Hazrat Inayat: El Ideal del Místico pt. I
Hazrat Inayat Khan hablaba a menudo de la necesidad de un ideal Divino. Aquí discute con más detalle cómo el ideal puede guiar e inspirar al místico, o a la persona que busca experimentar directamente la realidad.
Un adepto en el camino del logro espiritual necesita un ideal que mantener ante sí. Y la gente a menudo se pregunta cuando ven que un místico que está en el camino esotérico parece tener el mismo tipo de ideal que una persona ortodoxa tiene en su vida religiosa; pero aunque el místico puede tal vez tener el ideal religioso de un Señor y Salvador al igual que muchos otros, sin embargo, la forma en que mira a ese ideal es diferente de la forma del mundo. Su ideal espiritual no es una personalidad de una historia o leyenda. Su ideal es el Rasul, cualquiera que sea el nombre por el que la gente lo conozca. ¿Y quién es el Rasul? El Rasul es el alma a través de la cual Dios mismo ha alcanzado lo que es el propósito de la creación. En otras palabras, el Rasul es aquel que representa la perfección de Dios a través de la limitación humana. El hombre histórico, el hombre de una tradición, es el Rasul de sus seguidores, pero el adepto reconoce a ese Rasul que está detrás de la imagen que la historia o la tradición hacen de él.
Cuando la gente discute después de leer la vida de un Rasul al que consideran suyo, o del Rasul de otra gente, al adepto no le interesa esta disputa, pues para él es como si dos artistas que han hecho un retrato de la misma persona y discuten, dijeran: ‘Tu concepción es errónea. Mi concepción es correcta”, o “Mi retrato es mejor que el tuyo”, mientras que el adepto mira el retrato y dice: “Es su concepción”. Un artista puede haber pintado a Dante de una forma, otro lo pinta de otra diferente, pero si hay una disputa sobre cuál es el verdadero retrato de Dante, el que tiene entendimiento dirá que cada uno es una concepción diferente. Quizás uno atrae a una persona, mientras que otro atrae a otra persona.
Así, el adepto hace una guirnalda con los nombres por los que diferentes personas han llamado a su Rasul y ofrece esta guirnalda a su propio ideal. Dice: “Si hubo algún Buda, eres tú. Si hubo algún Cristo, eres tú. Si hubo algún Mahoma, eres tú. En ti lo veo. Si Moisés vino con un mensaje, fuiste tú quien vino. Te veo en Salomón, y tanto en las maravillas de Krishna como en el esplendor de Shiva, te veo”. Mientras otros discuten sobre los diferentes nombres de los grandes y sobre las diferentes concepciones que la gente tiene de ellos, él no limita su ideal. Hace de su ideal el Alfa y el Omega, el principio y el final.
Un místico sólo puede ser llamado místico cuando ha llegado a la etapa en que su ideal es más grande que lo que puede abarcar un nombre. Puede dar cualquier nombre a su ideal, pero si cubre su ideal con un nombre, ciertamente aún no ha llegado a la etapa mística. Todas las formas bellas que existen son formas de este ideal. Todas las buenas cualidades que uno encuentra en el hombre se las da a su ideal y también todas las diferentes formas de expresar su respeto y devoción que ve en el mundo. Y de este modo, a medida que progresa en la vida, hace que su ideal sea cada vez mejor, cada vez más grande, cada vez más elevado, hasta que el ideal es perfecto. Si parece haber una limitación en su ideal, piensa que es su propia limitación, que es él quien no puede concebir mejor su ideal. Es como un artista que intenta hacer una estatua de su amado ideal tan bella, tan fina como puede, y al mismo tiempo se da cuenta de que todo lo que le falta y todo lo que le queda por hacer, o todos los defectos que pueda parecer que tiene, son sus propios defectos, mientras que su ideal es perfecto. Este es un peldaño para que el místico se acerque al santuario de Dios; así alcanza más rápidamente un grado superior de perfección, pues sólo por el amor y la devoción puede el hombre olvidarse de sí mismo.
Continuará…
Traducción: Yaqín Anda