Hazrat Inayat : Confesiones, pt III – Mi Estudio de las Religiones
Hazrat Inayat Khan concluye aquí su breve ‘Estudio de las Religiones’ iniciado en la publicación anterior.
El dicho de Mahoma: «Sólo Dios existe», explicaba la esencia de todos los mensajes anteriores con la mayor claridad. Una vez aprendida la lección de Mahoma, no había necesidad de continuar con la enseñanza profética, porque demostró que cada ser lleva en sí mismo la fuente divina de donde él proviene y que ahora, la evolución del hombre le ha preparado para el Reino que está en su interior.
En efecto, todos los profetas, desde Adán hasta Mahoma, que fue el cumplimiento de los presagios de Dios, nos han revelado los numerosos aspectos que puede tener la misma verdad, o, en otras palabras, la verdad se ha manifestado con diversos nombres y diferentes formas para alcanzar su glorioso fin. Pero los múltiples aspectos de la verdad no han sido reconocidos por la ignorancia del hombre, y así todos los prejuicios raciales y religiosos entre credos y castas, así como las guerras y diferencias entre naciones, han surgido de su estrechez y lentitud de percepción. Cada uno llamaba al otro infiel o pagano, kafir o mlench, sosteniendo a su Maestro como el único verdadero iniciado, como si el Maestro fuera de su propiedad personal. Sin embargo, los Maestros no nacieron para una familia o una nación o raza, sino verdaderamente para toda la humanidad. En realidad, sólo los seguidores y los fanáticos de las diferentes religiones se alejan de la verdad, porque están cegados por el patriotismo y han levantado prejuicios pedantes contra las enseñanzas y los espíritus de aquellos Maestros puros, que no tenían ninguna preocupación por su religión ni por su propio nombre y apariencia personal, sino que vivían sólo por la causa de la verdad.
Este error se debe enteramente a aquellos discípulos que juran por los nombres mortales de los Maestros y reconocen sólo sus personalidades, en lugar de aceptarlos a todos como una encarnación ilimitada de la verdad. Los Maestros nunca han deseado que sus cuerpos humanos sean adorados como salvadores; esto es meramente una exageración y la concepción errónea de sus seguidores. Sus cuerpos no eran más que los recipientes de la verdad y la verdad que nos trajeron es la única salvadora, en ese entonces, ahora y siempre. Como declara la Biblia: ‘Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres’. La verdad, el verdadero salvador y mesías, es intocable por la muerte y la enfermedad; es eterna, omnipresente y omnipotente. La verdad, en efecto, fue Adán, Moisés y Cristo, y la verdad misma fue Mahoma.
Sin embargo, aunque cada religión comprende un gran número de seguidores, cada persona tiene su propia religión particular. A veces ella no es consciente de este hecho y se adhiere con más entusiasmo a la religión de su raza y nación.
Si conociera la verdadera religión que Dios le ha destinado, todas sus luchas habrían terminado. Los que juzgan una religión por sus principios se equivocan, porque lo bueno o lo malo, así como lo correcto y lo incorrecto, dependen del punto de vista de cada uno y, por lo tanto, a veces son susceptibles de cambio mental. Los que luchan por su religión basándose en la autoridad de la historia son fanáticos, pues deben saber que la historia está hecha por el hombre, y no por Dios, y que muchas verdades se pierden con el paso del tiempo, mientras que muchas exageraciones obtienen favor o desfavor a través de las sesgadas opiniones personales de los historiadores. Quien se aferra a sus creencias e incredulidades sin razón está cegado por el fanatismo.
Aun así, si un budista viniera a mí diciendo: “Nuestro Señor Buda fue el único maestro verdadero”, yo le respondería: “¡Ciertamente!”. Y si un hindú me gritara que Krishna es el maestro ideal, le diría: “Hablas con toda razón”. Y si un cristiano declarara que Cristo es el más elevado de todos, yo respondería: “Sin duda alguna’”. Porque la naturaleza del hombre es considerar como lo mejor aquello que puede idealizar mejor. Pero si alguien viniera a mí diciendo: “No puedo creer en toda esta palabrería, pues sólo puedo reconocer la misma verdad dentro de cada una de ellas”, le diría: “Tú, amigo mío, eres quien realmente lo sabe, pues has comprendido y desvelado el verdadero secreto de la naturaleza de Dios”.
Rumi dice: “Los sufíes se llevan la carne y dejan los huesos para que otros se peleen por ellos”.
Continuará
Traducido por Inam Anda