Hazrat Inayat: Despertar. Parte I.
Con esta publicación iniciamos una serie de textos escritos por Hazrat Inayat Khan sobre el despertar del alma, un tema del que hemos hablado en múltiples ocasiones. El Inner Call también publicó anteriormente una larga conferencia sobre el tema, la primera parte de ésta se puede encontrar aquí, en caso de que los lectores deseen comparar los textos.
Hay un proceso de despertar de la niñez a la juventud y de la juventud a la madurez, y durante este desarrollo, el punto de vista de uno, la perspectiva de la vida, están cambiando. También se descubre que a veces se pasa por una enfermedad o un gran sufrimiento y, al final, toda la perspectiva de la vida ha cambiado. A veces también ocurre que alguien que ha viajado lejos regresa aparentemente bastante transformado. Y a menudo se produce un cambio repentino de perspectiva después de que una persona ha formado una amistad, ha sido alumno de alguien o se ha casado. Incluso hay algunos casos en los que el cambio es tan marcado que se puede decir que se ha convertido en una persona completamente nueva.
Podemos dividir tales cambios o desarrollos en tres clases: la primera está relacionada con el desarrollo físico, la siguiente con el desarrollo de la mente y la tercera con el desarrollo del alma. Aunque pocos lo admitirán, muchas personas pueden recordar experiencias de su niñez que cambiaron toda su perspectiva de la vida. La maduración es un resultado deseable, y el objetivo de todo objeto de la vida es madurar y desarrollarse; por lo tanto, en el despertar del alma, uno puede reconocer el cumplimiento del propósito de la vida.
La primera señal del despertar del alma es el nacimiento de un bebé. Desde el momento de su nacimiento, el infante está interesado en escuchar cosas, sea cual sea el sonido que venga, y en ver cosas: un color o una luz o lo que sea. Así, una persona cuya alma se ha despertado se abre a todo lo que ve y oye. En comparación con esa persona, todos los demás parecen tener los ojos abiertos y, sin embargo, no ver; parecen tener los oídos abiertos y, sin embargo, no oír. Aunque hay muchos con los oídos abiertos, rara vez hay uno que escuche, y aunque hay muchos con los ojos abiertos, casi nadie ve. Es por eso que la visión natural del alma despierta se llama clarividencia y su audición natural, clariaudiencia. La simple palabra inglesa “seer” (vidente) transmite que un hombre así tiene ojos, pero además de ojos, tiene vista.
En el momento en que el alma se despierta, la música la atrae, la poesía la toca, las palabras la mueven, el arte la influye. Ya no es un alma dormida, está despierta y comienza a disfrutar de la vida en mayor medida. Es este despertar del alma lo que se menciona en la Biblia: “a menos que el alma nazca de nuevo, no entrará en el reino de los cielos”. Que el alma nazca de nuevo significa que se despierta después de haber venido a la tierra; y entrar en el reino de los cielos significa entrar en este mundo en el que estamos ahora, el mismo reino que se convierte en cielo tan pronto como cambia el punto de vista. ¿No es interesante y maravilloso pensar que la misma tierra sobre la que caminamos es tierra para una persona y cielo para otra? Y es aún más interesante notar que somos nosotros quienes lo cambiamos de la tierra al cielo. Este cambio no viene por el estudio, ni por nada más, sino por el cambio de nuestro punto de vista. He conocido personas que buscan la verdad, que estudian libros sobre ella, e incluso que escriben muchos libros sobre filosofía y teología, y al final estaban en el mismo lugar que antes. Eso muestra que todos los esfuerzos externos son excusas; sólo hay una cosa que te pone cara a cara con la realidad, y es el despertar del alma.
Toda la tragedia de la vida, toda la miseria y la falta de armonía, son causadas por la falta de comprensión; y la falta de comprensión proviene de la falta de penetración. Cuando uno no mira la vida desde el punto de vista que debería, entonces se decepciona, porque no puede comprender. No le corresponde al mundo exterior ayudarnos a comprenderlo mejor, somos nosotros mismos quienes debemos ayudarnos a nosotros mismos.
Continuará…
Traducido por Prajnabai Mariana Betancur