Hazrat Inayat: Creencia e incredulidad, 1ª parte
La creencia es natural, y la incredulidad no es natural, porque la creencia nace en el hombre y la incredulidad se adquiere.
Si el niño hubiera nacido con incredulidad, ni siquiera habría aprendido el lenguaje de la madre. Si ella hubiera dicho: “Esto es agua”, el niño habría respondido: “No, esto es pan”. Todo niño nacido en la tierra nace con una tendencia a creer lo que se le dice, pero la experiencia del individuo en este mundo lleno de falsedad enseña al hombre a no creer. Eso demuestra que cada alma viene del mundo de la verdad, y abre sus ojos en el mundo de la falsedad. Cada niño viene al mundo con esa pureza de corazón cuya tendencia natural es creer y más tarde adquiere la tendencia a dudar. Por lo tanto, el Profeta ha dicho: “Cada niño nace creyente; es después que se convierte en un incrédulo”.
La explicación correcta de la incredulidad sería que todo lo que es extraño al ser humano lo explica con su razón, por el conocimiento que ya ha adquirido, y cuando no coincide con lo que ya conoce, no cree, porque la duda es terrenal y la creencia nace en el cielo. La luz es causada por el sol, y la sombra es causada por la tierra. Por lo tanto, la luz del alma es creencia, y la mente da incredulidad. Al mismo tiempo, en la creencia existe un poder oculto, y ese poder se llama confianza en sí mismo. La persona que confía en otra persona no siempre confía en el poder y la influencia de otra persona, sino que es por su propio poder e influencia que ella confía.
Si estuviera en el poder de la persona hacer creer a otro, entonces cada gran alma que vino al mundo habría hecho creer al mundo en ella y en su palabra. La creencia va de acuerdo al poder de la confianza en sí mismo.
Es en una persona valiente, en una persona sabia, en una gran persona, en quienes encuentras la tendencia a confiar, pero la tendencia a dudar y no creer la hallarás en la persona débil e insignificante, que no sabe lo que cree. Esto demuestra que quien confía en sí mismo confía en todos, y el que no confía no puede confiar en nadie. La persona que confía en otro y no confía en sí mismo, su confianza es una ilusión, su confianza no está viva. Puede aparecer como fuerza, pero es debilidad. Se aferra a algo que no conoce y parece ser confianza. Una persona que no puede creer en sí misma, ¿cómo puede creer en Dios, que está más allá de la comprensión del ser humano?
Ahora llegamos a la idea de la creencia en Dios: cada uno de nosotros ve todo en este mundo de acuerdo como su vista le permite ver. Así, cada quien elige para sí mismo un color particular. Uno elige azul, otro rojo, otro violeta. Si un color tuviera el mismo efecto en el ojo de cada persona, todo el mundo elegiría el mismo color. Y así es con la forma.
Entonces, llegando al sentimiento: aunque podemos entender palabras como el amor, el agradecimiento, la sinceridad, la belleza, sin embargo, el sentido del amor, la sinceridad, el agradecimiento, la belleza en el corazón de una persona no pueden compararse con el mismo sentimiento en el corazón de otra persona. Por lo tanto, la creencia de cada persona es particular para ella misma. ¡No es sólo que hay tantas creencias diferentes en el mundo, sino que también dentro de una Iglesia particular cuántas diferencias! Cuando piensas aún más en este tema, si piensas en las personas que asisten a una iglesia y si examinas el sentimiento de cada persona, son diferentes.
Todo lo que en el mundo tiene un nombre es imaginable; el Uno y Único Ser, a quien la imaginación no puede alcanzar, es Dios. Y sin embargo, como Dios se manifiesta en todas las cosas y en todos los seres, así en todas las cosas y en todos los seres siempre hay una parte que es inimaginable. Eso mismo es una prueba de que Dios no es un Dios separado, más allá de la comprensión, Dios es todo y todo es Dios. El hombre sólo puede alcanzar a Dios en la medida en que su imaginación pueda llevarlo. Pero lo más sensato que puede hacer el hombre en la búsqueda de Dios es ser humilde e inclinarse con toda humildad, y decir: “Tú estás más lejos de lo que puedo alcanzar, y todo lo que puedo hacer es aceptarte en total humildad”. Aquel que, entendiendo la idea «Dios en el ser humano», dice: «Yo soy Dios», ese, además de todos los errores, se priva de la gran belleza de viajar desde el ser humano hacia Dios.
El ser humano en todas las edades ha tratado de imaginar y ha pasado su imaginación a su prójimo, diciendo: “Dios es tal y tal”. Ha visto en el fuego la influencia purificadora, lo ha adorado y creído en él y ha dicho a los hombres: “Yo veo a Dios en esto”. Ha mirado al sol como algo que se yergue sin protección ante el mundo y que da luz. Ha dicho: “Yo lo adoraré”. El ser humano ha imaginado a Dios en la naturaleza, le ha atribuido lo sagrado a los árboles, a algunos pájaros y animales, y los ha llamado sagrados y ha adorado a Dios en ellos. Eso demuestra que hay en algún lugar el ideal de lo divino en la persona, su tendencia a llegar a ese ideal, pero no sabe a dónde dirigirse de manera que pueda admirar y adorar. Ha habido tiempos de ascenso y caída del mundo, tiempos de evolución y tiempos de degeneración, y con estos han llegado tiempos en que el ser humano ha adorado a Dios en la naturaleza y tiempos en que ha adorado a Dios en los animales. Se ha esforzado constantemente por alcanzar algún ideal, ya que tratar de alcanzar le trae una felicidad que no puede encontrar en ningún otro lugar del mundo.
Continuará…
Traducido por Juan Amin Betancur
Una pregunta querido maestro Nawab sobre esta bella enseñanza. Cuando Hazrat Inayat Khan dice que ‘…la mente da incredulidad’, ¿a qué aspecto de la mente se refiere?, porque también se nos ha enseñado que el conocimiento despeja las nubes de la ignorancia, y éste se logra gracias, en parte, a un aspecto de la mente. ¡Saludos y abrazos!
Gracias, Amin, por la buena pregunta y los abrazos. Ya te conteste por un post.
Con gratitud y amor