Hazrat Inayat: Amor, Armonía y Belleza, parte III
Nos complace presentar la conclusión de la larga explicación de Hazrat Inayat Khan del amor, armonía y belleza, conceptos que son fundamentales en el camino del sufismo. El texto empezó en esta publicación y continuó aquí.
Podría pensarse que los filósofos, y místicos y sabios, que están tan cerca y próximos de Dios, podrían tomarse muchas libertades con el mundo. Sin embargo, por el contrario, son los más compasivos y sensibles hacia la humanidad. Están dispuestos a compartir los problemas de cualquier persona, a compartir las penas de cualquier persona, a compartir la depresión y la desolación de cada uno. Están listos para consolar a todos y cada uno con sus palabras, a ayudar con su servicio y a ofrecer siempre su solidaridad a quienes la necesitan. No escatiman en sacrificar tiempo, dinero, placer o comodidad. Como enseña Cristo, “Cualquiera que te obligara a ir con él una milla, ve con él dos”
Quienquiera que experimente esta alegría de vida…
es poseedor del vino verdadero
¿Qué nos enseña todo esto? Es toda una lección de compasión hacia nuestros semejantes, nos enseña a compartir en sus dificultades, en su desolación. Porque, quienquiera que experimente realmente esta alegría de vida descubre que llega a ser tan grande que llena su corazón y su alma. No importa si tiene menos comodidades o una posición inferior a la de muchos en este mundo, porque la luz de su bondad, de su compasión, del amor que está creciendo, de la virtud que brota en su corazón, todo llena de luz el alma. Ya nada le hace falta en la vida, porque se ha convertido en el rey de ésta.
Esa persona se convierte en un sanador, un verdadero sanador, Sana a una persona con su mirada, con una palabra amable, con su mano, por su consuelo, por su naturaleza ¡Que sanador es esto! Sin pretensiones, sencillo; la verdadera sanación ocurre cuando un hombre se compadece de los problemas de otro y le brinda una mano de apoyo. Él es el poseedor del vino verdadero. Aquel que puede enviar la mirada que demuestra la compasión y la ayuda que está ansioso de dar, ¡qué poder de sanación tiene! ¿No es como un pajarito al que se lo toma bajo las alas protectoras? No puede haber un proceso de sanación más bello entre todos los métodos a través de los cuales la gente ha intentado sanar a otros.
Algunos preguntaran, ¿cuál entonces debe ser el objeto que uno debería amar en esta vida? ¿Hay algún objeto en particular que podría ser recomendado a un hombre para amar? ¿Es mejor amar a nuestros padres o amigos, amar a un solo amigo o tener solo un amado del sexo opuesto? ¿Debería uno amar algo en abstracto, algún espíritu, algún ideal, algún nombre o algo que está mas allá de la naturaleza humana? ¿O debe amarse algo idealizado como al Dios de nuestra devoción? Hay muchos que dicen que ningún amor es útil excepto el amor a Dios; todas las demás formas de amor carecen de valor. Otros dicen que él o ella no pueden amar a alguien del sexo opuesto, habiendo sido decepcionados alguna vez en ese sentido. Otros dirán “no amare a un ser humano; puedo amar más a mi perro o a mi gato. No me decepcionan, como alguna vez me decepcionaron los hombres”. Otros dicen, “Amo mi dinero, porque si necesito algo éste es el único amigo que viene a mi rescate. Los ahorros que tengo en el banco hacen más por mí de lo que cualquier otro puede hacer. ¿Porque entonces no debería amar mi dinero?” Y todavía otra persona dice, “Si Dios es todo, si Él está para tener todo el amor, entonces porque no amar la silla, o la mesa o el libro, o el trabajo que alguien realiza – una obra de arte, una pieza musical, ¿no es lo mismo? Pero todas estas preguntas son expresadas por corazones que alguna vez fueron decepcionados, que alguna vez se rompieron. Se quebraron y se cerraron, y cuando las puertas del corazón se cierran no hay luz para guiar su camino. Es esto lo que es tan bello en la pequeña canción inglesa, “La luz de toda la vida muere cuando el amor se acaba”. No existe luz cuando el amor se acaba. Cuando el amor se acaba el corazón se cierra.
Siempre que el amante,
que fue atraído por la belleza, disminuye su amor,
es porque dependía de la belleza.
Muy a menudo uno se encuentra con personas que se quejan de que el amor del amante fracasó en satisfacerlos y les causó desolación y angustia. ¿Qué es lo que el sufí, el sabio, aprende de esto? Aprende que son aquellos que aman los que ganan. Aquellos que han amado y no han perseverado son los que han perdido. La razón por la que han retrocedido antes de alcanzar su destino es que eran dependientes del objeto de amor que los decepcionó. El sufí es consciente de esta gran trampa en el camino. Siempre que el amante, que fue atraído por la belleza, disminuye su amor, es porque dependía de la belleza. Era la belleza lo que amaba, y sólo podía estar firme mientras esa belleza seguía siendo su ideal.
