Hazrat Inayat: El arte de la personalidad pt V
Aquí hay otro pasaje de la serie de Hazrat Inayat Khan sobre el arte de la personalidad, esta vez abordando el tema desconcertante de la vanidad. El texto se refiere a “Logos”, que generalmente significa “razón divina”, y en la teología cristiana se puede referir a la segunda persona de la Trinidad. La palabra “Kibria” significa grandeza o majestad. La entrega anterior de la serie se puede encontrar aquí.
El conjunto de la manifestación es la expresión de ese espíritu del Logos, que en términos sufíes se llama Kibria. A través de cada ser, este espíritu se manifiesta en forma de vanidad, orgullo o presunción. La vanidad expresada crudamente se llama orgullo. Si no hubiera sido por este espíritu que trabaja en cada ser como el tema central de la vida, no habría existido ni lo bueno ni lo malo en el mundo, ni habría existido lo grande o lo pequeño. Todas las virtudes y todos los males son la descendencia de este espíritu. El arte de la personalidad es cortar los ásperos extremos del espíritu de la vanidad, que duele y perturba a los que uno se encuentra en la vida. La persona que dice “yo”, cuanto más lo hace, más perturba la mente de sus oyentes.
Muchas veces las personas se entrenan en cortesía y se les enseña un lenguaje y un estilo refinados; sin embargo si este espíritu de la vanidad está presente, arrastrará todo a pesar de los buenos modales y un lenguaje bello, y se expresará en el pensamiento, discurso o acción de una persona, diciendo en voz alta: «¡Yo soy, yo soy!». Si una persona se queda sin palabras, su vanidad saltará en la expresión de su mirada. Es algo que es lo más difícil de suprimir y controlar. Para los adeptos, la lucha en la vida con las pasiones y las emociones no es tan grande que tarde o temprano con más o menos esfuerzo pueden controlarse; pero la vanidad, siempre está creciendo. Si uno corta su raíz, entonces no puede vivir, porque es el mismo yo, es el yo, el ego, el alma o Dios dentro; no se puede negar su existencia. Pero luchar con él lo embellece cada vez más, y hace más y más tolerable lo que en su forma cruda es intolerable.
La vanidad puede ser comparada con una planta mágica. Si uno la ve en el jardín creciendo como una planta espinosa, y uno la corta, crecerá en otro lugar en el mismo jardín como un árbol frutal; y cuando uno la vuelve a cortar, en otro lugar en el mismo jardín brotará como un arbusto de rosas fragantes. Existe de la misma manera, pero en una forma más bella que da felicidad a quienes la tocan. El arte de la personalidad, por lo tanto, no enseña el desarraigo de la semilla de la vanidad, que no puede ser desarraigada mientras el hombre viva; pero su atuendo exterior crudo puede ser destruido para que, después de morir varias muertes, pueda manifestarse como la planta de los deseos.
Traducido al español por Arifa Margarita Rosa Jáuregui.