Más allá de los anti-irritantes
En su breve y profundo poema publicado recientemente aquí, el monje laico chino Shih-Te dice:
usar un dolor para deshacerse de otro
nunca te libera del dolor
Alguien con conocimientos de medicina popular podría objetar esto; desde la antigüedad, se ha practicado el uso de sustancias irritantes para aliviar, como el aceite de pimienta, mentol o alcanfor en músculos y articulaciones adoloridas, o en el pecho congestionado, por ejemplo. La idea es que la leve inflamación así producida aumenta el flujo sanguíneo en el área, lo que debería ayudar a sanar el problema. Pero para entender el poema correctamente, debemos entender lo que Shih-Te quiere decir por dolor.
El poema menciona específicamente el dinero, cuyo sueño se convierte en una cárcel de hierro, pero ese es un símbolo que representa mucho más. No solo nos advierte de los peligros de una gran cuenta bancaria, sino de toda ilusión. (Menciona el trío tradicional; ilusión, codicia e ira, pero la más básica de las tres es la ilusión. Cuando la ilusión está ausente, la codicia y la ira también deben desaparecer).
Cuando nos aferramos a la irrealidad, ella inevitablemente nos lleva a consecuencias dolorosas. Nos tropezamos borrachos, esforzándonos en vano por hacer que el sueño responda a nuestros deseos, chocando con la vida y sufriendo contusiones y golpes en el proceso. Pero el resultado más doloroso es simplemente que desconocemos nuestra verdadera naturaleza, que es la única felicidad que existe. Shih-Te nos anima a encontrar esa felicidad, tal como lo hizo el Buda en sus últimas palabras: haz de ti mismo una luz. No confíes en los demás. Lo que no sea nuestro verdadero Ser, por lo tanto, es una fuente de dolor, y es por eso que el poema nos dice que ningún dolor externo eliminará otro dolor.
Buscar constantemente el placer es vivir en un sueño, pero encontrarnos a nosotros mismos es descubrir la felicidad, como leemos en este pasaje en el Vadan, Chalas:
La razón por la cual el ser humano busca la felicidad
no es porque la felicidad sea su sustento,
sino porque la felicidad es su propio ser;
por ello, al buscar la felicidad,
el ser humano se busca a sí mismo.
Sin embargo, para no caer en un sueño adicional de “yo-ismo”, también deberíamos considerar este dicho del Gayan, Boulas: La llave para toda felicidad es el amor de Dios. El sufí no busca conocer a Dios conociéndose a sí mismo, sino que busca conocerse a sí mismo primero amando y conociendo a Dios.
Traducido por Juan Amin Betancur