El amante se levanta de nuevo cuando se examina a sí mismo y dice, “Crearé tal ideal que le permita a mi vida llegar a ser autosuficiente. El ideal será mi excusa, pero en realidad, elevaré mi amor. Cada vez que el amor se quebraba, era sólo porque el ideal probaba no ser como el amante esperaba que fuera. Por lo tanto, evitaré que mis ojos se enceguezcan con la vida exterior, y construiré un camino en el que viaje mi corazón. Ese ideal será suficiente y proveerá al amado de todo lo que carece.” Este amante es el verdadero amante, porque el amor también tiene belleza, y él, de su propio amor, produce la belleza de la que el amado talvez carece, y ya no nota la carencia de su amado. De ahí en adelante el amado se convierte en su amor porque él ha hecho un amando en su pensamiento, en su imaginación, y continuamente puede aportar a la belleza de la manifestación.
De esta forma la canción del amor y la belleza se ha cantado en todas las épocas de la historia. Sa’di de Persia, Dante de Italia, y todos los grandes que han amado y conquistado el corazón del hombre, todos ellos dejaron palabras que todavía hoy penetran en nuestros corazones debido a la grandeza de su ideal. Ellos mismos crearon su ideal en su propio corazón. En todos ellos ya no puede haber nada del amado que no sea merecedor del amor. ¿No creó Dios el amor? ¿No hemos heredado esta belleza de Dios? ¿No podemos nosotros crear amor también? Se puede depender siempre de lo que uno pueda crear.
Hay otro aspecto de esta pregunta, y es que el ideal de amor que es creado por el hombre va de acuerdo con su evolución. Si es materialista, apreciará la belleza material en una persona u objeto. No puede hacer nada al respecto. No es su culpa, le es correcto admirar lo que directamente lo atrae. Otra persona preferirá la belleza de mente, de virtud, de personalidad, de alguna buena actitud, de alguna bondad que le atrae; valora una personalidad hermosa, una presencia compasiva. A otra persona tal vez le guste un alma porque encuentra en ella su idea de inspiración, intuición, paz espiritual y alegría.
Por lo tanto, no se puede indicar ningún objeto en particular como el único merecedor de amor, porque la belleza es acorde a la evolución de las personas. Quien tiene una evolución mas baja no puede amar un objeto superior. Sin embargo, una persona de evolución más alta puede amar tanto lo inferior como lo superior. Una vez que amas, no puedes odiar. Quien odia es aquel que no puede apreciar. El odio se encuentra en los niveles más bajos de evolución, no en los más altos; y mientras más se evoluciona, más pequeños se vuelven el odio y el prejuicio. En el reino superior no hay veneno, porque el objeto es más alto, el estándar es más alto, la esfera es más grande. Tan alto como se coloque el ideal, se llegará, y es elevando poco a poco el estándar de belleza, que subimos más y más al más alto cielo.
Es recorriendo y manteniéndose siempre en el sendero del amor que, aun desde las profundidades más bajas, el alma llega alcanzar el más alto cielo. El hombre puede elevar su ideal a la altura en la que puede ser capaz de amar a Dios el Sin Forma, a Dios el Sin Nombre, que está por encima de toda bondad y virtud; ni siquiera Él puede ser limitado a la virtud, porque está más allá de la bondad.
Hay sabios que se conmueven hasta las lágrimas sólo diciendo para sí mismos una palabra de verdad esencial, de verdad abstracta. ¿Qué podría tener este efecto? ¿Hay algún dolor oculto en eso? ¿Se dice algo que evoca compasión? No, es su ideal que es tan alto que ellos ven la belleza ideal en la verdad. La verdad de ser se ha vuelto hermosa para ellos. Su amado se ha convertido en Dios, y cuando una palabra de verdad es dicha en sus oídos, llegan a las lágrimas. Para estos sabios todo es una manifestación verdadera de la belleza de Dios. Si escuchan música, en esa música ellos sienten a Dios, ven a Dios. Si están frente a una pintura, en la belleza de esa pintura ven a su Amado. Si están entre la multitud, con todo tipo de rostros, para ellos la imagen completa es una armonía, una visión de lo sublime, y pueden ver toda la belleza allí. Ya sea el desierto, el océano, el cielo o la tierra, lo que sea que esté ante sus ojos tiene una visión de belleza que ofrecerles. Y esa de esta manera que la totalidad de la manifestación se ha convertido para ellos en una inmanencia de la belleza de Dios.
Traducción al español: Hafiz Juan Manuel Angel
Alabado sea nuestro ideal Divino. Qué belleza! Gracias Murshid, gracias Hafiz.