Hazrat Inayat: Misticismo pt VII
Continuamos con la serie de enseñanzas de Hazrat Inayat Khan acerca del misticismo. Una vez preparado el tema del reposo en la publicación anterior, ahora nos dice cuáles podrían ser los frutos del reposo.
A menudo me sorprendía ver en Nueva York, en donde fácilmente nos agotamos con el ruido de los trenes y tranvías y elevadores y fábricas, que cuando una persona tiene un poco de tiempo para sentarse en un tren o un metro, lee el periódico; toda esa actividad no es suficiente. Si no es en el cuerpo, entonces debe haber actividad en la mente. ¿Qué es esto? Es nerviosismo, una enfermedad común que casi se ha convertido en un estado de salud normal–si todos sufren la misma enfermedad, entonces esta enfermedad se puede llamar normal. Lo que se conoce como autocontrol, autodisciplina, sólo se logra con la práctica del reposo, que es útil no sólo en el camino espiritual sino también en nuestra vida práctica, para ser serviciales y considerados.
El místico, por tanto, usa este método del reposo y con esto intenta preparase para el camino espiritual. El camino espiritual, como he dicho, no es un camino exterior; es un camino interior que debemos seguir y por eso las leyes y el viaje a través del camino espiritual son contrarias a las leyes y el viaje a través del camino exterior. Para explicar en palabras sencillas lo que es el camino espiritual, debo decir, “inicia a partir de vivir en comunicación con nosotros mismos.” Porque es en el ser más profundo de nuestro interior en donde se encuentra la vida de Dios. Esto no significa que la voz del ser interior no llegue a todos. Siempre llega, pero no todas las personas la escuchan. Entonces, para comenzar los esfuerzos en este camino, el Sufi comienza a comunicarse y dirigirse a su ser interior; y una vez que se ha dirigido al alma, entonces del alma llega una especie de reproducción, como el cantante podría escuchar su canción en un disco que ha sido producido con su voz.
Hecho esto, hemos dado el primer paso en la dirección hacia el interior, cuando hemos escuchado lo que este proceso reproduce y este proceso ha despertado una especie de eco en nuestro ser, ya sea paz o felicidad, luz o forma; lo que sea que se haya deseado producir, se produce tan pronto comenzamos a comunicarnos con nosotros mismos. Ahora podemos comparar a la persona que dice, ‘No puedo evitar estar activo, estar triste, estar preocupado, pues es la condición de mi mente y de mi alma,’ con el trabajador que dialoga consigo mismo y no pasa mucho tiempo antes de que el yo se de cuenta del valor que esto tiene.
Esto es lo que los Sufis han enseñado por miles de años. El camino del Sufi no es comunicarse con hadas y con Dios; es comunicarse con su ser más profundo, más interno, como si soplara la chispa interna para lograr el fuego divino. Pero no se detiene ahí, va incluso más lejos. Después permanece en un estado de reposo, y ese reposo puede lograrse con una cierta manera de sentarse y respirar y con una cierta actitud mental. Luego comienza a ser consciente de una parte de su ser que no es su cuerpo físico, sino que está por encima de este. Mientras más consciente sea de esto, más reconoce la verdad, que es una verdad evidente de la otra vida. Entonces ya no existe su imaginación ni sus creencias; es el verdadero reconocimiento de la experiencia que es independiente de la vida física; y es en este estado que somos capaces de experimentar el fenómeno de la vida. El Sufi, por lo tanto, no se interesa en diferentes maravillas y fenómenos. Una vez que reconoce esto, toda su vida es un fenómeno. Cada momento, cada experiencia, le arroja un reconocimiento de la vida que ha encontrado en su meditación.
Traducción al español por Darafshan Daniela Anda