Hazrat Inayat: El Camino del Discípulo pt II
Con esta publicación continuamos con la serie sobre El Camino del Discípulo, que inició aquí. En la conclusión de la primera publicación, Hazrat Inayat Khan explica que la primera lección en este camino es practicar la consideración, diciendo, “Por lo tanto, la lección de consideración dada por los maestros espirituales es lo que se puede llamar el camino del discípulo”.
Si indagamos sobre nuestro ser interior acerca de cuál es el propósito por el que hemos venido a la tierra y por qué nos hemos convertido en seres humanos, preguntándonos si tal vez hubiera sido mejor permanecer como ángeles, la respuesta seguramente le llegará al sabio desde su propio corazón, que estamos aquí para experimentar una vida más plena, para volvernos completamente humanos. Toda acción realizada con consideración es valiosa, toda palabra dicha con consideración es preciosa. Toda la enseñanza de Cristo –‘Bienaventurados los mansos… los pobres en espíritu’– nos enseña una cosa: consideración. Aunque parezca simple, es una lección difícil de aprender. Mientras más queremos actuar de acuerdo con este ideal, más nos damos cuenta de que fracasamos. Mientras más lejos vamos en el camino de la consideración, más delicados se vuelven los ojos de nuestra percepción; sentimos y nos arrepentimos del más leve error.
No toda alma se toma la molestia de recorrer este camino. No todo el mundo es una planta; hay muchos que son rocas y que no quieren ser considerados, piensan que es mucho trabajo. Por supuesto, la piedra no tiene dolor, es aquel que siente el que tiene dolor. Aun así, es en el sentimiento en donde hay vida; la alegría de la vida es tan grande que, incluso con dolor, preferiríamos ser un ser vivo que una roca, porque hay una alegría en vivir, en sentirse vivo, que no puede expresarse en palabras. ¡Después de cuántos millones de años, la vida enterrada en piedras y rocas se elevó a ser humano! Aun así, si una persona desea permanecer como roca, mejor haría en quedarse así, pero la inclinación natural en cada persona debería ser desarrollar plenamente las cualidades humanas.
La primera lección que el estudiante aprende en el camino del discipulado es lo que se conoce como yaqin en términos sufis, lo que significa confianza. Esta confianza primero la entrega a quien considera su maestro, su guía espiritual.
Al dar confianza, se pueden distinguir tres tipos de personas. Uno da una parte de su confianza y no puede dar otra parte. Tiene dudas y piensa, ‘Sí, creo que tengo confianza; quizás tenga, quizás no tenga.’ Y este tipo de confianza lo pone en una posición muy difícil. Sería mejor no tenerla en absoluto. Es como el agua tibia, ni fría ni caliente. En todas las cosas esta persona hará lo mismo, en los negocios, en su profesión. Confía y duda, confía y teme. No está caminando en el cielo, no está caminando en la tierra; está en medio de los dos. Después hay otro tipo, el que da su confianza al maestro pero que no está seguro de sí mismo, no está internamente seguro de haberla dado. Esta persona no tiene confianza en sí misma, no está segura de sí misma; por eso, su confianza no tiene ningún valor. Y el tercer tipo de persona es quien da confianza porque se siente seguro. Sólo esta confianza puede llamarse legítimamente yaqin.
Jesucristo tuvo personas de todas estas categorías a su alrededor. Miles de personas de la primera categoría vinieron, se amontonaron alrededor del Maestro, y luego lo dejaron. No tardaron en sentirse atraídos, tampoco tardaron en abandonar al Maestro. En la segunda categoría están aquellos que continúan por algún tiempo, así como una persona embriagada continúa y continúa; pero cuando están sobrios nuevamente, se les aclaran las cosas y se preguntan, ‘¿A dónde estoy yendo? No en la dirección correcta.’ Miles y miles en esta categoría siguieron a los Maestros y a los profetas, pero aquellos que permanecieron hasta el final de la prueba fueron los que, antes de dar su confianza al maestro, primero tuvieron confianza en su propio corazón. Son ellos quienes, si la tierra se convertiría en agua y el agua se convirtiera en tierra, si el cielo descendiera y la tierra se levantara, se mantendrían serenos, firmes en la creencia que alguna vez ganaron. Es a través del discipulado que una persona aprende la moral que, en cualquier posición que esté, como esposo o esposa, hijo o hija, sirviente o amigo, seguirá con confianza, firme y estable a dondequiera que vaya.
Después de adquirir yaqin, llega una prueba que es el sacrificio. Ese es el ideal en el camino de Dios. La posesión más preciosa que existe no es demasiado valiosa, nada es demasiado grande para sacrificar. Ninguno de los discípulos del Profeta–los verdaderos discípulos– pensó que incluso su vida sería demasiado grande para sacrificar si fuera necesario. La historia de Ali es bien conocida: una conspiración fue descubierta, que una noche algunos enemigos querían matar al Profeta, y Ali se enteró. No le dijo al Profeta, pero lo persuadió de salir de su hogar. Él mismo se quedó porque sabía que si también se iba, los asesinos lo seguirían y descubrirían dónde estaba el Profeta. Durmió en la misma cama en lugar del Profeta, de manera que los asesinos lo encontraran, aunque al mismo tiempo no pretendía perder su vida si tenía oportunidad de luchar contra ellos. La consecuencia fue que la conspiración falló y los enemigos no pudieron tocar a ninguno de los dos, al Profeta ni a Ali.
Este es sólo un ejemplo, pero hay miles de ejemplos que muestran que la amistad, construida en Dios y la verdad, entre maestro y discípulo es para siempre, y que nada en el mundo la puede romper. Si el vínculo espiritual no resiste, ¿cómo puede un vínculo material mantenerse intacto? Se desgastará, al ser sólo un vínculo terrenal. Si el pensamiento espiritual no puede formar un vínculo entre dos almas, ¿qué más podría constituir una unión tan fuerte que dure tanto aquí como en el más allá?
Continuará….
Traducción al español: Darafshan Daniela Anda