Hazrat Inayat: La concepción sufi de Dios
La idea de Dios es un medio para que el sufi se eleve de la imperfección a la perfección, como se sugiere en la biblia: “Sed perfecto como vuestro Padre en el Cielo es Perfecto”. Hay un gran abismo entre el estado de imperfección y el estado de perfección, y Dios es el barco en el que se navega desde el puerto de la imperfección al puerto de la Perfección.
Para un sufi, Dios y el hombre no son dos; el sufi no considera a Dios separado de sí mismo. El Dios del sufi no está sólo en el cielo; está en todas partes. Ve a Dios en lo invisible y en lo visible; él reconoce a Dios tanto adentro como afuera. Por lo tanto, no hay nombre que no sea el Nombre de Dios, y no hay forma que no sea la forma de Dios, para los ojos del sufi. Como dice Jelal-ud-Din Rumi: “El Amado lo es todo en todo; el amante sólo lo cubre con un velo; el Amado es todo lo que vive, el amante una cosa muerta.”. En otras palabras, quiere decir que este aspecto dual del amor, que se expresa como amante y amado, es de hecho uno, y que uno de los dos morirá y uno solo vivirá. El que morirá es el ser imperfecto, que cubre la Perfección; El que vivirá es el Ser Perfecto.
El sufi reconoce estos dos aspectos en sí mismo, el aspecto imperfecto y mortal de su ser, y el aspecto Perfecto e inmortal de su Ser. El primero, lo representa su yo exterior; el segundo es su yo más profundo. Como el yo imperfecto cubre su alma, y la confina en un ser limitado, reconoce al mismo tiempo la grandeza del Ser Perfecto, y se llama a sí mismo “Yo, un servidor de Dios” y Dios, el Señor de toda la existencia. En las escuelas sufis de oriente, esta idea se expresa en una alegoría Coránica que conmueve a quienes disfrutan de su delicadeza poética. En el Corán se relata que, cuando se hizo el primer hombre, se le preguntó: “Di, ¿quién es tu Maestro?” y él respondió: “Tú eres, mi Señor”.
Filosóficamente, esta idea es la imagen de la vida humana. El hombre comienza su vida en la tierra aceptando la orden de alguien, temiendo no causarle algún disgusto, viendo a alguien como su apoyo, protector, o guía, ya sea en forma de padre o madre, un pariente, un amigo, un maestro, o un rey. Esto muestra que el hombre comienza su vida en el mundo con su imperfección, al mismo tiempo que reconoce se rinde, y se inclina a la perfección en cualquier forma. Cuando el hombre entiende esto mejor, entonces sabe que todas las fuentes que exigían su rendición, o reconocimiento, eran limitadas e impotentes, en comparación con ese ideal perfecto que llamamos Dios. Por lo tanto, la misma actitud que el hombre común tiene hacia otro que es más grande que él en fuerza, poder, o posición, es la que el sufi aprende a mostrar a su Dios, el ideal de la Perfección, porque en Dios incluye todas las formas en las que reconoce la belleza, el poder, la grandeza, y la perfección. Por lo tanto, la adoración del sufi no es solamente la adoración de la Deidad; a través de la adoración pretende acercarse a la perfección; a través de la adoración intenta olvidar su yo imperfecto en la contemplación del Perfecto.
No es necesario que el sufi ofrezca sus oraciones a Dios para que le ayude en las cosas mundanas, o para agradecerle por lo que recibe, aunque esta actitud desarrolla en el hombre una virtud que es necesaria en la vida. Con el pensamiento de Dios, la idea del sufi es cubrir su yo imperfecto, incluso de sus propios ojos, y ese momento, cuando Dios está ante él, y no su propio yo, es el momento de la perfecta felicidad para él. Mi Murshid Abu Hashim Madani, dijo una vez que solo hay una virtud y un pecado para un alma en este camino: virtud cuando es consciente de Dios, y pecado cuando no lo es. Ninguna explicación puede ser suficiente para describir la verdad de esto, excepto la experiencia del contemplativo, para quien, cuando es consciente de Dios, es como si se abriera una ventana que da al cielo, y cuando está consciente del yo, la experiencia es la opuesta. Porque toda la tragedia de la vida es causada por la conciencia del yo. Todo dolor y depresión es causado por esto, y cualquier cosa que pueda quitar el pensamiento del yo ayuda hasta cierto punto a aliviar al hombre del dolor; pero la conciencia de Dios da un alivio perfecto.
Traducido por Yaqín, Rodrigo Esteban Anda