Hazrat Inayat: El arte de la personalidad (2) pt II
Continuando con su explicación en este tema, Hazrat Inayat Khan investiga dos aspecto del arte de la personalidad, el movimiento y el habla, e ilustra el tema con una anécdota personal y una historia simple y clara. La publicación anterior puede encontrarse aquí.
Si un árbol del bosque crece en el jardín de la misma manera [como en el bosque], el jardinero podría decir: “Tú no eres bienvenido aquí, no encajas con el entorno. Este es un jardín, no es un bosque”. Pero además de eso, el arte de la personalidad no es solo algo que una persona debería aprender para volverse agradable para los demás – el arte de la personalidad cumple el propósito de la vida.
Y ahora viene la pregunta: ¿Qué es el arte de la personalidad? ¿Llamas un rasgo distintivo en la vestimenta, el habla o la acción al arte de la personalidad? ¿Es poner en diferentes formas de expresión, una cortesía extra, un ritmo social? No, para nada. Eso es falsedad que la gente adopta, siendo poco natural y actuando artificiosamente. En lugar de dar una mejor impresión, ellos dan una peor. Es algo que se expresa espontáneamente. No necesitas actuar de una manera determinada, no necesitas simular algo. El arte de la personalidad es la expresión de uno mismo.
Además, es el signo de los grandes expresar el arte de la personalidad. Ya sea a sabiendas o sin saberlo, una persona puede haberse desarrollado de esa manera, y es maravilloso verla. En la India me gustaba mucho ver a las celebridades conocidas en nuestro país. Y un día escuche que un gran luchador estaba visitando nuestra ciudad. Nunca había estado de acuerdo con algo que haga que uno gane y otro pierda, pero debido a que este hombre era una celebridad, quise verlo. Uno podría esperar muy poco de la personalidad de un luchador. Pero en esta personalidad, en lugar de toda la fortaleza – muscular y nerviosa – había una actitud tan amable, una mirada tan simpática, una actitud tan extrovertida y había tal serenidad, que pensé, incluso un luchador, cuyo trabajo es el más material y físico, puede demostrar que es su personalidad, y no algo material, lo que le ha hecho grande; es su personalidad.
Uno puede preguntarse, “si una persona tiene una personalidad, ¿por qué debe desarrollarla?” Pero incluso un diamante debe ser cortado. Tiene la luz en él, pero es necesario cortarlo. No puede mostrar ese resplandor y esa brillantez antes de ser cortado. Pasa lo mismo con la personalidad.
Entonces uno puede preguntarse, “¿Cómo se considera la personalidad, en cuántos aspectos diferentes?” Con mucha frecuencia, antes que una persona haya dicho una palabra, ha realizado un movimiento que ha provocado una sacudida en la delicada sensibilidad de quien lo ve, y que puede [por lo tanto] haberse formado una opinión de esa persona, antes de haberla conocido, solo por su movimiento. En un movimiento una persona muestra su estado de ánimo, a menos que tenga el poder para controlarlo. Uno puede mostrar terquedad, debilidad, insensatez; todo se puede rastrear cuando una persona camina, o se sienta, o se levanta. Quienes pueden reconocer a una persona en un abrir y cerrar de ojos, no necesitan estudiar fisonomía. Para ellos, un movimiento muestra si una persona es evolucionada o no. Y cuando sus movimientos no son dirigidos, cuando esta ciencia no es enseñada, no es entendida, una persona puede hacer unos movimiento que producirán una impresión en su [propio] espíritu y convertirán todo su ser en un error. La educación ha prestado muy poca atención a esto.
Y ahora, pasando al otro aspecto de la personalidad que pertenece al habla. Cuanto más entendamos sobre esto, más sabremos que para cada palabra hay un tiempo y para cada palabra hay un lugar. Y todo lo que digas en su propio puesto y que sea lo adecuado, será bueno. Se vuelve un error cuando se lo dice en un lugar que no es el suyo. Las personas por lo general no piensan en esto. Muy a menudo, las personas son directas, sin importarles cuándo hablan, qué hablan, dónde hablan. Una persona que no tiene control sobre su discurso se convierte en una especie de máquina, que sigue y sigue y sigue, sin ninguna voluntad detrás de ella.
Recuerda que no sólo no se ganan el afecto de los demás, la aprobación de los demás, sino que repelen a los demás. No pueden guardar ningún secreto, porque tienen que decirlo, tienen la costumbre de decirlo, no tienen control sobre ello. Una vez una mujer fue a un sanador y le dijo: “¿Puede ayudarme, estoy en apuros?”. El sanador preguntó: “¿Cuál es el problema?” Ella dijo: “Cuando mi marido llega a casa, está en tal estado que siempre hay un desacuerdo”. “Oh”, dijo él, “eso es lo más fácil de hacer. Sólo te daré estas pastillas magnetizadas. Cuando tu marido llegue a casa, te pones una en la boca y la mantienes ahí”. Cuando el marido llegó a casa, cansado y fatigado, se dispuso para la guerra como de costumbre, pero ella se quedó callada y no respondió. Él estuvo malhumorado durante un rato, pero luego se tranquilizó. Y así el hogar se volvió más armonioso. Entonces, antes de que se acabaran las pastillas, ella fue donde el sanador y le dijo: “Dame un paquete más de estos”, y él respondió: “Señora, aprenda de esto, que no son las pastillas, es mantener silencio, son los labios cerrados. Cuando su marido está cansado, no tiene su mente clara. Y cuando no le anima a reñir, no reñirá”.
Continuará…
Traducido por Inam Anda