Sala de invitados : Paz
El siguiente artículo de Nuria Irene Daly se publicó por primera vez en el boletín del Movimiento Sufí Australiano Spirit Matters.
Nací durante la guerra; mis padres anhelaban desesperadamente la paz, por lo que me pusieron el nombre de Irene, que significa Paz en griego. Mis padres consiguieron escapar de una muerte segura por los nazis en Viena; eran judíos. Formaron parte de una pequeña comunidad de refugiados judíos en Derry (Irlanda del Norte) en 1939, justo antes del estallido de la guerra. Europa aún estaba en guerra cuando yo nací en el verano de 1943, el primer bebé nacido en esa pequeña comunidad. Uno de mis “tíos” escribió un poema para celebrar mi nacimiento, comenzaba así: “Niña irlandesa, tu nombre es “Paz”. ¿Qué es Paz?
¿Encontró la paz este grupo de refugiados vieneses? La llegada de un niño a esa comunidad les dio esperanza y propósito. Al año siguiente, nació otro bebé en la comunidad, un niño. Esa familia también quería un nuevo comienzo, un propósito y paz. Tres familias se quedaron en Derry: las dos con hijos y otra pareja que habían llegado solteros pero se casaron allí. No tenían hijos, pero los que se quedaron tenían un propósito para quedarse.
Murshid dice que hay cinco cosas que el hombre anhela: – Vida, Poder, Conocimiento, Felicidad y Paz. Nuestras familias encontraron la Vida, y vivieron y trabajaron para sus hijos, para nosotros. Estaban felices de vernos crecer y ser felices también. Lo más importante era tener una buena educación, ir bien en la escuela, tener conocimientos, vivir plenamente la Vida y ganarse la vida.
Para encontrar la Paz, la gente abandona el entorno que le resulta molesto – a veces para emigrar, convertirse en refugiado, o simplemente para alejarse de la gente, sentarse tranquilamente y descansar.
Murshid dice que “el que no está preparado para la paz no la encontrará, aunque se fuera a las cuevas del Himalaya lejos del mundo entero”.
El que ha encontrado la paz dentro de sí mismo puede estar en una cueva de la montaña o entre la multitud, pero en todos los lugares experimentará la paz. La verdadera paz sólo puede llegar si nos mantenemos tan firmes contra todas las influencias que nos rodean que nada pueda perturbarnos'[1].
Mi padre podía hacer eso, era una persona pacífica, estuviera donde estuviera, incluso en Viena bajo los nazis, se dedicaba a sus asuntos tranquilamente hasta que mi madre tuvo que esconderlo en el sótano. Mi madre solía decir “Er hat eine Ruhe in sich”, que se traduce como “tiene una paz o tranquilidad en él”; lo mismo decía de mí, pero no pretendía ser un cumplido, sino una crítica, dicha con exasperación.
Mi padre era un alma pacífica, pero mi madre tuvo que sacarlos a ambos de Viena, encontrar una salida a una muerte y destrucción seguras. Ella los salvó a ambos muchas veces y, en muchos sentidos, comprendía la naturaleza humana, mientras que mi padre sólo veía lo bueno de las personas.
¿Qué es lo que causa la guerra y el conflicto? ¿La falta de paz? “El mensaje de Dios ha sido dado a muchos Mensajeros en una forma adecuada a la evolución de la gente de esa época en particular. A medida que la humanidad evoluciona, su tendencia es a unirse, a superar las diferencias de nacionalidad, religión, raza o credo. El profeta Mahoma advirtió a sus discípulos que no debían asociar su nombre a su mensaje, sino que éste debía llamarse Islam, el mensaje de la Paz. Islam significa literalmente Paz.
Las diferencias entre las religiones son sólo externas, su significado interno es uno. Si la humanidad tan solo hubiera entendido esto, el mundo habría evitado muchas guerras. La guerra ha sido causada principalmente por la religión, que fue dada al mundo para establecer la paz y la armonía.
El individualismo, el materialismo y el mercantilismo han provocado la competencia y la rivalidad. La vida es una batalla continua, y lo único que puede aliviarla es la consideración por los demás, la reciprocidad, el desinterés en lugar del egoísmo.
La autorrealización revela la Verdad, que es el objetivo último, y aporta una felicidad que las palabras no pueden explicar. Es la paz que anhela toda alma”[2].
“El Ser original del alma es la Paz. La parte interna y esencial de cada ser está compuesta de vibraciones finas, y la parte externa está formada por las gruesas. A la parte fina la llamamos espíritu, ya que está menos sujeta al cambio y a la destrucción, y a la parte gruesa la llamamos materia, que está más sujeta al cambio y a la destrucción. Todo lo que vive es espíritu y todo lo que muere es materia. El aumento gradual de la actividad hace que las vibraciones se materialicen y la disminución gradual de la actividad las transmuta de nuevo en espíritu. Las vibraciones pasan por cinco fases distintas mientras cambian de lo fino a lo grueso, y los elementos de éter, aire, fuego, agua y tierra tienen cada uno un sabor, un color y una forma peculiares. En cada paso de su actividad, varían y se diferencian unos de otros, y es la agrupación de estas vibraciones lo que causa la variedad en el mundo objetivo” [3].
