Concentración “automática”
Si queremos realizar una tarea, ésta requerirá cierto nivel de concentración, y cuanta más concentración se requiera, más difícil nos parecerá el trabajo. Conseguir que un hilo se deslice por el ojo de una aguja, por ejemplo, nos exige mantener las manos firmes, enfocar la mirada e ignorar el timbre del teléfono o cualquier otra actividad en la habitación, pero sólo durante un momento. Escribir una novela, emprender un negocio o resolver un problema en la comunidad exigen que concentremos nuestros pensamientos en los elementos implicados y los veamos desde distintos ángulos durante un tiempo considerable, y la tarea nos parecerá mucho más difícil. En cualquier nivel, la concentración no es fácil, pero es necesaria para cualquier esfuerzo, ya sea en el mundo exterior o en los planos interiores, porque el pensamiento es creativo, y toda creación, ya sea de formas materiales o de felicidad, surge del pensamiento. Por esta razón, una de las primeras lecciones del camino sufí consiste en desarrollar el poder de concentración.
Al hablar de este tema, Hazrat Inayat Khan señala que existen dos tipos de concentración. La primera es la que dirigimos intencionadamente, pero, quizá para nuestra sorpresa, también habla de la concentración “automática”, de la que casi nunca somos conscientes, pero que, sin embargo, puede tener un gran efecto en nuestra vida. Cada vez que nos concentramos, dirigimos la fuerza del pensamiento hacia la creación de una forma, y si llevamos con nosotros muchas impresiones, suposiciones y prejuicios, éstos también tendrán un efecto creativo, perjudicial o beneficioso según su naturaleza.
Por ejemplo, si una persona tiene la suposición de que su salud no es fuerte, entonces la menor molestia será amplificada por su pensamiento en algo mayor. Cuando ese pensamiento automático de enfermedad está fuertemente arraigado, será difícil incluso para el médico más hábil traerle la buena salud. Hay otros, sin embargo, cuya concentración trabaja en la otra dirección y su creencia y confianza en la buena salud los sostiene a través de muchas tormentas pasajeras. Del mismo modo, hay algunos que adoptan el pensamiento de que están rodeados de oposición, e inevitablemente encuentran oponentes por todos lados, mientras que otros tienen una concentración no reconocida en la amistad, y tales almas serán amistosas con los que les rodean y encontrarán amigos fácilmente.
Deshacer el trabajo de la concentración automática no es una tarea sencilla, porque para ello primero debemos ser conscientes de ella. Alguien cuya concentración apoya la idea de la miseria no puede cambiar de la noche a la mañana declarando: “Ahora sólo creo en el amor y la felicidad”. Los pensamientos inútiles continuarán de todos modos, y parecerá que él miente sobre la dirección que desea tomar. Para realizar un cambio así, es necesario observar nuestros pensamientos con escrupuloso cuidado y total desapego mientras se mueven en nuestro interior, pues, aunque la mayoría de las veces pasan desapercibidos, habitualmente creemos que somos nuestros pensamientos y ellos son nuestra identidad. Mediante un estudio tan cuidadoso podemos entonces empezar a tomar aquellos que deseamos alterar, y forzarlos a ir en la dirección opuesta.
Este es el proceso que Hazrat Inayat Khan denomina “desaprender” y, si persistimos, permite la completa remodelación de nuestro paisaje mental. Cuando somos capaces de encontrar lo bueno en lo malo y lo malo en lo bueno, hemos dado un paso importante hacia el dominio de nuestra mente, en la que reside todo el dominio que existe.