Vislumbres: Dos ejemplos de cortesía
Hazrat Inayat Khan contaba las siguientes anécdotas:
Cierta vez en la India me estaba quedando cerca de un templo hindú en el que había dos porteros que cuidaban el templo. Eran afganos, orgullosos y ásperos, rígidos en su comportamiento aunque en su expresión había honestidad y bondad.
Yo pasaba con frecuencia por ahí, y cada vez que lo hacía ignoraban mi entrada y mi salida, para no molestarse en observar la cortesía convencional.
Un día uno de ellos vino a mí con un mensaje de su maestro. Me levanté de mi silla y lo recibí muy cordialmente. Y desde ese día cada vez que yo pasaba era bien recibido, con sonrisas y una bienvenida muy cordial, y no me ignoraron más.
Esto sucedió porque se le dio educación sin herir sus sentimientos, y como eso le agradó, pensó que debía devolver esa cortesía.
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Cierta vez, viajando, me encontré con un hombre de evolución muy densa, un soldado que siempre vivió en ambientes militares y que tenía ideas propias muy fijas. Y mientras conversábamos y se hizo evidente que pensábamos en forma diferente acerca de algo, dije, con el fin de preservar la armonía, “Bueno, ¡somos hermanos!”.
Me miró con gran furia y dijo, “¡Hermanos! ¡Cómo se atreve a decir tal cosa!”
Le dije, “Lo olvidé. Soy su sirviente, señor”.
Él estaba muy complacido. Pude haber discutido, pero esto habría creado desarmonía sin razón. La necedad de ese hombre ardió como el fuego; le puse agua y lo extinguí. No me disminuí, pues todos somos sirvientes unos de otros, y esto le agradó y le satisfizo.
Tr. Juan Amin Betancur