Hazrat Inayat: Misticismo pt V
En la serie sobre misticismo, Hazrat Inayat Khan continúa aquí con el tema de la preparación del corazón y el desarrollo de la bondad que comenzó en esta publicación previa.
La bondad es natural. Para una persona normal ser bueno es imprescindible. Nadie necesita enseñanzas para vivir una vida buena y justa. Si el amor es la linterna en su camino, le muestra lo que significan la justicia, el honor de la palabra, la caridad del corazón, la rectitud.
¿No hemos visto a veces un hombre joven con tendencias bulliciosas que encuentra una chica a quien empieza a amar? y si él realmente la ama, comienza a mostrar una diferencia en su vida, se vuelve amable, porque debe entrenarse por el bien de ella; abandona cosas que nunca antes hubiera querido dejar. Y de la misma manera, donde hay amor, el perdón no es algo muy difícil. Un niño que se presenta ante su madre y le pide perdón luego de haberle ofendido miles de veces, y el corazón de la madre no tarda ni un instante para perdonarle. El perdón estaba esperando allí para manifestarse. Uno no puede dejar de ser amable cuando hay sentimiento. Aquella persona cuyo sentimiento se dirige hacia otra persona, o que ve en su hijo la necesidad de su sentimiento, da una nota de simpatía a toda persona, porque encuentra el punto de contacto en cada alma que encuentra, porque tiene amor.
Hay personas que dicen: “Pero ¿no es insensato entregarse en una abierta ternura a todo el mundo, porque la gente no es confiable?” Pero yo diría: “Si una persona es buena y amable, esa bondad se manifestará hacia todos. Las puertas del corazón no se cerrarán”. Un místico como Jesucristo dijo, “ama a tu amigo”, y fue más lejos y dijo, “ama a tu enemigo”. Es el mismo sendero que un sufí transita. En su caridad de corazón hacia sus semejantes, él considera que está el amor de Dios, y mostrando amor para todos, considera que es entregar amor a Dios.
En este método, el sufí y el yogui difieren. El yogui no es descortés. Él dice, “Yo les amo a todos, pero estaré mejor permaneciendo lejos de ustedes, porque sus almas están tropezándose en la oscuridad, y mi alma está en la luz. Con su amistad puedo dañar mi alma. Así que será mejor que me mantenga distante y los ame desde lejos. El sufí dice: “Es una dificultad, pero hay que intentarlo. Asumiré mis deberes cotidianos tal como lleguen”. Aunque sabe lo poco importantes que son las cosas del mundo, y sin darles demasiado valor, él está atento a sus deberes hacia aquellos que lo aman, que lo quieren, que dependen de él, que lo siguen. A todos aquellos que lo detestan, que lo desprecian, él trata de atenderlos de la mejor manera. Vive en el mundo y sin embargo no es para el mundo. De esta forma, el sufí considera que el principio fundamental en el cumplimiento del propósito de su vida es ser una persona amorosa.
Que cierto es que quienes aman a sus enemigos y aun así no tienen paciencia, nos recuerdan esa imagen de una linterna ardiendo con poco aceite. No puede perdurar. Al final la llama se extingue. El aceite del amor es la paciencia. Además de eso, en el camino del amor, ¿qué es el aceite? De principio a fin altruismo, autosacrificio siempre. Y aquel que dice “toma y da” no conoce el amor, sabe de negocios.
Alguien puede decir, “una vez amé profundamente, pero me decepcioné”, como un hombre podría decir, “cavé en la tierra, pero cuando encontré lodo, me decepcioné”. Es verdad que encontró lodo. Pero con paciencia, un día habría encontrado agua. Solo la paciencia puede aguantar. Solo el aguante logra lo mejor. El único camino hacia la grandeza es la resistencia. Es el aguante lo que hace que las cosas sean valiosas y la persona extraordinaria.
La imitación del oro puede ser tan hermosa como el oro real, la imitación del diamante tan brillante como el diamante real. La diferencia es que uno de ellos falla en la prueba de resistencia y el otro puede soportarla. Aun así, el hombre no debe ser comparado con objetos. Él tiene algo divino en su interior, y puede demostrarlo por su aguante en el camino del amor.
Y ahora, la pregunta es: ¿A quién debería amar? ¿Cómo debería amar? Lo que quiera que uno ame, ya sea el deber, los seres humanos, el arte, los amigos, un ideal, o sus semejantes, ciertamente ha abierto la puerta a través de la cual puede pasar para alcanzar ese amor que es Dios. El inicio del amor es una excusa; conduce a ese ideal de amor que es solo Dios. Muchos dicen, “yo puedo amar a Dios, pero no a los seres humanos”. Sería lo mismo si decimos a Dios: “Te amo, pero no tu imagen”. ¿Puede alguien odiar a la criatura humana en la cual se encuentra la imagen de Dios y sin embargo proclamar el amor a Dios? Si no es tolerante, no está dispuesto al sacrificio, ¿puede reclamar el amor del Señor?
Lo primero que se debe enseñar es la amplitud del corazón, y el despertar del corazón es el sentimiento interior. Si hay un signo de santidad, no es el poder de la palabra, ni una alta posición, sea espiritual o intelectual, ni el magnetismo, que pueden comprobar ese espíritu santo que solo se expresa en el amor de sus criaturas; es el continuo manantial de amor de esa divina fuente situada en el corazón del hombre. Una vez que esa fuente se abre, purifica el corazón, lo hacer transparente para ver el mundo exterior e interior. El corazón se vuelve el vehículo del alma para que vea todo dentro y fuera; el hombre no solo se comunica con otra persona, sino también con Dios.
Traducido por Inam Rodrigo Anda