Hazrat Inayat : La visión de Dios y del Hombre (parte II)
Tras habernos aconsejado en la primera entrega de esta serie que la naturaleza última de Dios está más allá de la descripción, ahora nos presenta una poderosa ilustración del sol, su luz y sus rayos, para ayudarnos a entender nuestra relación con la Divinidad.
Dejando a Dios de lado, ¿puede alguien explicar algo tan fino y sutil como la gratitud, el amor o la devoción, en palabras? ¿Cuánto puede explicarse? Las palabras son muy inadecuadas para explicar grandes sentimientos, entonces ¿cómo puede Dios explicarse en palabras? Sin embargo, en el lenguaje de la metafísica el Absoluto es el Espíritu omnisciente, la esencia de la inteligencia misma en su condición original. En Oriente la llaman Nur, que significa resplandor; y la naturaleza del resplandor es centralizar; es la centralización del resplandor lo que ilumina. Físicamente, podemos decir que el sol es el resplandor centralizado que todo lo compenetra; por eso, el sol que podemos ver es sólo el punto de centralización de Nur, la luz. En realidad, el sol es todo; en la forma de la luz está el sol, y el solo no está sólo en ese centro, pero hasta donde llegue la luz en nuestras casas y fuera, ahí está el sol. Su manifestación es indirecta, sin embargo, todo es el sol.
Cuando vemos la inteligencia que todo lo compenetra como inteligencia centralizada la llamamos Dios, porque inicia con la centralización; desde este punto inicia la manifestación. Pues para la manifestación primero debe haber centralización. Es esto lo que forma una entidad, y que los sabios han llamado Dios; pero esto no lo hace un inicio separado de la manifestación, así como el sol no puede separarse de la luz solar. La luz es tanto el sol como el sol que vemos ante nosotros, y de la misma manera la manifestación es Dios tanto como Dios es el origen y la fuente de la manifestación.
Ahora, cuando estudiamos el sol vemos que existe el sol y que existen los rayos de sol. En los rayos el sol es manifestación en variedad. Pero ¿qué son los rayos? El sol. Esta es solo una acción del sol, en la que el resplandor se ha centralizado. La primera acción es proyectarse, manifestarse en la forma de varios rayos. Y si tuviera que explicar lo que somos los seres humanos y lo que es Dios, diría que nuestra relación con Dios es la misma que la que hay entre los rayos de sol y el sol. Cada alma es un rayo de sol, que es Dios. No es nuestro cuerpo o nuestra mente lo que es el rayo sino nuestra alma, cuya naturaleza es atraer un atuendo de cualquier esfera que toque para cubrirse y poder vivir en esa esfera en particular. Es este atuendo que el alma ha tomado prestado que nosotros llamamos nuestro cuerpo físico, una arcilla que ha sido amasada por muchos siglos para hacer el cuerpo del hombre, una arcilla que una vez fue roca, que una vez se manifestó como árbol, que una vez apareció como animales y aves. Esta misma arcilla, en su forma terminada, ha dado al alma del hombre un atuendo que él llama su cuerpo.
Es en esta creencia que el místico difiere del científico, no de alguna manera en el entendimiento del proceso. El científico cree en el mismo proceso; que de la densidad de la tierra, el mineral y después el vegetal se han desarrollado gradualmente. La biología se basa en este principio. El místico, sin embargo, no atribuye a este atuendo el origen del cuerpo que el alma toma para su uso; lo atribuye al espíritu, que toma el atuendo para si mismo. Este origen no pertenece a la densidad de la tierra; pertenece a Dios; es el rayo de sol. Y ¿está el rayo separado del sol? Nunca, y por la misma razón el hombre no está nunca separado de Dios. En este mundo material solo vemos que vivimos de la comida, de lo que comemos, que necesitamos aire y agua, y no vemos ninguna otra fuente de vida; pero en realidad todas estas cosas que dan sustento al cuerpo humano sólo dan sustento al atuendo que es terrenal. El sustento real es diferente y pertenece a la fuente de la que viene y a la que está atada. Es de allí que el hombre saca toda su fortaleza, vitalidad, e iluminación cada momento de su vida. Por eso, el nombre apropiado de Dios es ‘origen’. La palabra ‘Dios’ se relaciona al árabe Djod, que tiene este significado. Cuando el hombre descuida el conocimiento del ser y de Dios, y solo conoce sobre el atuendo que lleva puesto, no sabe nada de si mismo. Cualquiera que sea su aprendizaje y sus cualificaciones, todas pertenecen al atuendo que lleva puesto, pero es a través del entendimiento del espíritu y del alma que el hombre realmente adquiere el conocimiento del ser y de Dios.
Algunas personas piensan que el atuendo físico es el único que el alma utiliza, pero esto no es así; para llegar a este plano de la tierra, el rayo, el alma, debe pasar por dos esferas diferentes. La primera esfera puede llamarse la esfera angelical, y la siguiente la esfera de los jinns. Podemos preguntarnos, ‘¿Entonces por qué no los vemos, si también tenemos atuendos de estas otras esferas?’ Pero también podemos verlas si hemos estudiado la naturaleza humana con minuciosidad. Comer, beber, y dormir, todas estas facultades vienen del mundo físico; pero también hay otras: el amor por la música, la valoración de la poesía, la tendencia a inventar cosas maravillosas, todas las búsquedas y fenómenos intelectuales vienen del mundo jinn. Los poetas y los pensadores muestran el atuendo de esa esfera en el trabajo que realizan en el mundo físico. Este atuendo está oculto, pero ¿dónde? Se ha convertido en su mente, y por eso la mente es el atuendo interior, mientras el cuerpo es el atuendo exterior que lo cubre. La mente es el atuendo que el hombre ha traído de la esfera jinn. Pero incluso antes que esta, el hombre adquirió todavía otro atuendo, y este viene de la esfera angelical. ¿Vemos alguna señal de este? Sí, en su devoción, en sus tendencias idealistas, en su inocencia, en el amor y la belleza de su naturaleza, en todas estas cualidades el hombre muestra su atuendo de la esfera de los ángeles.
La inocencia siempre va de la mano de una naturaleza amorosa. Una persona que es amorosa generalmente también es inocente, mientras que una persona que es muy inteligente es menos amorosa. Por la misma razón que es inteligente tiene poco amor, porque entonces el amor está enterrado por su astucia. No quiero decir que la inocencia es la cualidad más valiosa; toda cualidad tiene su lugar; sin embargo, la inocencia es una cualidad angelical. Los grandes profetas, santos y sabios, aquellos que han sanado las heridas de la humanidad, fueron personas muy inocentes. La inocencia es la prueba de la espiritualidad. Por más grande que sea la inteligencia de una persona, sin inocencia no podrá ser espiritual; también, la espiritualidad produce inocencia.
El atuendo que el hombre ha traído de la esfera angelical se revela en la forma de amor desinteresado, devoción, grandes ideales, una actitud devota, y amor por la belleza. La primera tendencia que todo infante muestra desde el momento que abre sus ojos es el amor por la belleza: colores, cosas bellas, todo le atrae. Tal vez no ve la belleza como nosotros la vemos, pues nuestro sentido de belleza ha sido arruinado por nuestra experiencia y nuestras ideas, pero el infante viene a la tierra con un sentido natural de belleza. Aquello que es realmente hermoso atrae al infante y lo ama.
Traducido por Darafshan Daniela Anda