Hazrat Inayat: The Mystic pt I (Spanish version)

Hazrat Inayat: El Místico, parte I

El misticismo no es ni una fe ni una creencia. Tampoco es un principio o un dogma. Un místico nace. Ser un místico significa tener un cierto temperamento, una cierta perspectiva de la vida. Es por esta razón que muchos se confunden con la palabra “místico”, porque el misticismo no puede ser explicado en palabras sencillas.

El que siente: “Este esmi impulso, esto debo ponerlo en acción”, sólo sabe de la idea desde el momento en que se ha manifestado a su vista. Por eso lo llama libre albedrío.

Para un místico, el impulso tiene un significado divino. En cada impulso un místico ve la dirección divina. Lo que la gente llama “libre albedrío” es algo que no existe para el místico. Él ve un plan trabajando y haciendo su camino hacia un resultado deseado; y cada persona, voluntaria o involuntariamente, contribuye hacia el cumplimiento de ese plan. Esta contribución al plan es considerada por uno como “libre albedrío”, y por otro, como “accidente”. El que siente: “Este es mi impulso, esta es mi idea, esto debo ponerlo en acción”, sólo sabe de la idea desde el momento en que se ha manifestado a su vista. Por eso lo llama libre albedrío. ¿Pero de dónde le vino esa idea? ¿De dónde viene el impulso? Viene, directa o indirectamente, desde adentro. A veces puede parecer que viene de afuera, pero siempre comienza desde adentro. Así, todo impulso para un místico es un impulso divino. Uno se puede preguntar, ¿por qué no todo impulso es divino para todos, si todo impulso tiene su origen adentro? Es porque no todos saben que es así. La parte divina del impulso está en darse cuenta que es divino. En el momento en que somos conscientes del origen divino del impulso, a partir de ese momento, es divino. Aunque a lo largo de la vida ha venido de adentro, es el hecho de saber esto lo que lo hace divino.

Un místico remueve la barrera que se interpone entre él y otra persona al tratar de ver la vida no sólo desde su propio punto de vista, sino también desde el punto de vista del otro. Todas las disputas y desacuerdos surgen de la incomprensión de las personas entre sí. En su mayoría, las personas se malinterpretan entre sí porque tienen sus puntos de vista fijos y no están dispuestas a moverse de ellos. Esta es una condición rígida de la mente. Cuanto más densa es una persona, más fija está en su propio punto de vista. Por lo tanto, es fácil cambiar la mente de una persona inteligente, pero es más difícil cambiar la mente de una persona tonta una vez que está fija. Es esta cualidad densa de la mente la que se vuelve fija en cierta idea y la que nubla los ojos para que no puedan ver desde el punto de vista de otra persona.

Muchos temen que al mirar las cosas desde el punto de vista de alguien más, pierdan su propio punto de vista; pero preferiría perder mi propio punto de vista, si fuera uno incorrecto. ¿Por qué uno debe adherirse a su punto de vista simplemente porque es propio? ¿Y por qué debería ser el propio punto de vista y no todos los puntos de vista, el punto de vista de uno y el mismo Espíritu? Porque, así como dos ojos se necesitan para hacer la vista completa, y dos oídos se necesitan para hacer la audición completa, así, la comprensión de dos puntos de vista, los puntos de vista opuestos, es lo que da una visión más completa de la vida.

Un místico llama a esto “desaprender”. Lo que llamamos “aprender”, es fijar ideas en nuestra mente. Este aprendizaje no está liberando el alma, está limitando el alma. Con esto, no quiero decir que el aprendizaje no tenga lugar en la vida, sino que solamente el aprendizaje no es todo lo que se necesita en el camino espiritual. Hay algo más, además, hay algo más allá del aprendizaje; y para esto, sólo podemos lograrlo desaprendiendo. Aprender es como hacer nudos de ideas, y el hilo no es suave mientras los nudos estén allí. Deben ser desenredados; y cuando el hilo es suave, se puede tratar de la manera que a uno le guste. Una mente con nudos no puede tener una suave circulación de la verdad. Las ideas que están fijas en nuestra mente la bloquean. Un místico, por lo tanto, está dispuesto a ver desde todos los puntos de vista para aclarar su conocimiento. Es esa disposición la que se llama “desaprender”.

El sentido del entendimiento es uno y el mismo para todos nosotros. Si estamos dispuestos a entender, entonces el entendimiento está a nuestro alcance. Muy frecuentemente, sin embargo, no estamos dispuestos a entender, y por eso es que no entendemos. La humanidad sufre de una especie de terquedad. Un hombre va en contra de lo que piensa que viene de otra persona. Sin embargo, todo lo que ha aprendido proviene de otros, no ha aprendido ni una palabra de sí mismo. De todos modos, él lo llama su argumento, su idea, y su punto de vista, aunque no lo sea. Siempre lo ha tomado de alguna parte. Es aceptando este hecho que un místico entiende todo, y es esto lo que lo hace amigo de todo.

Un místico no ve las razones como todos los demás lo hacen, porque ve que la primera razón que le viene a la mente es sólo una cubierta sobre otra razón que está oculta detrás. Tiene paciencia, por lo tanto, para esperar hasta que ha levantado el velo de la primera razón, hasta ver la razón detrás de ella. Entonces, de nuevo ve que esta razón que estaba oculta detrás de la primera razón es más poderosa, pero que aún hay una razón mayor detrás de ella. Y así, él va de una razón a otra, y ve en la razón nada más que un velo que cubre la realidad. A medida que avanza, penetrando los muchos velos de la razón, alcanza la esencia de la razón. Al tocar la esencia él ve la razón en todo, lo bueno y lo malo.

Continuará…

Traducción: Abdel Kabir Mauricio Navarro J.

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