Musharaff Khan, el menor de los hermanos de Hazrat Inayat Khan y más tarde Pir-o-Murshid del movimiento Sufí, retornó a India en un peregrinaje en los años 30. En el siguiente pasaje, cuenta de una visita inesperada a un “santo vivo” obedeciendo una orden del espíritu de Khwaja Moinuddin Chisti. Los lectores reconocerán el término “Wali Allah” de la descripción de Hazrat Inayat Khan de la jerarquía espiritual, como un particular nivel de maestría y responsabilidad.
Rindiendo homenaje a un Santo vivo
Después de rendir homenaje a Khwaja Saheb Chisti de Ajmer, llegamos a Ahmedabad y debíamos cambiar trenes y, por tanto, pasar la noche ahí. Dormí muy poco y en ese sueño Khwaja Saheb se me apareció con un rostro muy radiante y me ordenó no seguir con mi viaje hasta que rindiera mi homenaje al Wali Allah vivo de Ahmedabad. Conté esta experiencia a mi compañera quien también tenía una gran fe, ella me dijo debes obrar según esta señal y no seguir con nuestro viaje.
Pero no sabíamos nada acerca de cómo llegar a este Wali Allah vivo; ambos éramos extranjeros, no conocíamos nada del pueblo. Y aquí podemos ver al Espíritu de Guía: estaba buscando un carruaje para alquilar y dejé pasar muchos que estaban esperando fuera de la estación; y luego de pasar tantos había un conductor entre ellos que me llamó la atención y me dio la impresión de que sería un hombre muy devoto, y que yo debía alquilar este carruaje.
Le dije, “Mire, me gustaría contratarlo para que nos muestre éste pueblo histórico y para que sea nuestro guía en mostrarnos el pueblo”. Le agradó mucho y estaba deseoso de ayudarnos. Durante nuestra visita a los sitios históricos le pregunté si sabía de un conocido Zinda Wali [santo vivo, amigo viviente de Dios] que vivía en el pueblo. Este conductor era un musulmán, y me dijo: “Si, señor, hay un Wali Allah vivo cerca del pueblo, pero está alejado del mundo y ha buscado la soledad, y en esa soledad está dedicando a su vida meditativa. Si la gente es afortunada y si Dios lo ordena entonces este Wali los recibe, sino él siempre vive en su soledad”
Le dije, “¿Es posible que usted nos lleve ahí?” Dijo: “Si, señor, Yo seguro puedo llevarlos, pero su santidad vive fuera del pueblo” Dije que no me importaba, que nos gustaría ir y rendirle homenaje.
También le pregunté si sería posible que le compráramos unas frutas u ofrecerle dinero. Respondió que al sabio no le gustaban los regalos de monedas, que le importaban muy poco las cosas mundanas y que amaba su meditación y sus oraciones y la soledad, eso era todo. “Ni siquiera puedo decirles si los recibirá, pero si tienen suficiente suerte será posible”.
Dije, “no importa, vamos”. De todas maneras, en el camino compramos una canasta de frutas para el sabio, y se lo llevamos a su casa. En el camino el cochero nos contó acerca del santo, de que él le conocía un poco, que tenía muchos discípulos, quizá miles, y que venían de diferentes partes de la India, incluso de Afganistán y Kabul. Tenía cerca de 85 años o más; durante su vida se había ganado la vida con gran esfuerzo, y con eso había construido su propia casa donde ahora pasaba su vida de meditación y devotamente vivía la vida interior.
Dije, “no importa, vamos”. De todas maneras, en el camino compramos una canasta de frutas para el sabio, y se la llevamos a su casa. En el camino el cochero nos contó acerca del santo, de que él le conocía un poco, que tenía muchos discípulos, quizá miles, y que venían de diferentes partes de la India, incluso de Afganistán y Kabul. Tenía cerca de ochenta y cinco años o más; durante su vida se había ganado la vida con gran esfuerzo, y con eso había construido su propia casa donde ahora pasaba su vida de meditación y devotamente vivía la vida interior.
