Hazrat Inayat: El camino del discipulado, parte III
Esta publicación concluye la conferencia de Hazrat Inayat Khan sobre el camino del discipulado, un tema al que también se refirió en otras enseñanzas. En la primera entrega de esta serie explica la necesidad de desarrollar consideración, motivo fundamental para el viaje, y en la segunda, establece las primeras dos lecciones en el camino; el desarrollo de confianza en sí mismo y de sacrificio.
La tercera lección en el camino del discipulado es la imitación, que significa imitar al Maestro en todas sus actitudes —con el amigo, con el enemigo, con el necio, con el sabio. Si el alumno actúa como desea y el Maestro actúa como desea, entonces no hay beneficio, por grande que sea el sacrificio y la devoción. Y recuerda, ninguna enseñanza o meditación es tan grande o valiosa como la imitación del Maestro en el camino de la verdad. En la imitación del Maestro se oculta todo el secreto de la vida espiritual. No es la imitación de su obrar externo, sino también de su tendencia interna.
La cuarta lección que aprende el discípulo es diferente y esa lección es darle vuelta al Maestro, a quien piensa en el interior, pensándolo en lo exterior, hasta que el discípulo crece para ver en el sabio y en el necio, en todas las formas, a su Maestro que le enseña.
La quinta lección que el discípulo aprende es la de dar lo que hasta ahora le ha dado al Maestro —devoción, sacrificio, servicio, respeto— darlo a todos, porque en todo ve a su Maestro.
Hay quien quizás no lo aprenderá todo en su vida y otro aprenderá las cinco lecciones en corto tiempo. Hay una historia de una persona que fue donde un Maestro y le dijo,”Sí que me gustaría ser tu pupilo, tu discípulo”. El Maestro dijo: “Sí, estaría muy contento de ello”. Esta persona, consciente de tantos defectos, se sorprendió de que el maestro estuviera tan dispuesto a aceptarla como pupilo. Le dijo: “¿Pero me pregunto si sabes de las tantas faltas que poseo?”. El Maestro dijo: “Sí, ya conozco tus fallas, pero te acepto como mi pupilo”. “Pero tengo faltas muy graves”, dijo. “Soy aficionado a los juegos de azar”. El Maestro dijo: “Eso no importa mucho”. “Soy propenso a beber a veces”. El Maestro dijo: “Bueno, eso no importa mucho”. “Bueno”, dijo la persona, “hay otras muchas faltas”. El Maestro dijo: “No me importa”, y luego le dijo, “he aceptado todas tus faltas, debes aceptar una condición de tu Maestro”. “Sí, de buena gana”, dijo el hombre, “¿Cuál es?” El Maestro dijo: “Puedes cometer todas tus faltas, pero no en mi presencia; tan solo este respeto debes mantener por tu Maestro”; El Maestro sabía que las cinco lecciones del discipulado eran naturales en él. Después inició a la persona. Y tan pronto salió y quiso jugar o beber, vio la cara de su Murshid ante él. Cuando se acercó al Maestro, el Maestro le preguntó sonriendo: “¿Cometiste alguna falta?” y respondió: “Oh, no, la gran dificultad es que cada vez que quiero cometer alguna de mis faltas habituales, mi Murshid me persigue”.
No pienses que este espíritu solo se puede cultivar, este espíritu podría encontrarse en un niño inocente. El otro día me divertí al escuchar a un pequeño de cuatro años, cuando le pregunté, “¿Has sido travieso?”, me contestó “Me gustaría ser travieso, pero mi bondad no me deja”. Esto nos muestra que el espíritu del discipulado está en nosotros. Recuerda que es Maestro quien es él mismo un discípulo. En realidad no hay tal cosa como un Maestro. Solo Dios es un Maestro, todos somos discípulos. La lección que todos hemos de aprender es la lección del discipulado; es la primera y la última.
Traducido por Juan Amin Betancur