Hazrat Inayat: El significado de la Resurrección, 2ª parte.
Aquí la conclusión del texto comenzado en esta entrega. Aunque la celebración de la Pascua en la iglesia occidental tuvo lugar hace algunas semanas, la Pascua ortodoxa acaba de pasar.
Si la resurrección simplemente significara que Cristo después de su muerte resucitó, sería una historia para creer o no creer. Si se creyera como una creencia, ¿cuánto duraría? Su lección es mucho mayor que eso; significa la resurrección de esta vida mortal a la inmortalidad.
Cristo dijo: “Los hijos de este mundo se casan y se dan en matrimonio, pero los que se consideran dignos de obtener la resurrección de entre los muertos, ni se casan ni se dan en matrimonio, ni pueden ya morir; son los hijos de la resurrección, siendo los hijos de Dios”. Aquellos que se han elevado hacia ese Ser Único inmortal donde no hay distinción de marido y mujer, hermano o hermana, padre, madre o hijo, son los hijos de la resurrección.
La historia es que, cuando María Magdalena y la otra María fueron a la tumba donde Cristo había sido colocado, encontraron corrida la piedra que estaba ante la tumba, y al mirar dentro vieron allí su vestimenta (es decir, el sudario y el paño de la cabeza), y el turbante yaciendo por separado. Pero el cuerpo de Cristo no estaba allí. La piedra es la misma piedra de la que se habla en el mito hindú. Krishna se llama Giridhar, aquél que sostiene la piedra, quien la levanta. Bajo esta piedra, la piedra del ser externo, toda alma individual en el mundo es anulada. Cuando se levanta, el ser humano se eleva a la inmortalidad. ¿De qué se levanta? Se levanta del cuerpo y por encima de la mente. El sudario y el paño para la cabeza que yace por separado, que simbolizan el cuerpo y la mente, muestran esto.
Grandes poetas, grandes músicos, grandes escritores a menudo se elevan por encima del cuerpo. No saben dónde están, si sentados o de pie, están perdidos en su imaginación, inconscientes de la existencia física, pero no se elevan por encima de la mente. Cuando la conciencia se eleva por encima de la mente, por encima de los pensamientos, entonces es libre, está activa en su propio elemento, y entonces esta conciencia puede dar de sí misma a la mente.
El ascenso a esa conciencia en la que no hay distinción es el grado más alto de resurrección. Hay otros grados, al igual que en el ascensor no se puede llegar al séptimo piso sin pasar por el segundo, tercero, cuarto y todos los demás pisos.
Existe esa resurrección en la que existe la contraparte exacta del cuerpo físico que camina, se sienta y puede hacer todo lo que el cuerpo físico puede hacer. Esto es llamado por los sufis alam-i mithal. Hay místicos que lo han dominado tan completamente que pueden actuar independientemente del cuerpo físico; la muerte no es nada para ellos porque permanecen vivos después de la muerte. Esto es hecho por amal. Alguien que había estado estudiando esto me escribió el otro día: “He perdido todo el miedo a la muerte, porque la muerte me ha atado un turbante*”. No hay muerte cuando esto se domina.
Si un poeta está escribiendo su poesía, y su esposa, su sirviente, cien personas pasan ante él, él no los ve, no sabe si alguien ha estado allí. Si un poco de amor por la poesía puede hacer esto, ¡cuánto más puede el amor, la absorción en la vida interior atraer la conciencia interior!
En el evangelio se dice que Cristo, después de su resurrección, fue visto varias veces por los discípulos. Es la experiencia de cada persona que ha practicado la concentración, que ha meditado, que ve ante ella aquello que ha sostenido en su conciencia, no solo interiormente sino exteriormente. Esta es la primera experiencia que tiene todo místico. Los discípulos estaban perdidos, absortos en el pensamiento de Cristo: ¿cómo no habrían de verlo?
Las palabras de Cristo son: “Tóquenme y miren que soy yo mismo, porque un espíritu no tiene carne ni huesos como me ven teniéndolos”. Y les dijo: “Hijos, ¿tenéis algo para comer?” Y le dieron un trozo de pescado asado, y él lo tomó y comió ante ellos’. La palabra espíritu se usa en muchos significados diferentes. Se usa para fantasmas, o para el alma, pero en realidad significa la esencia, que es el polo opuesto a la sustancia.
Todo lo que el ojo ha visto resucita en el ojo. Si alguien menciona a una determinada persona, aunque la hayas olvidado por completo, surge ante tus ojos: en esa casa, en ese lugar donde la habías visto. No está en este ojo físico, sino en ese ojo que está más allá. El materialista puede decir, “todo está en el cerebro”. ¡Cómo podría el cerebro contener tantos miles y millones de cosas y seres!
Por supuesto, sin entrenamiento, una persona no ve el espíritu, pero diré que en el sueño te ves a ti mismo, te experimentas a ti mismo, en entornos diferentes, en compañía de diferentes personas. Si dices: “Es un sueño”, responderé: ¿Cuándo lo llamas un sueño? Lo llamas un sueño cuando te despiertas. Cuando ves el contraste con tu entorno en estado de vigilia, entonces dices: “Fue un sueño. Si no, se hubiera quedado conmigo, pero ahora todo es diferente”. Pero si, mientras sueñas, alguien se te acerca y te dice: “Es un sueño”, nunca lo creerás.
La resurrección es el ascenso a esa vida real, esa verdadera Amiga en quien solo podemos apoyarnos – en todas las otras cosas y seres en los que creemos que podemos apoyarnos, no podemos confiar –, la resurrección es esa Amiga, la única que no cambia nunca, que siempre ha estado con nosotros y que siempre estará con nosotros.
* En Oriente, atar un turbante a alguien es honrarlo.
Traducido por Juan Amin Betancur