Hazrat Inayat: el poder de la mente
En esta breve lectura sobre la naturaleza y el funcionamiento de la mente, Hazrat Inayat Khan alude a cinco aspectos de la mente que en otro lugar describe como: identificación o ego, percepción, memoria, sentimiento y razonamiento (que incluye imaginación). Acá él se ocupa de la última cualidad, el poder creativo de la mente.
La mente no es tan solo el akasha (capacidad) que contiene todo lo que uno aprende y experimenta durante la vida, sino que, entre cinco diferentes aspectos de la mente, cada uno con su propia función, hay especialmente uno que podría llamarse mente, uno que muestra el poder del Creador. Todo lo que vemos ante nuestros ojos, todos los objetos hechos por arte humano, las condiciones favorables o desfavorables que provocamos, todo ello es creación de la mente humana, de una mente o de muchas mentes. Las fallas humanas en la vida, junto con la impresión de la propia finitud que tiene el ser humano, lo mantienen ignorante del gran poder oculto en la mente. La vida humana es la manifestación de su mente. La felicidad y los éxitos, los fracasos y las penas son más que nada provocados por su propia mente, de la cual el hombre sabe tan poco.
Si todos conocieran este secreto, no habría persona infeliz en este mundo, ninguna alma tendría un fracaso, pues tanto la infelicidad como el fracaso no son naturales. Lo natural es lo que el hombre quiere y desea tener. Ciertamente, primero uno debe saber qué es lo que uno quiere, y la siguiente cuestión es cómo obtenerlo. Las palabras de Emerson apoyan este argumento: “cuidado con lo que quieres, pues lo conseguirás” *. Toda la vida es un aprendizaje continuo, y para quien realmente aprende de la vida, el conocimiento nunca es suficiente. Cuanto más aprende, más tiene por aprender. El secreto de esta idea está expresado en el Quran: “Sea, dijo Él, y así se hizo”. Los profetas y conocedores de la vida no solo saben esto en la teoría, esto es su propia experiencia de vida.
Hay una historia entre los hindúes sobre un árbol mágico. Un hombre viajaba, bajo el sol abrasador, hacia el bosque. Estaba tan exhausto que sintió como si estuviera recostándose bajo la sombra de un árbol. Entonces pensó: si hubiera un pequeño colchón para sentarse, sería mejor que las piedras; y en cuanto miró, vio que el colchón ya estaba allí; entonces pensó que el árbol era muy duro como para apoyarse en él, y cuando se volteó vio que un almohadón ya estaba ahí. Entonces pensó: este colchón es tan duro, si tuviera un almohadón sobre el cual sentarme en este mismo momento en que me encuentro tan exhausto; y allí estaba. Entonces pensó: si tuviera algún jarabe para beber, sería excelente; y entonces él vio a alguien trayéndole el jarabe. Él estaba sorprendido y encantado.
Entonces él pensó: este árbol no basta, sería genial tener una casa; y una bella casita estaba allí. Entonces pensó: caminar en el bosque es agotador, tengo que tener un carruaje; y el carruaje con sus caballos estaba allí. Entonces estaba verdaderamente sorprendido y no podía comprender. Entonces pensó: ¿será verdad todo esto, o es solo mi imaginación? Y entonces todo desapareció -apenas quedaron las duras piedras y el árbol sobre su cabeza. Esta es la historia de la mente. La mente tiene el poder de crear, crea todo. ¿Pero crea a partir de qué? A partir del confuso maya, una substancia sujeta al cambio, a la muerte y la destrucción. Sin embargo, el poder de la mente está fuera de duda. ¿Y no nos enseña esto que la mayoría de nuestras infelicidades y fracasos es causada por nuestras propias mentes, más que por la mente de otro? Y si lo fuera por la mente de otro, entonces nuestra mente no está funcionando.
Así pues, el poder de la mente merece ser conocido. Cuando se comprende mejor la concepción moral de la vida, cuando el ser humano conoce qué es correcto y qué es incorrecto, qué está bien y qué está mal, y solo se juzga a sí mismo, ve estos dos opuestos en su propia vida, en su persona y en su carácter. Pues cuando su sentido de justicia no está bien despierto, ve la tontería del otro y desea juzgarlo. Aquellos cuya manera de ser trajo bienestar y alivio a quienes lo rodeaban fueron los que sólo usaron la facultad de la justicia para juzgar sobre sí mismos, quienes intentaron corregirse a sí mismos de sus propias tonterías; y al ocuparse en corregirse a sí mismos, difícilmente tuvieron tiempo para juzgar a otro. La enseñanza de Cristo, “no juzguéis para no ser juzgados” siempre pondrá el más grande ejemplo a seguir.
La mente es un estuche mágico, un estuche en el que se forma un diseño por la imaginación y la imaginación es materializada en la superficie. La pregunta sobre por qué entonces no todo lo que pensamos se hace realidad, por qué todo lo que deseamos no siempre se realiza, puede responderse a partir de nuestra limitación: nosotros sepultamos, por así decirlo, el divino poder creador en nuestra mente. La vida nos confunde tanto que con dificultad habrá una persona entre mil que realmente conozca lo que quiere, y quizá una entre un millón que sepa por qué lo quiere. E incluso entre millones no encontrarás una con el conocimiento de por qué debería quererlo y por qué no debería quererlo. Con todo el poder de la mente, una cosa debemos recordar: la frase “el hombre propone, Dios dispone”, se mostrará siempre como cierta cuando los deseos del hombre van en contra del deseo de Dios Todopoderoso. Por eso, el camino de los santos en la vida ha sido buscar con resignación el deseo de Dios, y de esta manera nadar con la marea, para que con el cumplimiento de sus deseos, el propósito de Dios pueda cumplirse.
Dios los bendiga.
*Ralph Waldo Emerson: “Ten cuidado en lo que pones tu corazón, pues esto seguramente será tuyo”.
Traducido por Vadan Juan Camilo Betancur Gómez