Hazrat Inayat: Pureza de la vida pt III
Con esta publicación Hazrat Inayat Khan concluye su conferencia sobre la pureza de la vida. La publicación anterior de la serie puede encontrarse aquí.
La pureza externa o pulcritud no tiene mucho efecto en la pureza, pero la suciedad interior como la amargura y el rencor frente a otros, causa dolencia tanto interna como externamente. Sin embargo, cuando hemos atravesado por ese proceso y hemos tratado de mantener nuestro cuerpo y alma, nuestra vida y carácter puros, entonces llega una etapa de una aún más elevada pureza y esta se logra por un buen ideal, por un camino virtuoso, por buen actuar, por buenos pensamientos. Tenemos que entrenarnos para liberarnos de influencias externas. En esa etapa de nuestro camino tenemos que mantener nuestra mente alejada de todo menos de Dios. Entonces todo lo que pensamos, todo lo que sentimos, todo lo que vemos y admiramos, todo lo que tocamos y percibimos es Dios. Esta es la mayor pureza, en la que a ningún pensamiento ni sentimiento le es permitido llegar al corazón sino solo a Dios. Por ejemplo, en la pintura de un artista esa persona ve a Dios; en el mérito del artista ve a Dios, en el color de las pinceladas del artista, en el ojo del artista, que observa la naturaleza, en la aptitud del artista, que elabora la pintura, tal persona ve la perfección de Dios. Y por consiguiente para él Dios se convierte en todo y todo se convierte en Dios.
Cuando se llega a esa pureza, vendrán muchas cosas a la vida para ponernos a prueba: el enemigo, que fastidia, aquellos a los que no podemos soportar; aquellos a quienes no agradamos, los que son intolerantes con nosotros. Estaremos en contacto con situaciones difíciles. Siempre hay la oportunidad para renunciar a esa pureza por un momento, y a cada instante esa pureza intoxica, es ese momento en la vida del sabio que para él es un pecado. Recuerdo las palabras de mi maestro que decía, “Todo instante en el que Dios se ausente de nuestra conciencia es un instante de pecado,” y cuando Dios esta continuamente en nuestra conciencia, todo momento es una virtud.
Por lo tanto, cuando una persona llega a esa sintonía, vive en virtud. Para ella, la virtud no es una cosa que de cuando en vez expresa o experimenta, sino que su vida misma es virtud; lo que dice y hace y lo que le hacen todo es virtud y esto demuestra que la virtud no es una experiencia menor; la virtud es la pureza de la vida. Realmente no consideraría la virtud algo que valga la pena si viniera y se fuera. Solo vale la pena cuando vive en nosotros, cuando podemos depender de ella, y cuando podemos vivir, movernos y tener nuestro ser en ella. Eso vale la pena. Si solo viene por un momento, y si nos visita por un minuto, no es una virtud y seria preferible no tenerla. Preferiríamos la pobreza a la riqueza que viene por un momento y se va. Por lo tanto, esta es la etapa en la que el hombre comienza a entender lo que significa la virtud. Comienza a vislumbrar la virtud. Lo que conocía antes pensaba que era virtud, pero ahora la vida enteramente se convierte en virtud para él; vive en ella y la vida le significa virtud. Propiamente dicho, es la ausencia de vida lo que es pecado.
Pero luego hay una pureza mas allá, y esa es la pureza de la libertad de nuestro propio pensamiento – y por nuestro propio pensamiento no quiero decir el pensamiento de nuestro verdadero ser, sino el de nuestro ser limitado. El pensamiento desde nuestra limitación oculta lo que es verdad en nuestro ser, en nuestro verdadero ser. Es esta limitación la que nos hace sentir a veces que “soy bueno,” o “soy malo.” En esta fase final nos damos cuenta, “soy perfecto, y tampoco lo que esta me hace imperfecto.” Bueno y malo no existen cuando estamos por encima de ellos. Es la pureza de todas las formas y colores, de todas las formas de vida. Es como elevarse por encima del cielo y el infierno y es como tocar el trono de Dios. Es como sumergirse en la verdad de Dios. Esta verdadera exaltación se da cuando nos hemos elevado por encima de nuestras limitaciones y nos hemos vuelto conscientes de esa perfección de Aquel a Quien llamamos Dios, a Quien adoramos y a Quien amamos, y Quien es el propósito ultimo de nuestra vida
Que Dios los bendiga.
Traducción al español: Hafiz Juan Manuel Angel