Hazrat Inayat : Formación en Oriente, parte II
En la primera entrega de esta serie, Hazrat Inayat Khan habla de la formación de la moral y el deber religioso en el hogar, que constituyen la primera educación de un niño.
Así, el corazón, desarrollado por la religión y la moral, se vuelve capaz primero de elegir y luego de retener el objeto de devoción sin titubear ni un momento. Sin embargo, en ausencia de estas cualidades, sigue siendo incapaz de elegir o retener.
Han habido innumerables devotos en el Oriente, bhakta o ashiq*, cuyos poderes devocionales son absolutamente indescriptibles e inefables. Para el ignorante la historia de sus vidas puede parecer exagerada, pero el gozo de la autonegación es mayor que el gozo espiritual o material.
La devoción endulza la personalidad, y es la luz en el camino del discípulo. Aquellos que estudian misticismo y filosofía omitiendo el autosacrificio y la resignación, crecen egoístas y centrados en sí mismos. Tales personas son propensas a llamarse a sí mismas Dios o una parte de Dios, y de esta manera hacen una excusa para cometer cualquier pecado que les guste. Sin tener en cuenta el pecado o la virtud, abusan de los demás y los maltratan, sin tener ningún miedo al más allá. Sin embargo, olvidan que “estrecha es la puerta, y angosto el camino, que lleva a la vida”, como dice la Biblia.
El fuego de la devoción purifica el corazón del devoto y conduce a la libertad espiritual. El misticismo sin devoción es como la comida cruda y nunca puede ser asimilada. “Yo soy el corazón de mis devotos”, dice Krishna en el Bhagavad-Gita. Y Hafiz dice: “Oh feliz día en que parto de esta morada de desolación, buscando el reposo de mi alma y partiendo en busca de mi Amado”.
La filosofía, que es la cuarta etapa de desarrollo, tiene cinco aspectos: físico, intelectual, mental, moral y espiritual. Estos aspectos no pueden ser aprendidos por la mera lectura de libros, y por escuchar las discusiones de los filósofos. Porque la filosofía no es un estudio que se enseñe solamente en las universidades; contiene un camino totalmente opuesto al conocimiento, y sólo puede estudiarse verdaderamente bajo la guía de un Murshid. En él, el murid tiene perfecta confianza y seguridad, ya que se requiere una disciplina completa, incluso hasta el sacrificio del libre albedrío. Al principio esto parece ser una pérdida de individualidad, mientras que el ego se rebela al ser aplastado y sumergido bajo las leyes más fuertes de la voluntad y la razón. Pero la batalla contra el yo, da al final un dominio sobre el yo, que en otras palabras es un dominio sobre todo el universo.
Pero es bueno recordar que nunca se debe depositar una confianza tan absoluta en un Murshid hasta que el yo haya ganado una confianza total en él, y toda duda haya sido sometida. Una vez que se ha dado esta confianza, no debe haber nada en la tierra que pueda romperla o derribarla por todo el espectro de la eternidad. Hay algunos que consideran que es muy humillante ser guiado por otro, pero están muy equivocados, porque a la luz de la verdad no hay sino Uno. La relación entre el Murshid y el murid es preferible a cualquier otra amistad en el mundo, cuando uno considera que la amistad en Dios es la única verdadera amistad, que perdura para siempre. “Rocía con vino tu alfombra de oración si tu Pir-o-Murshid lo dice. El guía no es ajeno a las costumbres y maneras del Camino”, dice Hafiz.
Un Murshid es una puerta hacia el Maestro invisible y un portal hacia Dios, a lo Desconocido. Pero, al final, ni Dios, ni el Maestro, ni el Murshid aparecen en la luz más deslumbrante de la sabiduría divina, que solamente es “Yo Soy”.
*Ambas palabras significan “amante”; bhakta sería una persona asociada a las tradiciones yóguicas, y ashiq una al islam.
Continuará…
Traducción: Abdel Kabir Mauricio Navarro J.