Hazrat Inayat: la visión de Dios y del hombre (parte I)
Con esta publicación comenzamos una serie donde Hazrat Inayat Khan nos ayuda a comprender qué es la divinidad y qué es un ser humano.
Cuando hablamos del hombre todos entendemos que esto se refiere a los seres humanos, pero cuando hablamos de Dios todos tienen su propia noción. Para una persona, Dios es un concepto abstracto, mientras para otra es un Dios personal y, en cambio, según otros no hay Dios en absoluto. En esta época de creciente materialismo, el ideal de Dios se ha enturbiado tanto que su luz ya no es evidente. La gente del pasado se enrolaba en guerras y batallas, se asesinaban y hurtaban, en varios modos mostraban una naturaleza primitiva, pero cuando se trataba del ideal, de Dios, todos se rendían ante él, todos creían en él. En nuestra época muchas personas ponen en duda la idea de Dios. Entre las que se han llamado naciones civilizadas, algunas incluso han borrado la palabra “Dios” de los textos escolares. Los niños educados en esas escuelas han crecido con la idea de que no hay Dios. Incluso, si se les ocurre que la idea de que tiene que existir algo, o si se han convencido de que hay un Dios, lo llaman “poderes superiores” o “dioses”, poniendo en plural lo que es singular, bajando a la esfera de la variedad la más elevada naturaleza que la humanidad puede concebir. Muchos otros educados en la ciencia y la literatura piensan que no es inteligente creer en Dios o usar la palabra “Dios”. Piensan que como esta es usada por gente tan primitiva y simple, carente de inteligencia, entonces sería mejor olvidarse del nombre “Dios”. Y de esta manera, el orgullo del hombre ha bloqueado un camino que venía siendo recorrido durante miles de años por grandes maestros.
Una vez, después de haber ofrecido una serie de conferencias, un hombre se me acercó y dijo: “todas tus enseñanzas me atraen mucho. Pienso que cada palabra es verdadera; siempre he pensado de ese modo. Estaría muy feliz de seguir tu guía, pero solo con una condición: que no menciones el nombre “Dios”. Para un hombre como tú, que puede tocar las profundidades de la vida, para un hombre de altos principios y nobles ideales, no es necesario usar ese nombre añejo, que cualquier simplón usa y cree. Hoy estamos haciendo un nuevo tipo de vida y vemos a ella de un modo diferente”. “¿Nuevo?”, le respondí, “no hay nada nuevo bajo el sol. La novedad solo está en tu concepción; es nuevo para ti porque antes no lo conocías. Puede ser nuevo para ti, ¡pero para alguien más ciertamente no lo es!”.
Un científico de la materia hace el hallazgo de algo y dice “¡acá tenemos un nuevo descubrimiento!”. Otro dirá “no, eso no es cierto; he aquí otro descubrimiento que lo desvirtúa”. Y así seguirán; cada año hay muchos nuevos descubrimientos. Además, hay momentos en que un científico no piensa como el otro; pueden pertenecer a la misma escuela, y aún así tener cada uno su idea propia, que no esté de acuerdo con la del otro científico. Pero cuando tomamos en consideración a los místicos y pensadores que han contemplado la vida desde un punto de vista espiritual, todos ellos están de acuerdo, sean yoguis, sufíes, budistas o cristianos -no importa cuáles. Cuando ellos han llegado a un determinado estadio de comprensión, todos están de acuerdo, todos ellos tienen las mismas experiencias, todos ellos tienen la misma realización a la que llegan a pesar de todas las diferencias. Las diferencias de dogma de las distintas religiones solo son diferencias en la forma; quienes se quedan mirando la superficie ven variaciones, pero quienes contemplan bajo la superficie ven una y la misma verdad subyacente a todas las religiones, que han sido entregadas en tiempos diferentes por maestros diferentes. Es natural, por lo tanto, que el modo de expresión sea diferente, pero cuando uno se remite a la esencia, todo es uno y lo mismo. Quienes han avanzado espiritualmente llegan a la conclusión de que no difieren entre sí en su fe.
Se debería, claro está, entender el verdadero significado de creencia. Con mucha frecuencia lo que mantiene a alguien de espaldas a su logro espiritual es su creencia, pero es aún más recurrente que la creencia lo ayude a seguir avanzando. La creencia es como una escalera. Cada escalón lleva a uno más alto, pero uno deja de progresar cuando se queda plantado en algún peldaño de la escalera. Si hay tanta personas sencillas que no sacan el máximo beneficio de su creencia, es porque esta puede clavar los pies al suelo y estancarlo a uno allí donde hay millones de creyentes en Dios. Pero esto no significa que la creencia no tenga una función. Solo quiere decir que esas personas no entienden el verdadero sentido de la creencia; saben apenas cómo permanecer de pie en un determinado punto de la escalera.
A medida que una persona evoluciona, su fe también progresa, hasta que alcanza ese estadio que armoniza con todas las diferentes creencias, donde ya no está en contra de creencia alguna. Entonces ya no está más clavado al suelo, sino que está por encima de todas las diferentes creencias. Con frecuencia dice alguien “no entiendo lo que es Dios, ¿puedes explicármelo?”. Pero si Dios pudiera ser explicado no sería Dios. Explicar a Dios es destronar a Dios.
Continuará…
Traducido por Vadan Juan Camilo Betancur Gómez