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No perder el tiempo
Hazrat Inayat Khan dijo una vez que, cuando un cantante ofrece un concierto, hay tantas canciones como miembros de la audiencia. Cada persona lo escuchará según su propia condición y su propia situación. Algunos pueden estar plácidamente entretenidos, otros pueden estar indiferentes, mientras otros sentirán que se elevan con los ángeles. De manera semejante, si muchos artistas se reúnen en un estudio para dibujar una sencilla flor, cada dibujo será distinto. Cada ojo tendrá su propia manera de ver y cada mano su particular modo de expresar lo que el artista captó.
Por eso, cuando los estudiantes contemplan una frase del Gayan, varía el modo en que cada corazón y cada mente captan el pensamiento, como un rayo de luz dispersado por los cristales y podemos ser sorprendidos por brillos y resplandores de tonos inesperados. Este fue el caso no hace mucho cuando un grupo discutía este dicho de Gayan Talas: “Se preocupa en vano quien piensa ‘¿por qué no son los demás lo que deberían ser?’. Pero aquel que se preocupa de que él no sea lo que debería ser, hace bien”. (635)
Hubo, por supuesto, comentarios sobre lo que podría llamarse el pensamiento central de esta enseñanza, la futilidad de pretender reformar a los demás; sabemos que tales intentos nunca son exitosos, aunque con frecuencia cedamos a esa tentación. La gente no desea nuestra interferencia, así como nosotros no deseamos la suya, y estar supervisando a los demás solo conduce a la Discordia, así que, como dijo Buda, “¿por qué hacer algo que te hará infeliz?”. Si realmente esperamos reformar el mundo, tenemos que empezar por nosotros mismos; entonces tendríamos más que suficiente por hacer.
Alguien en la reunión comentó también sobre el efecto que tiene sobre nosotros el hecho de criticar a los demás. El hábito de andar criticando nos vuelve amargos y desagradables para quienes nos rodean y disminuye nuestro propio goce del mundo. Nuestra percepción se sintoniza con lo desagradable. No hay exageración al decir que andar recolectando los defectos de los demás es como estar esparciendo piedras filudas en nuestro propio camino.
No obstante, hubo varios en el grupo que también hallaron una inquietante urgencia en aquella frase; la expresión “en vano” tocó un nervio. Todos trasegamos el camino espiritual movidos por alguna ansiedad que nos quita el sueño. Con seguridad todos hemos tenido la experiencia de levantarnos en medio de la noche, inquietos por el sentimiento de que algo reclama nuestra atención. Nuestra búsqueda puede haber comenzado por una enfermedad, una repentina pérdida, o simplemente por un creciente desasosiego, como sea, algo nos ha empujado a salir de la cama y buscar la verdad, y ese impulso a moverse, esa inquietud, nunca puede alejarse de la superficie de nuestra consciencia. Cuando desatendemos aquella necesidad, sentimos una agitación interior.
El camino espiritual conduce hacia la única meta que puede calmar esa agitación, la única finalidad que da un verdadero sentido a nuestra vida. Si nos preocupamos con algo “en vano”, estaremos desperdiciando la preciosa oportunidad de la vida, y esto es algo que nunca podemos permitirnos. Como se dice en Gayan Boulas: “vida es progreso, y dejar de progresar es muerte”. (290) La situación presente del mundo nos muestra (por si alguna vez hubo duda) que la vida es impredecible. No tenemos idea de cuán larga será la hebra de nuestra vida, pero si se quiebra antes de que consigamos nuestra meta, ¿entonces qué?
Traducido por Vadan Juan Camilo Betancur