Hazrat Inayat: El alma, de dónde y hacia dónde pt XV
Hazrat Inayat Khan centra ahora su atención en el vehículo físico que se le da al alma, y en el proceso de evolución, que, según subraya, se aplica al vehículo y no al alma. La entrada anterior está aquí.
Cuando el alma viene al mundo físico, recibe una ofrenda de todo el universo; y esa ofrenda es un cuerpo en el cual funcionar. Ese cuerpo no solo le es ofrecido por los padres, sino por los antepasados, por la nación y la raza en la que el alma nace, y por toda la humanidad. Este cuerpo no es sólo una ofrenda de la raza humana, sino que es el resultado de algo que el mundo entero ha producido durante siglos; una arcilla que ha sido amasada mil veces; una arcilla que ha sido preparada para que en su propio desarrollo se haya vuelto más inteligente, más radiante y más viva; una arcilla que apareció primero en el reino mineral, que se desarrolló en el reino vegetal, que luego apareció como animal, y que fue terminada en la elaboración de ese cuerpo que se ofrece al alma humana recién llegada. Uno puede preguntarse: “¿No es cierto entonces, como dicen algunos científicos en su estudio biológico, que el hombre ha surgido del reino animal?”. Ciertamente es verdad, pero verdad en el sentido explicado arriba.
No hay que entender por esto que toda roca se convirtió en planta, y toda planta en animal, y todo animal en hombre. El alma viene directamente del cielo; funciona en un cuerpo, y es este cuerpo a través del cual experimenta más plenamente la vida en la tierra. Por lo tanto, las rocas, los árboles y los animales no pueden considerarse antepasados del alma. Es el cuerpo el resultado de la actividad de todos estos reinos diferentes, que son el desarrollo unos de otros. Cabe preguntarse por qué el alma debe funcionar en un cuerpo humano. ¿Por qué no en un animal, un pájaro o un insecto? La respuesta es que sí funciona. Cada alma no es el mismo rayo, no tiene la misma iluminación, el mismo poder de largo alcance, o el mismo volumen de luz; y por lo tanto es cierto que las almas no sólo funcionan en un cuerpo humano, sino en todas las formas, por insignificantes y pequeñas que sean.
¿Qué ocurre con las rocas, las montañas, los mares y los ríos? ¿No son el resultado del alma? La naturaleza en general, en sus diversos aspectos, es la materialización de esa Luz que se llama Espíritu divino; pero no todo en la naturaleza tiene lo que el hombre entiende por alma, pues sólo se reconoce como alma el rayo que funciona en el cuerpo humano. No se reconoce que el rayo que funciona en la creación inferior sea el mismo, aunque provenga de la misma fuente. Hay dos cosas: están los rayos y está la luz de la que brotan. Si los rayos son las almas de los seres vivos, entonces la luz de ese mismo Sol divino es el espíritu de toda la naturaleza. Es la misma luz; pero no dividida, no diferenciada, como lo son los rayos que llamamos almas. ¿Por qué tiene la naturaleza sus diferentes aspectos? Si el espíritu que la anima es uno, ¿por qué todo en la naturaleza está separado y es diferente? La creación es una evolución gradual de esa luz que es la fuente y la meta de todos los seres. Por ejemplo, la vida vegetal es un desarrollo del reino mineral, la vida animal del reino vegetal, y la vida humana la culminación de esta evolución. Pero esta culminación no es más que el acabado del vehículo que utiliza el alma; por esta evolución el alma no evoluciona. Esta evolución sólo significa que el alma ha adoptado un instrumento más acabado para experimentar la vida más plenamente. Sin duda, cuanto mejor es el instrumento, mayor es la satisfacción del alma. Cuando se mira desde este punto de vista a toda la creación, se siente de verdad que no sólo el hombre, sino toda la manifestación, fue creada a imagen de Dios.
Continuará…
Traducido por Inam Anda