Hazrat Inayat: Amor, Armonía y Belleza. Segunda Parte
Con esta publicación continuamos la exploración de Hazrat Inayat Khan de estos temas fundamentales que inició aquí.
Cuando las personas inician el aprendizaje de amor, tienden a asustarse por el dolor y las dificultades y los problemas que tendrán que enfrentar en nombre del amor. Cuando comparan su condición con aquella del amado, piensan que el amado está mucho mejor que ellos: ‘Aquel que roba mis pensamientos, que me genera dolor, que hiere mi corazón, está mucho más feliz. Cuando me comparo con el amado, pienso que es por mucho el más feliz.’ Y continúan pensando, ‘Si yo fuera el amado sería mucho mejor.’ Toda alma experimenta este pensamiento, pero cuando se eleva por encima de esto, entonces empieza a conocer el amor. El alma que no ha escapado de esto no logra comprender la totalidad del amor.
Hay otra cara del amor, y es el egoísmo, y el amante debe escapar de esta. El verdadero amante dice, ‘daré todo, soportaré todas las cosas, todas las torturas, todos los tormentos que deba enfrentar en la vida. Me inclinaré humildemente ante todo lo que me suceda. Daré todo cuanto tengo. Soportaré todas las cosas, creeré en todo, esperaré todo, resistiré todo.’ Pero la otra cara del amor dice, ‘¿Estás loco? ¿has perdido el juicio? Eres un tonto. ¿Por qué la queja? Mira cuán feliz es el amado. Sé feliz como él, y adopta su posición exaltada en lugar de esta humildad y degradación. ¡Entra en esta grandeza y no en esa destrucción!’ Entonces procede a razonar, y al final comprende. Una cosa lleva a la destrucción, la otra ofrece seguridad. Pero en la destrucción está la mano de Dios, mientras en la seguridad está la mano de Satanás. Todas las cosas que son egoístas son enseñadas por ese poder y ese conocimiento que es el enemigo de la humanidad. Satanás es un enemigo porque aleja al hombre del propósito de su vida. Pretende hacer al amante cambiar de puesto con el amado y decir, ‘Tu puesto es mejor al mío; ahora quisiera ser como tú.’ Y tal vez esperará toda su vida para lograr esa posición codiciada, y nunca llegará porque el amado no entregaría su riqueza cuando hubiese la oportunidad.
La vida de una persona cambia bastante después de fundirse en el fuego del amor. El fuego del amor lo exaltará de tal forma que su poder influenciará incluso a animales y aves; atraerá a sabios y necios por igual. Una vez es purificado, quemado por el fuego del amor, será la atracción de toda alma, de todo ser, invisible o visible. Lo único que le impide lograrlo es el consejo de Satanás. Maestro es aquel que sufre. A menudo reflexionamos sobre Jesucristo lavando los pies de sus discípulos. ¡Cuánta belleza hay en ese servicio, en esa humildad! ¿Encontraríamos esta belleza en una persona orgullosa? ¿Podría una persona orgullosa ganar el corazón del mundo por siglos y siglos? La persona orgullosa sigue la guía de Satanás; se vuelve egoísta, interesada, fría; todos en su presencia quedarán pasmados, pues su presencia es como el hielo y no podrá ofrecer comodidad.
Pero aquel que ha pasado por todo sufrimiento, ¡cuán capaz es de perdonar! ¿Había algo más en la vida de Cristo que no fuera perdón y tolerancia? Perdonad siempre, tolerad siempre, dijo. Fue el amor en el corazón del Maestro lo que era tan grande que atrajo a todos. Amor era la única filosofía que sus pescadores podían entender, y si el amor se ubicara delante de la filosofía y la religión ¡cuán devotos se volverían los devotos! Los animales y las aves serían atraídos por el poder del corazón de la persona que arda en amor. Tal como es, la persona ahuyenta al amor ante la mínima sospecha de su presencia, de manera que el amor nunca quiere acercarse.
¡Con cuánta frecuencia utilizamos la palabra ‘amor’ en la vida diaria para lo que no es más que diversión, placer, pasatiempo, una cosa degradada! El amor está muy por encima. No es algo que puedas dar a una persona, o de lo que una persona pueda decir, ‘Puedo desarrollarlo.’ No se puede aprender, no se puede estudiar en un libro; solo existe una cosa que pueda hacerse: permitir que crezca en el corazón. Una persona no puede vivir sin su corazón, y el corazón no puede existir sin amor. Por muy falta de amor y fría que parezca una persona, por muy malvada y cruel, de todas formas, tiene amor, aunque esté escondido. Hay una pared gruesa que le rodea. No tiene forma de salir; se mantiene atrapado en este caparazón, y está inquieto e incómodo. Es por eso que la persona se vuelve fría y triste, siempre ansiando algo que no sabe qué es, porque no entiende la única verdadera inclinación. El poder del amor está cautivo en un caparazón grueso, un caparazón de frialdad, la parte congelada del amor, y este caparazón se rehúsa a dejar salir a la corriente de amor, el poder divino que busca surgir del corazón. Cuando una persona no deja salir este amor, se convierte en una carga para los demás; su presencia se vuelve desagradable a su entorno, su influencia se vuelve una carga para sí mismo. Por esta razón, algunas personas incluso se vuelven locas. Sin saber lo que quieren en la vida, siempre culpan a los demás por no haberlos amado, o por no haber sido buenos con ellos. No se dan cuenta que la clave está en ellos mismos; en su corazón está el poder para abrir y fundir el corazón de cualquiera. Es nuestro propio poder lo que puede traer a otra persona a nuestros pies.
Quienquiera que aprenda esta verdad deja de culpar a los demás de ser fríos con él, poco amables, antipáticos. Encuentra que la causa está en sí mismo. Al buscar la simpatía y cariño de otra persona, cubre su propio corazón y evita que se exprese. El poder del amor está siempre buscando salir para dejar una huella en su entorno, y sin embargo es como si las puertas estuviesen siempre cerradas para evitar que Dios salga a cumplir el propósito de Su propia creación.
Cuán bellas son las palabras del Profeta: ‘El santuario de Dios es el corazón del hombre.’ ¡Cuán cierto es esto! ¿Será encontrado Dios en la mezquita, o en el templo, o en la iglesia, o en cualquier lugar donde las personas cantan himnos y ofrecen sus oraciones? ¿Se lo puede encontrar en donde no hay amor? No se lo encontrará en las casas que el hombre ha construido para adoración. Estas son sólo escuelas para niños, y sus patios. A los niños les gusta jugar con juguetes, pero se están preparando para algo más. Cuando uno haya llegado a conocer la verdadera belleza de Dios, se dará cuenta que se encuentra únicamente en un lugar: en el corazón del hombre. Dios es amor, y se encuentra en el corazón del hombre.
Aquel que comprenda esto puede venerar a Dios incluso en el hombre, porque al seguir esta filosofía será siempre consciente que en todo aspecto y en todo momento podría estar lastimando o hiriendo los sentimientos de Dios, que está en peligro de romper el santuario de Dios al romper el corazón de su prójimo.
Continuará…
Traducido por Darafshan Daniela Anda