Adaptándose
Un post reciente que discutía el cultivo del corazón mencionaba el ejemplo de paleo-agricultores adaptándose a su propósito cuando aprendían a cultivar la tierra; el ritmo de vida de un errante cazador-recolector es diferente de aquel que atiende el campo cada día y cuida la cosecha de los peligros. El cazador es fino para observar ciertos signos y sonido de la naturaleza mientras que el agricultor debe aprender una afinación diferente. Cada método tiene sus costos, sus dificultades, y cada uno tiene sus resultados, las consecuencias de los esfuerzos y sacrificios realizados en pro de la meta.
La relevancia para el camino espiritual es obvia. Si deseamos alcanzar la meta – sea que uno etiqueta la meta “Consciencia de Dios” o “Perfección” o “Verdad” o “El Uno” o “Autoconocimiento” o “Liberación” no importa – debemos esperar un cambio, adaptarnos a nuestro propósito. No podemos esperar ir lejos si, por ejemplo, decimos una oración o dos un día y luego esperamos que “Dios” tome el control y arregle nuestras vidas. El agricultor exitoso, para continuar la metáfora, desarrolla una relación íntima con los cultivos y el ganado que le sostienen, de tal forma que sus vidas se entrelazan y pasan a apoyarse la una a la otra. El olivo ha sido uno de los alimentos básicos de la vida mediterránea desde el inicio de la memoria – y por el cuidado de los humanos que dependen de él, algunos árboles individuales han vivido tanto como dos mil años. Y podemos pensar en la historia del muchacho, Farid, quien fue a aprender de un maestro espiritual; cuando le dijeron que piense en lo que sea que él amaba, pudo pensar solamente en una pequeña vaca que había cuidado, y pensó en la vaca tan profundamente que al final sus “cuernos” (NdT: los de él) no le permitían salir de su celda de meditación.
El buscador debe mantener la meta por encima de sus preocupaciones, y estar dispuesto a dejar ir todo aquello que no le pertenece a la meta. Una persona que se embarca en un viaje por mar no necesita llevar un arado. No es una tarea fácil, pero el buscador o buscadora debe aprender a estudiarse a sí mismo para ver que corresponde a la meta, y que es superfluo. ¿Qué comportamientos, qué hábitos, qué actitudes apoyan mi esperanza? Y ¿qué cargas llevo innecesariamente? De ésta manera, nos forjamos hacia nuestra meta, a nuestro deseo, y se vuelve parte de nosotros, como el pastor que no se separa de sus ovejas.
Esta disposición a adaptarse es el signo de la sinceridad. Sin sinceridad estamos divididos y no vamos a ningún lugar; ninguno de nuestros impulsos encontrará el verdadero éxito. Si enfocamos nuestro deseo sinceramente en un solo punto, la meta última está asegurada.
Traducido por Baasit Patricio Carrillo