Hazrat Inayat: Ser como un niño
Aquí dos breves extractos de una conferencia más larga de Hazrat Inayat Khan, que se publicó en el volumen VI de la serie del Mensaje con el título “Pureza en la vida”.
La pureza de vida es el tema central de todas las religiones que se han entregado a la humanidad a lo largo de los siglos, ya que la pureza no es solo una idea religiosa, sino que es el resultado de la naturaleza de la vida misma, y uno la ve de una forma u otra en toda criatura viviente. Es la tendencia de todos los animales y aves a limpiar su pelaje o plumas, y a encontrar un lugar limpio donde vivir o sentarse; y en el ser humano esta tendencia es aún más pronunciada. Incluso un ser humano que no se ha elevado por encima de la vida material muestra esta facultad en limpieza física, pero detrás de esto hay otro aspecto oculto, algo que es el secreto de toda la creación y la razón por la cual el mundo fue creado.
La pureza es el proceso a través del cual se manifiesta el ritmo de vida, el ritmo de ese espíritu que habita y que ha trabajado a través de las edades en mineral y planta, en animal y ser humano, pues su esfuerzo, a través de todas estas experiencias, es llegar a esa realización donde se encuentra puro; puro en esencia y puro de todo lo que podría afectar su condición original. Todo el proceso de creación y de desarrollo espiritual muestra que el espíritu, que es la vida misma y que representa lo divino en la vida, se ha envuelto en innumerables pliegues, y de esa manera, por decirlo así, ha descendido del cielo a la tierra.
Este proceso se denomina involución, y lo que sigue se conoce como evolución, o el desenvolvimiento de la esencia divina de los pliegues de la materia envolvente. La sensación de esta necesidad de liberar al espíritu de aquello que lo obstruye y lo amarra se llama pureza, en cualquier lugar de la vida en que se perciba. Es en este sentido que podemos entender el dicho “la limpieza está al lado de la devoción”. En el idioma árabe, la palabra para pureza es saf, de la cual proviene el nombre sufí. Algunas de las primeras órdenes de los sufíes se llamaban Los Hermanos o Los Caballeros de la Pureza, y esto no aludía a la pureza física sino al despliegue del espíritu hacia su condición original, el “ser puro” del metafísico, o la “razón pura” del filósofo. La palabra sophia o sabiduría pura tiene la misma derivación.
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Hay dos maneras de volverse puros en mente y cuerpo. Una forma es vivir para que la naturaleza divina en nosotros brille e ilumine nuestro camino, y para que todo lo que hagamos y nos abstengamos de hacer resulte en una vida pura. La otra forma es muy simple y, sin embargo, muy difícil: es observar a un niño, envidiar su inocencia, sencillez y pureza, y crecer como un niño, siguiendo primero el ejemplo de un niño de nueve años, luego de ocho años, luego de siete, y así sucesivamente. A medida que avanzas, llegas a tomar a un bebé como ejemplo. Fue este secreto el enseñado a través de las imágenes de la Santa Madre con el Cristo niño. También el significado simbólico de los sabios de Oriente, que vienen a rendir homenaje al infante Cristo, es que para aprender la verdad debemos desaprender todo lo que hemos aprendido.
Para recuperar esa etapa superior de inocencia que existía en el Jardín del Edén, no necesitamos perder el intelecto, necesitamos elevarnos por encima de él. Mientras que el ser humano esté por debajo de su intelecto, es el esclavo de su intelecto, pero cuando está por encima de él, es su amo. El ser humano es más grande que los ángeles; por lo tanto, el mundo puede ser un lugar más elevado que el Jardín del Edén, si tan solo el ser humano tiene dominio sobre su intelecto, si tan solo puede elevarse sobre él en lugar de naufragar en él.
Cuando el alma evoluciona, se siente como ella misma. En otras palabras, toma conciencia de su pureza, de su majestad, de su vida eterna, de su felicidad, de su inspiración y de su poder. Tal es la mente original del ser humano y tal su condición natural. No es el pecado lo que es original, sino la pureza, la pureza original de Dios mismo. Pero a medida que la mente crece y se alimenta de la vida en el mundo, se le agregan cosas antinaturales, y por el momento estas adiciones parecen deseables, útiles o hermosas; construyen otro tipo de mente que a veces se llama el ego o el falso yo. Hacen al ser humano inteligente, sabio, brillante y muchas otras cosas. Pero por encima y más allá de todo está el ser humano de quien se puede decir que es de mente pura.
Traducido por Juan Amin Betancur