Hazrat Inayat : Intoxicación pt IV
Hazrat Inayat Khan continúa con su descripción de los estados inevitables de la intoxicación que enfrentamos en la vida. La publicación anterior de la serie puede encontrarse aquí.
Cada estímulo que experimentamos a través de la comida y la bebida es en realidad una pequeña intoxicación. Pero no es sólo el alimento que comemos, el agua que bebemos, y todo lo que vemos y escuchamos y tocamos tiene una influencia, un efecto, en el ser de la persona y la intoxica; incluso el aire que respira de la mañana a la noche está continuamente estimulándola e intoxicándola. Si esto es cierto, ¿existe entonces un momento en el que la persona no está intoxicada? Siempre está intoxicada, solo que en ciertas ocasiones más que en otras.
Esta no es, sin embargo, la única intoxicación. La absorción de una persona en los asuntos de su vida también la mantienen intoxicada; y además de la intoxicación de su trabajo y asuntos en los que su mente está absorta, hay una tercera intoxicación, y esta es el apego que una persona tiene a sí misma, la simpatía que tiene consigo misma. Es esta intoxicación la que la hace egoísta, avara, y a menudo injusta con los demás. El efecto de esta intoxicación es que la persona está continuamente sintiendo, pensando, y actuando con la idea en mente de lo que es de su interés, de lo que le permitiría una ventaja; y en esta idea toda su vida y todo su tiempo están completamente involucrados. Es esta intoxicación que la hace decir, “Este es mi amigo y aquel mi enemigo; este me desea el bien, pero aquel está en contra mío”; y es esta intoxicación que construye el ego, el falso ego de la persona.
Así como una persona intoxicada no sabe realmente lo que es beneficioso para sí misma, una persona egoísta nunca sabe ni comprende, desde su egoísmo, lo que está realmente a su favor. En momentos de sobriedad, la persona se pregunta, ‘Si esto es intoxicación, entonces ¿qué es la realidad? Quisiera saber lo que es la realidad.’ Pero para conocer la realidad, no solo se necesitan los ojos y los oídos, sino también la sobriedad es necesaria para ver y escuchar mejor. Podríamos preguntarnos por qué se debería llamar todo esto intoxicación si parece ser el estado normal de toda persona. Puede llamarse una condición normal sólo mientras sea realmente la condición de todos; pero la intoxicación sigue siendo intoxicación; no es satisfactoria. Existe un anhelo innato de una cierta satisfacción que la persona no conoce, y es esta la satisfacción que busca. Ninguna persona activa con algo de sabiduría negaría el hecho de que a menudo el esfuerzo que hace para la felicidad parece resultar en decepción; esto demuestra que el esfuerzo estaba en dirección equivocada. Pero, aparte de hacer un esfuerzo para encontrar la realidad, debemos primero darnos cuenta de qué es esta intoxicación; para lograr esto, el primer paso en el camino de la verdad es conocer que tal cosa como la intoxicación existe.
Existe la intoxicación de la niñez. ¡Imaginen la atención, el servicio, el cuidado que el niño demanda cuando todavía no sabe quién se preocupa o quién cuida de él! Juega con sus juguetes, juega con sus compañeros, no sabe lo que le espera en el futuro. Lo que quiere, con lo que juega, es lo que está inmediatamente a su alrededor; no ve más allá. Nadie en su niñez ha conocido jamás el valor de su madre o su padre o aquellos que cuidan de él, hasta que alcanza el estado en que comienza a ver por sí mismo. Y cuando observamos la condición de los jóvenes, esta también es otra intoxicación, es el tiempo de la floración, de la plenitud de energía. El alma en ese tiempo de primavera nunca piensa que pueda ser otra cosa; el alma nunca piensa que se trata de una etapa temporal. El alma en ese tiempo está llena de intoxicación, no conoce nada más que sí misma. ¡Cuántos errores comete un joven, cuántas faltas tiene, cuánta desconsideración, hace cosas incorrectas de las cuales se arrepiente más tarde pero sobre las cuales nunca piensa en ese momento! No es culpa del alma, es la intoxicación de esa época de la vida. La persona que está intoxicada no es responsable de lo que hace; no se puede culpar al niño por no ser responsable o lo suficientemente agradecido, tampoco al joven por estar cegado por su energía; es algo natural.
La intoxicación permanece mientras la persona continúa con su vida; lo único que cambia es el vino. El vino de la niñez es diferente al vino de la juventud, y cuando se termina el vino de la juventud, se lo remplaza con algún otro vino. Entonces, de acuerdo al camino de la vida que la persona siga, bebe ese vino que absorbe su vida, ya sea acumulando riqueza o poder o buscando una posición; todos estos son vinos que intoxican a la persona. Y si vamos aún más lejos en la vida, la intoxicación todavía nos sigue. Puede ser que estemos interesados en la música, o que nos guste la poesía, o podemos amar el arte o deleitarnos con el aprendizaje; todo es intoxicación. Si todas estas ocupaciones o intereses son como diferentes vinos, ¿Qué es entonces lo que en el mundo se puede llamar un estado de sobriedad? Es en realidad vino desde el principio hasta el final. Incluso aquellos que son buenos y avanzados, espiritual y moralmente, también tienen un vino. Tenemos que tomar el vino hasta el final; pero existen diferentes vinos. Un artista altamente avanzado, un gran poeta, un músico inspirado, admitirá que existen momentos de intoxicación que llegan a través de su arte como una alegría, como una elevación, y que lo exalta; es como si no viviera en este mundo.
Continuará…
Traducido por Darafshan Daniela Anda