Hazrat Inayat Khan: La ley de reciprocidad
Una publicación anterior de Hazrat Inayat Khan explicaba algo de la relación entre la ley terrenal y la ley espiritual. “Ley” fue también el asunto de esta Carta a los mureeds. Ahora, para continuar el tema, presentamos aquí un breve extracto de un capítulo de “The Art of Personality” acerca lo que Hazrat Inayat llamaba “el arte de la reciprocidad”. Los lectores notarán que, aunque Hazrat Inayat brinda consejo esclarecedor sobre nuestra conducta, no resume la ley en una frase sucinta y a lo mejor ellos quieran tratar de formular por sí mismos dicha ley.
Al tratar con el otro debemos primero considerar en qué relación estamos con él, y luego considerar que tipo de trato de parte de otro que está relacionado con nosotros nos complacería de la misma forma en que estamos con él. En todas las acciones favorables debemos hacer más de lo que deberíamos esperar que otro haga por nosotros; y en las acciones desfavorables debemos hacer menos de lo que deberíamos esperar de parte del otro.
El deber debe ser asumido primero en la mente, considerar en qué relación nos encontramos con respecto a nuestros parientes, vecinos, conciudadanos; las personas de nuestra nación o de nuestra raza, y con las personas en el mundo entero. Por ejemplo, el favor mostrado a un vecino y el menosprecio a un pariente en casa, simpatía mostrada a un extranjero mientras sentimos amargura hacia nuestra propia nación; estas formas de trato, aunque parezcan desinteresadas y con la mente abierta, son indeseables. Es justo como tratar de hacer un boceto de un rostro humano antes incluso de haber aprendido cómo dibujar una línea recta o unas paralelas.
La caridad comienza en casa. Primero deberíamos comenzar a practicar nuestra simpatía con aquellos que están relacionados con nosotros, porque es nuestro deber ver por ellos y sus intereses. Pero en lugar de ampliar nuestras simpatías, las mantenemos dentro de nuestro pequeño círculo; así quizás nunca podamos progresar en la vida o avanzar al nivel más elevado de la humanidad. Este es uno de los obstáculos de la civilización moderna, que le confina a la idea del nacionalismo y no avanza más allá. Sin embargo, incluso esto es mejor que la actitud abierta que nos hace favorecer al extraño y descuidar, e incluso perjudicar a aquellos relacionados con nosotros.
La mejor manera sería ampliar paulatinamente nuestras simpatías, con una consideración de nuestro deber y la relación con los demás, gradualmente expandiéndolos desde aquellos que nos son más cercanos a aquellos que están más distantes. Un sentido de generosidad y disposición debería ir mano a mano con el deber, si no, en lugar de una bendición, se convierte en una maldición.
Traducido por Inam Rodrigo Anda