obligado a inclinar con sumisión la cabeza para recibir “el golpe de Tu cuchillo” como dice Iraqi? Solo por las responsabilidades de la amistad. Debemos tener claro que el “cuchillo”, es decir los dolores y desgracias de nuestra corta vida, nos golpea a todos, tanto los amigos como los enemigos de Dios – pero el amigo, o aquel que busca ser digno de esa amistad, acepta las dificultades de buena gana. Este es el mismo mensaje que se encuentra en el poema de al Ghazali y que fue abordado en esta carta a los murids. Si deseamos que Dios esté contento con nosotros, debemos estar contentos con Él, y, por lo tanto, con sus acciones.
Este camino es el más exigente y muy pocos califican para seguirlo, pero para aquellos que lo transitan, no hay otra opción. Es, como dice el poeta, su destino.
*Mateo 12:30, Lucas 11:23
Traducido por Inam Rodrigo Anda