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Aprendiendo la quietud Inner Call Podcast #138
Si quieres escuchar, tienes que aprender a estar en silencio. Esa fue una de las conclusiones de una reciente conversación sobre la hermosa frase de las meditaciones de la naturaleza :
Mi corazón está afinado con el silencio
que inspira la quietud de la naturaleza.
(Por cierto, si quieres trabajar con esta meditación, busca algún lugar en la naturaleza donde no te molesten, coloca la primera parte de la frase en tu inhalación y la segunda en la exhalación. Siéntate con ella todo el tiempo que puedas, dejando que la respiración y la contemplación hagan su trabajo).
Un corazón tranquilo debería ser de especial importancia para alguien que está recorriendo el camino espiritual, ya que la oración Khatum nos dice que la voz divina viene constantemente del interior, y que es a través del corazón abierto que puede ser escuchada. Si podemos aprender a escuchar esa voz, entre otras bendiciones encontraríamos que es un remedio para la dolencia de un corazón congelado, que ahora es la enfermedad tan común que parece ser una condición natural.
Sin embargo, podríamos preguntarnos qué podría ser “la quietud de la naturaleza”. Si nos sentamos en algún lugar alejado del ruido de la humanidad -en el bosque o junto a un arroyo, en la orilla del mar o quizás en la ladera de una montaña con una buena vista del horizonte lejano, y luego escuchamos con firme atención, ¿qué encontraremos? El suspiro o el rugido del viento, la risa y el chapoteo del agua, el trinar de los pájaros, el zumbido de los insectos y muchos otros sonidos seductores y a veces misteriosos. Nunca habrá un momento de lo que podría llamarse científicamente “quietud”, porque la naturaleza siempre está en movimiento. Y, sin embargo, cuanto más escuchemos, más tranquilos nos volveremos, tanto por fuera como por dentro. ¿Por qué? Quizá parte de la respuesta sea que la propia naturaleza está escuchando. La ciudad es ruidosa porque la humanidad está hablando constantemente e incluso grita; nos sentimos obligados a hacer ruido, cuanto más mejor. Muchas personas, si están solas en casa, ponen música o un programa de televisión para llenar el vacío porque en nuestra vida cotidiana el silencio parece incómodo y “antinatural”. Sin embargo, cuando dejamos atrás el bullicio creado por el hombre, entramos en un ritmo diferente, en el que la actividad se equilibra con la quietud y la expresión se ve rodeada de receptividad
En un entorno así, también nos convertimos en oyentes, como el musgo y los árboles y las montañas, y por supuesto el acto de escuchar significa suspender nuestro propio sonido, dejar de lado el hábito del ruido. Esa es la tranquilidad que inspira la naturaleza.
No podríamos darnos a nosotros mismos -y al mundo que nos rodea- un mejor regalo que aprender esta quietud. Es realmente el remedio -o la raíz del remedio- para todo lo que nos aflige, y para toda la falta de armonía del mundo hecho por el hombre y del mundo natural.
Ensáyalo – apaga este audio – de todos modos ya se acabó – y siente cómo el silencio se esparce a tu alrededor.
Traducido al español por Arifa Margarita Rosa Jáuregui