Todo esto nos dio aún más anhelo de rendirle nuestro homenaje y estábamos convencidos de que debía ser muy verdadero en su evolución en el sendero de la Luz divina. Al llegar a su morada vimos una casa construida de una manera muy anticuada y blanqueada afuera. Era una pequeña villa fuera del pueblo; la calle se llamaba Kutsjai Araba y su nombre era Sayed Amir Hassan. Cuando nos aproximábamos a la casa sentimos una muy fuerte atmósfera y vibración, que traía el perfume de incienso muy fuertemente. No había nadie y en donde estaba sentado el santo había una cortina cerrada. Nuestro cochero fue en esa dirección y comenzó a llamar en voz alta a Su Santidad, diciendo que había dos almas que venían a rendir homenaje. “Vienen de muy lejos, y espero que puedas concederles su deseo y no los decepciones”. El cochero gritaba todo esto a través de las cortinas cerradas. Entonces apareció un joven, con el mensaje de que su santidad vendría y nos recibiría. Estábamos sentados en las piedras en el porche. El joven trajo sillas para nosotros, pero rehusamos a sentarnos de esa manera: dijimos que queríamos sentarnos a los pies del sabio.
Y cuando el sabio apareció encontramos su rostro radiante de luz y estuvimos fascinados con su presencia, llenos de lágrimas y emociones. Tenía una barba gris y usaba un gorro blanco y lentes y estaba sentado en un pequeño taburete. Parecía un alma muy iluminada. Sentimos en su atmósfera el calor de su amor. En su presencia nos sentimos muy elevados. Después de un largo silencio el santo me hizo una pregunta, y cuando lo escuchamos hablar, es difícil describirlo, había tal ternura y dulzura en su voz. Dijo, “¿cómo es que llegaron aquí?”. Respondí “Su Santidad, era el anhelo de nuestra alma rendirle homenaje y usted seguro sabe que fuimos guiados aquí”. Y luego de un corto silencio le hablé de mi hermano Inayat Khan que había llevado el mensaje sufi a occidente para lograr mejor comprensión entre Oriente y Occidente, y como veníamos para ir a Delhi a rendir homenaje en su tumba. “le rogamos si podría ser tan amable de orar por nosotros y por nuestra guía correcta en el Mensaje de Amor, Harmonía y Belleza”. ¡Nos respondió que aquellos que caminan el sendero de la Verdad no temen! Y también dijo que el verdadero mensaje de Jesucristo sería nuevamente revelado y conocido por los amantes de la Verdad. Quería decir que la rigidez de algunas sectas Cristianas desaparecería.
Luego de esta plática nuevamente mantuvimos silencio. Entonces mencionó una práctica Sufi y dijo que me habían encomendado esta oración sagrada, la cual debía incrementar más que nunca antes. Le dije, “Ciertamente, la incrementaré”. Esto me dio la evidencia de su apertura a la consciencia interna, que él conocía mi práctica particular y mi estado de evolución.
Después de otro silencio abrió sus ojos y nos miró con la expresión de bendición. E hizo el gesto de “y ahora deben irse”. Esta es una expresión mística de la continuación del mismo ritmo en el sendero espiritual, cuando lo dicen con un gesto. Así que obedecimos y con gran emoción salimos. Incluso nuestro conductor estaba en la misma condición. Nos sentíamos altamente exaltados y sabíamos que habíamos recibido la bendición del Wali Allah vivo, el Santo o Maestro vivo. Mi padre y también su hermano Zafar Khan tuvieron la misma visión que yo tuve luego de visitar la tumba de Khwaja Chisti, pero de una manera diferente.
De “Pages in the Life of a Sufi”
Musharaff Moulamia Khan
Tr. Baasit Particio Carrillo