La autorrealización es un equilibrio dentro de nosotros de estos cinco elementos. Cuando utilizamos la Respiración de los Elementos, estamos equilibrando estos elementos. Podemos relacionarnos fácilmente con algunos elementos, pero otros son problemáticos. Yo diría que mi padre tenía los elementos agua y aire bien desarrollados en su interior, pero el elemento fuego estaba reprimido (era Acuario), mientras que mi madre tenía mucho fuego y con ello miedo. Ella era Aries. Debemos aprender a conocer y comprender cada elemento: convertirnos en el elemento tierra, agua, fuego, aire y éter.
Lo que el sufí busca es la autorrealización, y llega a ella por medio del ideal divino: Dios. Esta realización es la felicidad y la paz que anhela toda alma.
El loto dorado que aparece aquí es sagrado: representa nuestro viaje desde el barro donde tiene sus raíces, atravesando el agua, por el aire, hasta llegar al sol.
La Respiración de los Elementos es perfecta para llevarnos a un lugar de Paz – Éter. Debemos conocer y entender cada elemento – eventualmente convirtiéndonos en tierra, agua, fuego, aire y finalmente éter. Al hacer esto, nos volvemos equilibrados – no demasiado de un elemento o muy poco de otro. Esa es la verdadera autorrealización.
Para mí, el símbolo de la Tierra es el poderoso roble que representa el Árbol de la Vida, con sus raíces profundas en la tierra, en las profundidades, en el inframundo, y su copa alcanzando los cielos. La esencia divina Lilith (nacida con Adán e igual a él), la Shekinah, vive dentro del Árbol en su centro. Respiramos en el Árbol y nos convertimos en parte de él utilizando el aliento terrestre para convertirnos en Tierra. Su color es el ámbar, la vibración de la Tierra y del Árbol.
Para el Agua, visualizo una imagen que me encantaba de niña: amantes entrelazados, sumergiéndose en las profundidades de un océano verde: el Agua de la Vida. El océano es la fuente de toda la vida, nacemos del agua, es sagrada. Así que cuando respiramos Agua, imaginamos que estamos en sus profundidades – en el océano, nadando libremente, jugando, moviéndonos, viviendo en las profundidades.
El fuego era un elemento difícil para mí, pero he aprendido que el fuego del amor quema todas las impurezas, el ego y todo lo que creemos que somos. Quema el miedo dejándonos libres y purificados. El Divino se comunica con nosotros a través del Fuego, como experimentó Moisés en su encuentro con la zarza ardiente. La llama arde en todas las cosas, incluso en las raíces de un poderoso árbol muerto hace tiempo. La llama quema, pero no destruye. La respiración del fuego da poder, energía y claridad. Es un aliento de dragón.
El aire es el aliento de Dios: lo respiramos y nos movemos a través de él. Para los chamanes, el Viento es una entidad y se trata según el tipo de Viento que sea. ¿Un Viento del Norte? ¿Un viento del sur? ¿Un Viento del Este o del Oeste? En nuestra práctica, podemos encontrarnos volando. Eso es liberador y gozoso. En los cuentos de hadas, el psicopompo, que suele ser un caballo volador, lleva al héroe hacia los reinos interiores y a través de ellos. La vibración y el color del aire es el azul, el color de la Reina del Cielo, el color que vemos en nuestras meditaciones. A menudo, en los cuentos de hadas, el héroe vuelve a “casa” en el lomo de su caballo volador con su amada Reina. En el camino, ella (el caballo es femenino, un aspecto de su Amada) realiza para él tres tipos de hazañas de destreza y atrevimiento mientras está bajo el sol. También el sol es femenino en la mitología irlandesa.
La Verdad y al anhelo de toda alma: la autorrealización es llegar allá. No es sólo la realización; es una felicidad que las palabras no pueden explicar. Es la paz que anhela toda alma. Ese es el hogar: el Éter. Es todos los colores y sin embargo ningún color – el reino más alto y más fino de todos. El reino del Alma y de la Paz eterna.
“La paz sea con ustedes”.
[1] Hazrat Inayat Khan. The Alchemy of Happiness. Vol VI The Sufi Message. P.21 22
[2] Hazrat Inayat Khan. The Unity of Religious Ideals. 1979
[3] Hazrat Inayat Khan. The Mysticism of Sound and Music. Shambhala. Boston & London. 1996
Traducido por Inam Anda