Hazrat Inayat: ¿Es el hombre el dueño de su destino? pt III
Habiendo discutido la interacción de la inspiración, el libre albedrío y las circunstancias en las primeras partes de esta serie, Hazrat Inayat Khan concluye aquí con una mirada al destino final del ser humano. La publicación anterior puede encontrarse aquí.
Estoy llegando a un lado aún más profundo de la metafísica. Encontraremos que Dios mismo, por su propia experiencia, manifiesta y experimenta la vida a través de todos sus aspectos, y especialmente a través del hombre. Pues, ¿qué es toda esta manifestación? No es otra cosa que la visión sublime del Ser Divino. Y con toda la belleza que se ve en la manifestación, lo más grande e importante es la culminación de toda esta creación, y eso se encuentra en el hombre. Y este objeto sólo se logra cuando el hombre ha despertado a esta parte de su ser que representa al Maestro; en otras palabras, a Dios mismo. Pero mientras el hombre esté interesado en tomar prestado todo lo necesario para este mecanismo, al que llama su mente y su cuerpo, del mundo exterior, depende de él y vive en él.
Y como esto se convierte en su ocupación, y en su alimento, este mundo exterior, entonces se convierte en mortal. En otras palabras: el ser inmortal se vuelve mortal al tomar prestado todo lo que necesita del mundo mortal. Cuanto más depende de la vida exterior, más se olvida de la vida interior, y llega un momento en que olvida por completo que puede existir una vida que está por encima, que está más allá de esta vida exterior. No necesitamos ir muy lejos para ver el ejemplo de esto, cuando vemos ahora mismo la condición del mundo. Vemos que, con todo este progreso, el materialismo aumenta cada día, y todo el sufrimiento que la humanidad ha pasado, y que ahora mismo está pasando, ha sido causado por este materialismo cada vez mayor.
Lo que el hombre cree es: en todo lo que es externo, lo que puede tocar, lo que puede ver, lo que puede poseer externamente. En relación con él se puede decir, muy al contrario de lo que se dice en la Biblia*, que vive y se mueve y hace su vida con lo que hay en el mundo material. Y cuando una persona viva así, sus ojos se mantendrán cerrados a esa parte de la maestría que necesita ser impulsada, y por ese impulso puede elevarse a una llama que puede alumbrar, que puede iluminar el camino de la vida del hombre.
Por lo tanto, el objetivo del Movimiento Sufi ahora en este mundo, y su trabajo, es sólo despertar en la humanidad la importancia de ese lado de la vida que es mucho más importante que el lado terrenal de la vida. El Mensaje Sufi por lo tanto, no es un Mensaje de un credo particular, es el Mensaje de comprender mejor la vida. Y a la pregunta de cómo se puede llegar a él, hay que responder que no es el trabajo de un día, o de dos días. Es el trabajo de toda una vida – como todo arte y ciencia es lo mismo. Si uno dice: “En diez años lograré aprender música”, no sabe lo que significa la música. Si una persona dice: “En diez años seré un gran poeta”, no sabe lo que significa la poesía. Toda una vida no es suficiente.
Si estas cosas son tan difíciles de alcanzar, no se puede suponer que el conocimiento del lado más profundo de la vida se alcance en un día, y hay algunas personas entusiastas que un día hablarán con entusiasmo y otro día saldrán corriendo, porque no vieron algo maravilloso. Cuando una persona toma el camino espiritual debe entender primero que ha tomado un camino para la eternidad. Si no conoce la eternidad, no debe dar su primer paso, porque no está facultado para dar su primer paso en el camino espiritual. Y el que quiere buscar esa verdad, no debe buscarla superficialmente; porque la verdad no se busca, se descubre. Porque la verdad no es algo que deba alcanzarse o poseerse; la verdad es el ser de uno mismo, y es uno mismo el que debe desarrollarse en la verdad.
Muy a menudo la gente piensa que la pena o el dolor es el signo de la espiritualidad. No hay que confundir la espiritualidad con la pena o el dolor. Sí, en muchos casos la pena o el dolor se convierten en una fuente o en un proceso para alcanzar rápidamente la espiritualidad, pero para ello uno no debe prescribirse a sí mismo una pena o un dolor, porque la vida tiene suficiente pena o dolor. ¿Por qué el hombre busca la felicidad? Porque en realidad su verdadero yo es la felicidad. Ha perdido ese yo y por eso es infeliz. La mayor tragedia de la vida es la impotencia, la limitación, y la idea es elevarse por encima de esta limitación de todas las maneras posibles. Y esta elevación es subir hacia los ideales espirituales desde el materialismo. Es la cumbre de este ideal espiritual la que hay que escalar, y en la escalada está el cumplimiento de la promesa de la vida.
*Hechos 17:28 “Porque en él vivimos, nos movemos y existimos”.
Traducido al español por Arifa Margarita Rosa Jáuregui