¿Te tomas ‘selfies’ cuando rezas?
Tal vez una de las características de nuestra época – o deberíamos decir síntomas – es el fenómeno generalizado de la ‘selfie’. La ubicuidad del teléfono móvil hace posible que todos fotografíen todo, y lo hacemos con un entusiasmo desenfrenado. Si las personas se encuentran en un contexto inusual, durante una caminata a la orilla del mar por ejemplo, o en el mercado de un pueblito o quizás en la cima de una montaña, es muy común juntarse mientras un miembro del grupo sostiene el celular con el brazo extendido para tomar una fotografía. Esta imagen puede verse como un admirable tributo a la amistad, pero hay otro tipo de “selfie”, más dudosa, en la que el ‘self’ [uno mismo, tr.], siempre sonriendo triunfantemente, y frecuentemente con una postura estilizada, un brazo levantado o una pierna en ángulo, toma una foto frente a algo especial como un monumento o una pieza de arte. Este tipo de fotografía es claramente tomada como un trofeo, prueba verificable de que hay una conexión entre ‘mí’ y la fama de lo que sea que está de fondo. No tiene nada que ver con la experiencia del objeto; un turista sonriendo frente a la Pietá de Miguel Ángelo no parece haber asimilado nada de la profunda tristeza y el amor expresados en el arte del escultor.
Sin embargo, la ‘selfie’ no fue un invento del teléfono, sino de las personas; desde el inicio de la historia siempre hemos tomado ‘selfies’ mentales. ¿De qué otra manera hubiesen los ricos y poderosos construido consistentemente ambientes impresionantes para ellos mismos? Una cama cómoda que calce únicamente para el que duerme; no necesita ser tan grande como una cancha de tenis. ¿Cuál es el propósito del palacio de Versalles sino permitir a la realeza y miembros de la corte admirarse mentalmente mientras se pasean por el Salón de los Espejos o por los jardines interminables?
No debería ser sorprendente, entonces, si miramos cuidadosamente a nuestros pensamientos mientras rezamos y nos encontramos tomando ‘selfies’. “Aquí estoy, siendo respetuoso, con la cabeza inclinada, muy propio, ¿no te parece? Y este soy yo, orando. En esta estoy pidiendo perdón por mis faltas; ese es Dios en el fondo”. Y cuando terminamos nuestras oraciones, cuando nos sentamos a tomar café, podríamos pasar distraídamente por la colección de imágenes en nuestra mente y sentir cierta satisfacción por nuestro grado de espiritualidad – o como tantas otras imágenes que hemos tomado, pueden almacenarse en la nube y olvidarse. “Las miraré después”, pero de alguna manera nunca lo hacemos.
Ciertamente deberíamos enfocar al Uno con nuestra cámara, y hacer que nuestro pequeño ser no salga en la foto. Hacerlo de otra manera es insano, la fuente fundamental del sufrimiento. Sin embargo, el remedio para esta enfermedad es simple: olvidarnos de nosotros mismos, no traer una agenda y permitir que la Divinidad nos llene con su perfecto Ser. La oración Salat inicia así, “Benignísimo Señor, Maestro, Mesías y Salvador de la humanidad, te saludamos con toda humildad”. Si mentalmente nos revisamos para ver si somos lo suficientemente humildes, si estamos lo suficientemente postrados cuando decimos esto, entonces seguimos mirando en la dirección errónea.
Descartar este ensimismamiento parecería una tarea sin esperanza, paradójicamente parece requerir un auto-monitoreo sin fin cuando es justamente lo que queremos eliminar, pero el secreto para lograrlo está en la magia del amor. No es difícil olvidarnos completamente cuando estamos llenos de amor – lo hacemos automáticamente, y es por eso que tenemos el dicho sobre la humildad en el Vadan Talas: La humildad en el amor es la humildad del maestro, y la humildad en la rendición es la humildad del esclavo.
Tal vez comenzamos el camino de la oración porque pensamos que se nos requiere, creyendo que estamos ‘obligados a rezar’, se ‘espera’ que cumplamos con este deber. La verdadera naturaleza de la oración, no obstante, solamente se revela cuando la realizamos desde el amor. Si amamos, y nuestro Amado está eternamente presente, ciertamente el deseo de tomar ‘selfies’ se olvidará completamente.
Traducido por Darafshan Daniela Anda