Viaje y Destino
Al final de su conferencia sobre la madurez del alma, publicada aquí, Hazrat Inayat Khan hace la siguiente afirmación: Y al final del viaje, siempre encuentra que ha viajado porque era su destino viajar, y descubre que su punto de partida es el mismo que su objetivo final. Esta parece una curiosa forma de finalizar su conferencia puesto que ‘destino’ no se había mencionado ni tampoco el misterio de llegar a donde comenzamos ¿Cómo podemos entender esto?
Es común hablar de la vida misma como un viaje y también aplicar este término para el desarrollo espiritual. Esto no es solo porque viajar en tiempos antiguos era físicamente laborioso y conllevaba todo tipo de peligros, desde tormentas en el mar hasta enfermedades, animales salvajes y ladrones, pero también porque ir de un lugar a otro permite un cambio de visión; la vista desde la cima de una colina es muy diferente desde el valle. De manera similar, nuestra percepción del mundo cambia a medida que crecemos y nos desarrollamos. En cambio, el viaje también se ha utilizado como método espiritual. Los derviches, por ejemplo, se desprenden de apegos a partir de no permanecer en un lugar por mucho tiempo, y miles de personas han recorrido el camino de Santiago, afinando su espíritu con la peregrinación. Pero los viajes en el mundo físico usualmente comienzan en un lugar y terminan en otro diferente. Si pensáramos que el viaje sólo nos trae de regreso al punto de partida, entonces no estaríamos seguros de viajar. Entonces, ¿qué quiere decirnos Hazrat Inayat?
El viaje spiritual es una búsqueda de unidad. Comenzamos a andar a tientas en la oscuridad porque, de una forma u otra, nos sentimos incompletos, como si ‘algo’ estuviera faltando, y todos nuestros esfuerzos –a partir de oración y meditación y varias formas de disciplina– son esfuerzos para encontrar aquello que llene ese vacío. Pero la unidad no está sólo en un lugar u otro; si pudiera encontrarse en la cima de una montaña y no en su ladera, entonces no sería unidad. El Uno debe estar en todo lugar. Esto significa que lo que hemos buscado, a veces por toda una vida, no estaba ausente en el lugar donde comenzamos a buscar, aunque no lo hayamos reconocido cuando partimos por primera vez en nuestro viaje.
Y esta misma verdad también explica la afirmación del Maestro sobre el destino. Nosotros y todas las innumerables formas de manifestación hemos brotado de la misma Fuente sagrada de Abundancia, y como ninguna forma puede durar para siempre, todo se disolverá algún día nuevamente en el único Océano del Ser. Dejando de lado por un momento la pregunta del micro-destino (“¿Me voy a ganar la lotería? ¿Estoy destinado a casarme con esta persona? ¿Por qué el destino me dio cabello rizado?”), es innegable nuestro destino de viajar hacia el Uno, y cuando, algún día, nos demos cuenta de esa Unidad, sabremos que nunca estuvimos separados de lo que buscábamos.
Y si algunos dicen, “Entonces, ¿por qué preocuparse con ejercicios espirituales si estamos destinados a llegar a la Unidad de todos modos?” la respuesta es esta: que aquel que reconoce la Unidad tiene el privilegio de viajar con los ojos abiertos, mientras que el otro viaja con los ojos cerrados y se pierde la maravillosa oportunidad de apreciar.
Traducido por Darafshan Daniela Anda