Hazrat Inayat : La libertad del alma pt II
Con esta publicación Hazrat Inayat Khan continúa su enseñanza sobre la libertad del alma, enfatizando el anhelo constante que sentimos por la libertad, y la inevitable transitoriedad del mundo que nos rodea. La primera publicación de la serie se puede encontrar aquí.
Todo el mundo se despierta por la mañana como si estuviera esperando algo. Todos se acuestan con el pensamiento, “Tal vez mañana, o pasado mañana, obtendré lo que mi corazón desea”. Para algunos, el deseo es por una posición, o un amigo; para otros, es una esperanza. Todos están mirando hacia afuera como si esperaran que ese algo llegara.
Hay un dicho conocido, “Espera a que mi barco llegue a casa”. Toda alma está esperando que su barco llegue, sin saber lo que traerá ese barco , o qué clase de barco es. Aún así, toda alma está buscando “mi barco”; toda alma está esperando inconscientemente la llegada de “mi barco”. Una persona piensa que es la prosperidad del comercio, otra piensa en los negocios, otra piensa que es la llegada del poder o de la posición, ¡pero todos creen que el barco vendrá!
El barco es diferente según sea representado por la mente, el cuerpo o el alma. El barco del alma es su libertad. En efecto, la libertad es el verdadero objeto en todos los aspectos de la vida; si el deseo es de riqueza, no es más que un deseo de libertad de la pobreza; si el deseo es de poder, no es más que un deseo de libertad para actuar como se desea; el ideal de cada alma es la libertad – libertad para trabajar, libertad para actuar, libertad para pensar, libertad en todas las direcciones.
Sin saber que este es el verdadero deseo del corazón, desde el primer día de su creación hasta hoy, el hombre siempre ha desconocido la verdadera libertad, debido a su búsqueda de la libertad en la vida exterior. Ese ha sido su error. A pesar de la poca libertad que ha ganado así, se encuentra todavía cautivo; todavía no ha conseguido esa completa alegría y paz que su alma anhela.
La libertad para el cuerpo sería la libertad de caminar por los jardines, de moverse por donde quisiera. Pero eso no sería libertad para la mente. La mente seguiría cautiva. Supongamos que la mente tiene libertad – libertad de pensamiento, de entendimiento, de imaginación, de acciones – incluso entonces el alma seguiría cautiva. Pero si el alma es libre, la mente es libre, y el cuerpo también es libre.
¿Cómo alcanzamos esta libertad? En el idioma sánscrito hay una palabra muy expresiva para la libertad: taran, que significa “liberar”, “nadar” o “flotar”. Y es una idea tan hermosa que ambas cosas, nadar y liberar, son similares en su naturaleza.
Cuán cierto es, como siempre han dicho los poetas orientales, “La vida es un bhavasagara, un océano en el que todas las cosas son atraídas, caen y son absorbidas”. Arrasa con todas las plantas y árboles, animales y pájaros, y todo lo que se encuentra en el camino del torrente; todo es arrastrado al océano. Tal es la fuerza y el poder del océano. Del mismo modo, esta vida arrastra todos los árboles y plantas, animales y hombres. Todo lo que vemos está aquí sólo por el momento, y luego es arrasado. Siempre hay un cierto período, después del cual las cosas que parecían tan duraderas han desaparecido. Nuestros antepasados, si volvieran, no reconocerían el país, las casas, los árboles, las costumbres; todo sería diferente. Todo lo que les era familiar ha sido arrastrado. Esa es la historia de esta vida. Por eso se llama maya, la ilusión creada ante nosotros, como un sueño en la noche. Por la mañana, todo se ha ido. Toda la felicidad, infelicidad, placeres, horrores, lo que experimentamos en la noche, lo percibimos en la mañana como un sueño.
Toda la creación, cuando pensamos en ella, al final no es lo que hemos pensado que era: maneras, costumbres, rostros, todo ha cambiado. Esa es la condición de la vida. Es como el mar. La marea llega, y arrastra todo lo que tiene delante, flores, frutas y todo. Por lo tanto, los pensadores de Oriente describen la vida como un océano en el que todo es arrastrado.
Continuará…
Traducido al español por Arifa Margarita Rosa Jáuregui