Hazrat Inayat: La Tragedia de la Vida, parte I
Esta breve enseñanza de Hazrat Inayat Khan puede ser apropiada a medida que nos acercamos al cambio de año y reflexionamos sobre nuestra vida.
Cuando miramos a nuestro alrededor no podemos dejar de observar cómo todo el mundo tiene algo de qué quejarse: la falta de riqueza, la falta de comodidad, la falta de amabilidad de los que están a su alrededor, o de sus familiares. En todas partes hay desamores, decepciones de un tipo u otro. En el Corán esto se expresa con el dicho: “Sólo Dios es rico; todos los demás son pobres”. La gente puede vivir en palacios o en casas de campo, puede disfrutar de riqueza y fama, de dinero o de buenas posiciones; no importa lo que posean, siguen siendo pobres por todo eso.
Cuanto más estudiamos la vida, más vemos cómo la pobreza está en todas partes, cómo todo el mundo es afectado por la pobreza, independientemente de lo que posea. ¿Cómo es esto? ¿Qué significa esto? Sólo una cosa puede explicar esta situación, y esa es la limitación.
Esta palabra explica la razón de las clasificaciones desde el rey hasta el indigente, desde el más grande hasta el más insignificante. Existe la limitación de la mala salud física y del poder mental, la limitación de la riqueza, etc. Sólo la limitación explica la verdadera causa de todas estas cosas penosas.
Un vidente o pensador puede encontrar divertido observar cómo el mundo entero está ocupado desde la mañana hasta la noche, tanto en el cuerpo como en la mente. Todo el mundo está tratando de aliviarse de esta pobreza, tratando de superar todas las cosas de las que tiene que quejarse, tratando de obtener los medios para conquistar todas esas condiciones de pobreza. Así que quien observa todo esto ve a la gente siempre luchando, luchando por esto, luchando por aquello; sin embargo, a pesar de todos sus esfuerzos, sólo encuentran aún más pobreza. Los objetos que desean son limitados, pero su deseo es ilimitado; en cualquier caso, los objetos limitados nunca pueden satisfacer el deseo ilimitado.
Hay un poema indostaní que dice: “Cuando tengas diez lakh* o veinte, o cincuenta, o cien, todavía querrás mil; si los obtuvieras todavía querrías más”. De hecho, querrías el mundo entero, e incluso si lo tuvieras, tu deseo no llegaría a su fin. La razón de esto es que todo lo que el hombre desea es siempre limitado, mientras que su deseo en sí mismo no conoce límites. Cuando un deseo se satisface, hay otro y luego otro, y así sucesivamente. El deseo del hombre sigue siendo mucho más grande, más vasto y más amplio que todos los objetos que se pueden desear, y como el que desea no conoce su propio valor, ni el valor de los objetos que busca, permanece en un estado de pobreza. Esta pobreza degrada su vida; la degradación de toda la vida humana procede de esta única cosa.
*=100,000
Continuará…
Traducción: Abdel Kabir Mauricio Navarro J.