Hazrat Inayat: El Ser y el Mérito de Dios
Hazrat Inayat Khan nos ofrece la explicación de un asunto muy sutil.
En términos sufíes, el ser de Dios se llama Zat, y Sus cualidades, Sus méritos, se denominan Sifat. Los hindúes llaman al primer aspecto de Dios Purusha y al segundo Prakriti, que pueden traducirse al español como espíritu y materia. Zat, el Espíritu de Dios, es incomprensible, porque lo que se comprende a sí mismo es la inteligencia, el verdadero ser de Dios; y la comprensión no tiene nada que comprender en su propio ser. Sin duda, en nuestros términos habituales es la facultad de comprensión en nosotros a lo que llamamos comprensión; pero esto no es lo que se quiere decir aquí, porque la inteligencia no es necesariamente intelecto. El mérito es algo que es comprensible; es algo que es claro y distinto, de modo que puede hacerse inteligible; pero la inteligencia no es inteligible excepto para sí misma. La inteligencia sabe que yo soy; pero no sabe lo que soy.
Tal es la naturaleza de Dios. La inteligencia no habría conocido su propio poder y existencia si no hubiera conocido algo más que a sí misma, así que Dios se conoce a sí mismo por la manifestación. La manifestación es el ser de Dios, pero un ser que es limitado; un ser que le hace saber que es perfecto cuando compara su propio Ser con este ser limitado que llamamos naturaleza. Por lo tanto, el propósito de toda la creación es el reconocimiento que Dios mismo obtiene al descubrir su propia perfección a través de esta manifestación.
Entre los conceptos cristianos hay uno que, si podemos resolver su enigma, nos ayuda a descubrir la verdad de la vida. Es la idea de la Trinidad. Lo que mantiene al alma en perplejidad es el triple aspecto de la manifestación, y mientras el alma permanezca desconcertada por esto, no podrá llegar al conocimiento del Uno. Estos tres aspectos son el que ve, la visión y lo visto; el conocedor, el conocimiento y lo conocido. De hecho, estos son tres aspectos de la vida. Un aspecto es la persona que ve; el segundo aspecto es la vista, o los ojos, con cuya ayuda ve; y el tercer aspecto es lo que ve. Por eso no se puede aceptar fácilmente la idea de que lo que uno ve sea igual a uno mismo, ni se puede creer ni por un momento que el medio por el que uno ve es uno mismo, porque estos tres aspectos parecen estar separados y mirarse la cara unos a otros, como la primera persona, la segunda persona y la tercera persona de Brahma.
Cuando este acertijo se resuelve al darse cuenta de que los tres son uno, entonces se cumple el propósito del ideal de Dios. Porque entonces se levantan los tres velos que cubren al Uno, entonces ya no siguen siendo tres, y entonces se descubre que son Uno, el Único Ser. Como dice Abdul Karim al Jili, el místico del siglo XV: «Si crees en un solo Dios, estás en lo cierto; si crees en dos Dioses, también; pero si crees en tres Dioses, también es correcto, porque la naturaleza de la unidad se reconoce en la variedad».
Traducido por Inam Anda