Hazrat Inayat: El Mensaje y el Mensajero, parte VIII
Ahora, acercándonos a la conclusión de esta serie de conferencias, Hazrat Inayat Khan examina el origen de la oposición que surge cuando se da el Mensaje. La publicación anterior se encuentra aquí.
El Mensaje es la respuesta al clamor de las almas individuales y colectivas. La voz de Dios está hablando todo el tiempo, pero nadie escucha; por eso Dios se ha manifestado como hombre, para poder hablar con una voz aún más fuerte. Pero aun así el hombre no escucha. En tiempos de Cristo la inspiración estaba ahí, la voz estaba ahí y el poder divino; pero ¡qué pocos eran los que escuchaban y entendían! Siempre ha sido así y siempre será así. No es de extrañar que Jesús tuviera tan pocos discípulos, e incluso entre ellos tal vez ni uno que tuviera una verdadera comprensión del Maestro. A la hora en que Mahoma fallecía, cuando cientos de sus discípulos estaban allí, señaló a uno y dijo: ‘Yo soy la sabiduría y Alí es la puerta’. Ha surgido un gran desconcierto sobre por qué fue así cuando el Maestro tenía el poder de hacer comprender a todos. Pero no debía ser así. Cada uno tiene su propio rompecabezas que resolver. Qué poco interesante sería el mundo si todos los hombres fueran perfectos; sería como un piano en el que todas las notas fueran iguales.
Siempre que el espíritu de Dios se ha manifestado en su verdadera forma, el mundo ha estado en su contra. ¿Por qué ha sido así? Porque el hombre tiene dos lados en su naturaleza, uno falso y otro real; y antes de que el verdadero mensajero pueda penetrar en la realidad del ser del hombre, primero toca la parte falsa o irreal, y ésta se subleva. Y en el caso de un hombre que no se subleva, aunque la luz le alcance su corazón está cubierto, y sólo toca la cubierta. Tal hombre es atraído, pero duda.
Hay egos que no están dispuestos y preparados para aceptar todo lo que les atrae. Cuanto más les atrae algo, más se rebelan contra ello, sospechando que es una tentación. Incluso si ven la realidad de algo que les atrae, consideran que la tendencia a sentirse atraídos es una debilidad. Hay egos que se niegan a aceptar lo que su amigo ha aceptado, y se niegan a admirar plenamente lo que ese amigo ha admirado. E incluso si realmente desean aceptar algo que su amigo ha aceptado, se negarán a hacerlo. Porque la tendencia de ese ego es nadar contra corriente; esa es la resistencia de ese ego. Contra esta resistencia Cristo ha dicho: «Bienaventurados los pobres de espíritu». Es mayormente esta misma resistencia de mentalidad la que se ha levantado contra los mensajeros, construyendo un muro fortificado entre el mensajero y las almas que anhelan ser guiadas. Sin embargo, hay quienes son como velas encendidas: pueden encender otras velas e inspirar a otros. Pero las otras velas deben ser de cera; si son de acero no pueden encenderse. El corazón debe ser como la cera; debe derretirse; si es de acero, no puede iluminarse.
Es más fácil para el devoto idealista mejorar su ideal cuando el ideal no está presente; su presencia a menudo obstaculiza al devoto en el fortalecimiento de su ideal. Porque el ideal que crece y se expande en la imaginación del devoto siempre superará a la personalidad ideal que está viviendo la vida de limitaciones en la tierra.
Continuará…
Traducción: Abdel Kabir Mauricio Navarro J.